Capítulo XV

1.6K 202 8
                                    

Cuando Minerva se repuso de la caída notó que a su alrededor se había formado un gran charco de sangre. Desesperada ante lo que vio, se puso a gritar mientras que Santiago, desde la distancia la observaba con evidente indiferencia.

Minerva al instante se sintió vacía. Supo que había perdido a su hijo y sus ojos se rompieron en una cascada de lágrimas. Aún con el pensamiento enturbiado por la desesperación del momento, supo que ni aunque fuera al hospital más cercano, ya no había nada más a hacer con tal de salvar la vida de su hijo.

Se quedó tumbada durante unos breves momentos, llorando y sintiendo que una de las pocas cosas que la vida le había ofrecido, las había perdido. Todas las esperanzas de una felicidad acercándose a ella se desvanecieron, una por una. Absolutamente todas.

Cuando miró hacia el otro lado de las escaleras no vio ni rastro de Santiago. Y aquella incomprensión le hizo sentirse todavía más desesperada.
Sintió unas fuertes contracciones, así que se tumbó boca arriba, pero a los pocos minutos aquellas contracciones cesaron y el bebé nació muerto.
Minerva sostuvo al pequeño cuerpo que había nacido gélido como el cristal, entre sus brazos trémulos, lloraba a más no poder y no creía todo lo que había pasado. Acarició el rostro del pequeño y sintió que alguien le rompía el corazón.
Fue tanto el dolor que sintió en aquellos momentos después de dar a luz a su bebé recién fallecido, se quedó inconsciente.

Cuando abrió los ojos de nuevo, no notó nada entre sus brazos, y tampoco se encontró en casa. Pensó que lo que había ocurrido era un sueño, pero el recuerdo era demasiado vívido y lúcido como para que se tratase de un sueño.
Sus ojos lentamente se fueron acostumbrando a la penumbra, y reconoció una silueta a su lado.

—No te asustes, Minerva, soy un médico—anunció el desconocido, mostrándole una pequeña sonrisa—estarás bien, te lo prometo. La herida pronto cicatrizará, y afortunadamente no has perdido demasiada sangre por haber sufrido un aborto espontáneo así que en pocos días volverás a estar bien—intentó tranquilizarle, pero Minerva aún no comprendía la situación.

—¿Dónde estoy?—preguntó sin reconocer el lugar en el que se encontraba. Sus ojos vagaron por la extraña estancia en la que se encontraba. Miró hacia el techo que estaba formado por vigas de madera, y las paredes que le rodeaban estaban repletas de grietas en un estado bastante ruinoso. Se dio cuenta de que estaba tumbada en una especie de lecho que estaba formada por un colchón viejo junto con unas sábanas roídas. No tardó en figurarse, que en el lugar en el que Santiago le había destinado, era un establo. 

—Ahora lo único que importa es tu recuperación, más tarde, ya tendrás tiempo para hablar con la persona que me llamó de urgencia.—Minerva pensó en Santiago, y poco a poco, todas esas dudas se fueron aclarando. Aun así, sentía que debía de hablar con Santiago, y de una vez por todas, dejar las cosas claras, como Minerva tendría que haberlo hecho hacía ya mucho tiempo.

La herida solamente le producía un ligero escozor porque el doctor se había esforzado en hacer una sutura para que la herida le diera los menores problemas y así poder detener la hemorragia evitando consecuencias fatales para Minerva.

Estuvo durante un día al lado de Minerva en el que se ocupó que nada le faltase. El doctor Alonso, había visto muchas veces situaciones parecidas a las que había sufrido aquella madre primeriza, sin embargo, algo más inusual eran los moratones que Minerva llevaba en los brazos, las piernas y algunos, en sus mejillas.

—Sé que le resultará doloroso decírmelo, y si así lo deseas, no tiene porqué responderme, pero ¿puedo saber exactamente qué pasó en el momento en que perdió a la criatura?

Minerva [#GanadoraGOBA17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora