Cuando Royse vio que Minerva volvía de su primera clase, la encontró sonriente pero no tal y como ella esperaba. Parecía feliz, pero al mismo tiempo, a través de aquellos ojos tan risueños que ella tenía, se veía un velo de tristeza, que Royse no supo de dónde procedía.
Minerva tomó asiento en el tocador de su habitación. Royse se sentó a su lado, y comenzó a cepillarle el cabello con aquel peine de plata que era el favorito de Minerva, pues era el único recuerdo que le quedaba de su madre.
—¿Cómo ha ido tu primera clase?—preguntó. Minerva miró hacia su reflejo en el espejo, sonrió débilmente, como meditando las palabras que iría a pronunciar. Después de un rato, lo único que dijo fue: —Ha sido interesante.
—¿Pero...?—insistió Royse.
—Es decir, ha sido una clase realmente interesante, porque Royse, ¡no te imaginas la de cosas que sabe aquel maestro! Le puedes hacer preguntas de cualquier tema. Temas que ni siquiera sabía que existían... Es tan capaz de hablar de los astros, como lo es de hablar de botánica, o de los océanos de la Tierra... Parece ser alguien que ha visto mundo, que ha viajado y aprendido mucho de todas las culturas. Es un hombre muy inteligente que sabe tantas palabras que sus conocimientos no podrían quedar retenidos ni en miles de libros..., y me esforzaré por prestar atención a las clases y aplicarme en todo lo posible. Sin embargo, el problema está en mi compañía.
—¿Aloys?—preguntó con sorpresa Royse—Es un encanto de persona.
—Me mira con desprecio—dijo Minerva—, casi como si le repugnase mi presencia. ¿Y todo por qué?, ¿a caso no formamos parte del mismo mundo?—preguntó ofuscada.
—Desgraciadamente, querida niña, vivimos un mundo que se divide en ricos y pobres. Un mundo en el que los pobres son mirados como si fuesen animales, inferiores a los ricos. Pero con el tiempo, ya te irás acostumbrando a todas esas injusticias que a cada día se ven—Minerva no daba crédito a las palabras que escuchaba de Royse.
—¿Cómo puedes pensar así?, ¿cómo puedes ser igual que ellos?—le miró con tristeza—me niego a creer que soy inferior que él, por ser hija de campesinos, y él, de reyes.
—Minerva, no eres inferior a ellos. Por favor, no pienses nunca jamás eso, y lamento si has interpretado justamente como no quería que pensases en mis palabras, así que intentaré reformularlo otra vez: No somos inferiores, simplemente, hay unas distinciones entre las personas, que son la base de las injusticias del mundo, pronto verás cómo hay injusticias por doquier, y cómo las personas, a veces lo único que ven son monedas de oro, como el tesoro más preciado de la vida, ya que cuando mueren, desean saberse reconocidas por haber sido poseedoras de importantes fortunas. Además, Minerva, eres aún muy joven para comprender todos los problemas que cosecha el mundo, y no entra en tu comprensión, pero cuando antes entiendas tus propias palabras, que él, es hijo de una de las familias más ricas de Francia, y tú, una humilde hija de campesinos, huérfana de madre, menos vas a sufrir.
—Entonces, se puede considerar que todo lo que me estás diciendo, es que esté conforme con soportar la indiferencia y el hastío con el que me mira el niño rico, ¿verdad? Porque claro, está bien que una persona con dinero, humille a otra que no tiene de fortunas, ¿a que es esto?—Minerva era una chica por lo general templada, pero aquella reflexión sobre las diferencias entre las clases sociales, le estaba provocando una fuerte indignación que iba en aumento cada vez más—, pues si es esto en lo que debo pensar, me gustaría que supieras que estoy orgullosa de las personas que me han criado, de aquellas que me han enseñado valores fundamentales, porque me han enseñado a ayudar a quien lo necesita, pues tanto tú como padre me habéis enseñado valores que me van a servir en mi vida. Y, entre ellos, me habéis enseñado los modales sobre cómo tratar a las personas. Y creo que no voy errada, si pienso que ricos y pobres, en el fondo, todos somos humanos.
Royse, observando la reacción de Minerva, empezó a darse cuenta de que la niña pequeña que había conocido años atrás, la chica que había criado, ya no era más ninguna niña, sino una persona que se empezaba a formar sus propios conceptos alrededor del mundo. Y aquellos pensamientos, le producían sentimientos encontrados, ya que a la par que le fascinaban los razonamientos de Minerva, también le preocupaban, puesto que temía que las opiniones de la niña fuesen conocidas por más personas, y en consecuencia, fuese criticada por tener una forma de pensar diferente a los demás.
Solo cuando Royse fue consciente de la forma de ser de Minerva, se dio cuenta de que hay personas que no deberían de cambiarse, que son como volcanes llenos de fuerza, imposibles de reprimir. Y aquella joven, era testaruda a más no poder, y al mismo tiempo, era poseedora de un gran corazón, que Royse pedía que nadie le lograse cambiar.
Dando por finalizada la conversación, Minerva en compañía de Royse, pensaba en todo lo que aquel día había aprendido, las primeras letras del abecedario, aunque ella no sabía que lo que le habían enseñado era el abecedario, simplemente creía que era un conjunto de letras que debía de ordenar para formar palabras, que después podría escribir. Como aquellas palabras que impregnaban los libros que ella siempre había soñado en poder leer.
Volvió a mirarse en el espejo, prestando atención a su vestido, aquel que a medida que había crecido se le había quedado cada vez más ajustado y pequeño.
—Tal vez es hora de hacerte un nuevo vestido—dijo Royse como si hubiese podido leerle la mente a Minerva. La chica sonrió.—Compraré una nueva tela que va a ser de un color tan especial como tus ojos.Una semana más tarde, Royse ya había confeccionado un vestido verde tan elegante, que Minerva pensaba que sería el que usara el día que contrajera matrimonio, pues aquel vestido parecía hecho para un evento especial, y acostumbrada a su viejo vestido como estaba, temía romperlo.
Cuando Royse le entregó el vestido, no tuvo la reacción que esperaba por parte de Minerva que le dijo: —¡Oh Royse! Es precioso y te agradezco mucho tu dedicación... Pero es demasiado hermoso para mí... No tengo motivo por el cual lucirlo...
Royse decepcionada al escuchar aquellas palabras, le pidió que se pusiera el vestido, y delante del espejo le dijo: —Mírate, ¿ser tú misma, no es un buen motivo por el que lucir ese espectacular vestido?, ¿ser dueña de tal belleza, no es otro motivo?—dijo Royse, que no comprendía cómo Minerva no era consciente de su belleza.
Tras aquellas palabras, impaciente por mostrar su nuevo vestido, esperó a que llegase una ocasión especial para ella, pero como éstas no llegaban, decidió asistir a su próxima clase con su nuevo vestido.
Al verla llegar, Aloys miró hacia Minerva apenas reconociéndola, ¿era aquella chica que había venido hacía unos días vestida con harapos? Aquel día, finalmente, Aloys se percató de la presencia de su compañía. Pero Minerva, recordando todas las palabras que había tenido con Royse, se dio cuenta de que tenía razón, que entre ellos jamás podría existir ni siquiera una amistad, por la razón de que moraban el mismo mundo, pero sus vidas pertenecían a polos opuestos de la realidad.
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Minerva [#GanadoraGOBA17]
Historical FictionNacida en el seno de una familia de campesinos, Minerva vive en una pequeña cabaña en Carcasona, en la Francia posterior a la Revolución Francesa, en compañía de su padre Vladimir, y Royse. Paralelamente a su hogar, se encuentran Wilky y Julieta, su...