Capítulo IV

3.5K 389 11
                                    


Minerva parecía progresar rápidamente con sus estudios. Rodrigo, el maestro, estaba sorprendido con los avances de Minerva, y aunque hacía unos pocos días desde que se habían conocido, tenía mucha fe en que Minerva pronto se convertiría aún en una muchacha más astuta de lo que por sí sola ya era. 

Sus predicciones, del mismo modo que la de otras personas, no fueron erradas. Pues en apenas unos meses, Minerva, ya podía leer con cierta corrección, y había empezado a aplicar las operaciones aritméticas más elementales, con lo cual, tanto Royse como Vladimir, tuvieron la certeza, de que Minerva se trataba de una niña prodigio, pues aunque con anterioridad no había recibido noción alguna de conocimientos, a medida que iba aprendiendo, su cerebro, parecía ser una esponja, que iba empapándose de todos aquellos conceptos nuevos, sorprendentes y fascinantes que Minerva escuchaba, y que sin apenas darse cuenta, iba memorizando y grabando en su cabeza. 

Con los días, aquella sensación que especialmente había sentido al comienzo de las clases en lo que respecta a Aloys, fue menguando poco a poco, pues Minerva entendió que lo esencial, era aprovechar al máximo aquellas clases; de modo que no le resultó complejo en absoluto, prescindir de su compañía, y olvidarse hasta de su presencia, para centrar toda su atención en la lección del día. 

Cuando llegaba el mediodía, Minerva volvía a casa, y acompañaba a Royse. Royse se mostraba a cada día más orgullosa de los progresos de Minerva, y le animaba cuando la notaba un poco decaída, continuaba ejerciendo su tarea apaciguadora de Minerva, siempre diciéndole las palabras precisas y adecuadas para calmar sus nervios. Pues, aunque no lo pareciese a simple vista, Minerva resultaba ser una joven un poco perfeccionista, y cada vez que algo no salía como ella deseaba, se sentía frustrada y molesta. Y entonces, en aquel momento de frustración, era cuando Royse le hacía comprender, que hay cosas que no se pueden controlar, y que siempre habrá algo que se escape de nuestra comprensión. 

A raíz de los nuevos conocimientos adquiridos, Minerva cada vez iba contemplando más diversos aspectos del mundo, cualquier cosa acaparaba su atención por unos minutos, pasada la primera reacción, volvía a encontrar nuevos objetos que le provocaban cierta curiosidad. En muy pocos días, pasó a ver cómo el mundo parecía ser una fuente inagotable de cosas por descubrir y conocer, y por supuesto, por miles de preguntas por formular. 
Y fue a través de conocer un poco más del mundo que le rodeaba, cuando Minerva, empezó a pensar que lo que había vivido con anterioridad, había sido una vida que no estaba completa del todo y se preguntó, cómo había podido vivir durante tanto tiempo, sumida en una ignorancia que le hacía creer que el mundo era de color gris, y no repleto de infinitos colores, que era como lo veía en el momento presente. 

Minerva cada mañana despertaba contenta al pensar en el tema sobre el que hablarían en aquel día, ¿de qué libro leería un fragmento? O bien, ¿cuántas nuevas preguntas surgirían? Las cuestiones se agolpaban en su mente, y aquello lejos de intimidarle, le provocaba más urgencia para sumergirse en aquel mundo inhóspito para ella. 

Era una mañana de principios de noviembre, y el frío empezaba a llamar a la puerta en Carcasona. Minerva había terminado de desayunar y Royse le estaba ayudando a ponerse el vestido verde, aquel vestido que ya se había convertido en uno de los preferidos para Minerva, y a menudo creía que aquel vestido, era único y especial para ella, pues se amoldaba a su figura como si fuese un guante. Como siempre, llegó puntual a la cita, y le recibió una de las sirvientas de sus amos, Briana, que aquel día se dirigió a Minerva y le dijo que Aloys estaba en cama debido a un resfrío y que por aquel día no habría clase. 
Decepcionada, volvió a casa, y al verla llegar tan pronto, Royse se extrañó. Como aquel día no tuvo que atender a sus estudios, Minerva, sin que Royse se lo pidiera, se encargó de ayudar en las tareas del hogar a Royse, mientras que su padre había ido hacia el bosque a cortar leña ya que con la llegada del frío, no solamente necesitaban leña los amos, sino también ellos. 
Antes de ir a estudiar, Minerva solía ayudar a Royse a barrer y a limpiar el suelo, a veces también lavaba la ropa, y para ello iba hacia el río que estaba cerca de su casa.

Minerva [#GanadoraGOBA17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora