Capítulo XXXV

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En aquel pueblo de Carcasona, durante aquella madrugada, pocos habitantes pudieron dormir, ya que fueron convocados al juicio de Wilky que se llevó a cabo por orden de Julieta.

En un salón destinado especialmente para los juicios, Wilky estaba sentado, y miraba con desprecio a Julieta, que le observaba fijamente sin mediar palabra alguna. 

—Zorra, me has traicionado—siseó Wilky—Eres una mala puta, ¿crees que yo no sé que durante años has estado viéndote con otro hombre?, pero claro, eso no lo vas a decir en el juicio, no, sólo dirás todo aquello que los presentes quieren que digas. Empezarás una carnicería contra mí, les pondrás a todos en tu contra, mala esposa, mala madre. —Decía, mientras que Julieta adoptaba una postura de absoluta indiferencia respecto de las palabras de Wilky. —Eres mujer, no tienen porqué escucharte, sólo eres una zorra que sirve para criar hijos, y que en tu caso, ni para eso has servido, pues ya ves el bastardo que me has dado por hijo, ¡qué heredero!—decía Wilky con desprecio. 

—Querido, los tiempos han cambiado tras la Revolución, a todos los aquí presentes, poco les importa cuál sea mi sexo, porque nosotras, también tenemos derechos y tenemos voz con la que hablar. Y, personas denigrantes como tú, son las que se encargan de callarnos la voz, de privarnos de nosotras mismas, de hacernos ver que el placer sólo es cosa de hombres, ¿o es necesario que recuerde todas las veces que me forzaste cuando yo no quería? Por suerte, no todas las personas son así, y a cada cual, le llega su merecido en el momento oportuno. —Sonrió, mientras que Wilky se dejó llevar por la ira al escuchar tales palabras de su esposa, e intentó estrangularla. 
De no haber sido por todas las personas que se opusieron, Wilky se habría salido con la suya. 
Y aquella acción, minutos antes de que la sentencia fuera dictada, fue capaz de poner en contra a todas las personas presentes. 

Una oleada de silbidos sobrevino a la acción que había hecho Wilky, gritos se oían condenándole a una muerte prematura, Wilky jamás había cosechado tanto odio, como el que se giró en su dirección en aquel preciso momento. 

Pidieron la palabra de Julieta, ella contó sin escatimar en detalles los momentos más relevantes de su matrimonio. La infelicidad crónica con la que había tenido que aprender a vivir cada día de su vida, viviendo de espaldas a un matrimonio que solo le aportaba incomprensión. 
Pero aquel, no era el crimen el cual se le imputaba, sino que eran muchos más los motivos por los cuales el juez creía que la sentencia estaba clara. 

Julieta expuso con relativa calma, las veces en las que Wilky había abusado de ella, pero no solamente de ella, sino de prostitutas en algunos burdeles, mostrando las pruebas evidentes de que el hecho así había sido. 
Y, sacó a relucir uno de los peores crímenes que Wilky había cometido en todos sus años. 
Había matado a su padre para recibir toda su fortuna. 

A la lista de despropósitos, el clavo que sellaría su tumba, llegó con el cautiverio al cual había sometido a Aloys y a Minerva, y aquello, fue la gota que colmó el vaso para que el juez le condenara a la guillotina. 

No era una vida ejemplar, aquella. Los asistentes, algunos a sabiendas de las andadas de Wilky, por miedo, no habían confesado sus innombrables crímenes, ya que de él, dependían el bienestar de muchas familias pobres, pero en aquel momento en el que el rey dejó el trono, Wilky pasó a ser abucheado con todos los trapos sucios que sacaron a relucir y fue humillado públicamente en la plaza del pueblo, antes de ir hacia su destino final. 

Julieta era una buena mujer, que durante años, intentó sin lograrlo, sentir un poco de amor hacia Wilky. Y a la hora de la verdad, cuando vio al que fue su marido con el cuello sobre la ventanilla de la guillotina, pensó que en alguna ocasión, le había amado, un poco. Solo un poco. 

Minerva [#GanadoraGOBA17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora