Capítulo XXXVI

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Tras la muerte de Wilky, cambiaron varias cosas en Carcasona. 

Las tierras fueron devueltas a los campesinos, y dejaron de ser del poder del rey. Julieta se ocupó de que cada familia pudiese tener como mínimo una hectárea destinada a la cosecha de manera que pudieran abastecerse sin tener ningún problema de índole económica.

Julieta dejó de tratar a las personas como si ella fuera la dueña, rompiendo por completo los esquemas determinados por Wilky. 
Ella creyó que el valor de las personas no era material, y por lo tanto, no debían ser consideradas como objetos, sino como personas, y por lo tanto, nadie debía ser dueño de nadie. Y aún más, teniendo en cuenta que después de la Revolución Francesa, aquella relación de amo y dueño de las personas, se había desintegrado por completo, a excepción de aquel y otros reinos que mantenían antiguas costumbres. 

La paz volvía a reinar mientras que Julieta gestionaba el reino con humildad y al mismo tiempo con valentía. Todo parecía ir bien en la vida de aquellas personas, hasta que llegó una visita inusual y al mismo tiempo, poco deseada. 

Santiago llegó a Carcasona al enterarse de la pérdida de Wilky. Pensaba que regresar a aquellas tierras, no serían ningún riesgo, ya que había supuesto, que Minerva después de todos los infortunios que había sufrido a su lado, se habría arrebatado la vida a aquellas alturas, algo muy alejado de lo que en realidad era, pues Minerva gozaba de un buen estado de salud, y su nuevo embarazo iba bien. 

Llegó un día al atardecer, y se fue a reunir con Julieta para lamentar la pérdida de su esposo. Julieta al ver la presencia de Santiago, alertó a Aloys y a Minerva, impulsándoles a irse de allí cuanto antes, para prevenir nuevas confrontaciones. 

Pero Aloys se resistió a ir de allí. 

—Nada de esto va a quedar así. Santiago merece un buen escarmiento—dijo Aloys dos días después de enterarse de su reciente llegada. Minerva le observó con dudas, sabía que cuando Aloys creía tener algo en mente, era prácticamente imposible contrariar lo que consideraba que tenía que hacer, así que se limitó en responderle: —Aloys, sabes que la venganza, si es esto lo que estás pensando, no es algo bueno, sino todo lo contrario. Te hará daño. Y no solo a ti, sino también a nosotros—le dijo Minerva mientras acariciaba su vientre que cada día crecía un poco más. —Olvida viejos rencores, y solo piensa en el por venir que nos espera a los tres juntos. No te dejes llevar por impulsos, como si Santiago fuera tu presa. No pretendo ni mucho menos defenderle, exculparle o perdonarle por lo que en su día hizo, pero con las personas que se equivocan, tenemos que guardarles pena, porque su alma está oscurecida y está tan sucia y corrompida, que sólo las aves carroñeras el día que muera, van a querer su alma. Dios ya le castigará en su momento. Le deparará una vida en la cual le devolverá todo el mal que en su día hizo, pero en vez de sentir odio hacia él, debemos rezar por su alma que está perdida, como lo está él. 

—Tienes razón en tus palabras...—aceptó Aloys cuando su ira se hubo apaciguado—, pero comprende que lo que te hizo a ti enerva cada fibra de mi ser. No puedo creer cómo tú le amaste, confiaste en él, le entregaste tu corazón, y él lo rompió todo, desgarró tu vida y amenazó con hacer desaparecer tu sonrisa. ¿Cómo podemos perdonar algo así? 

—Jamás le podremos perdonar—le respondió Minerva con calma—, pero odiar hace daño. 

Aloys poco a poco sintió que la ira dejaba de quemar en él. Volvió a tomar asiento al lado de Minerva, la abrazó con fuerza notando cómo el pequeño ser se movía bajo sus brazos, y sintió que si antes de aquel momento, se escondía mucho sufrimiento, la valía de aquel instante, lograba compensar todas las lágrimas que quedaban detrás. 

—Está bien. Dejaré que él sea quien encuentre su propia venganza, y ésta, serán sus remordimientos, si es que tiene alma. Y si no lo tiene, será la gente quien cuando sepa su forma de ser, le tratarán cual si fuera un fantasma. 

Minerva [#GanadoraGOBA17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora