Capítulo XV

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Al día siguiente, Minerva notó un poco menos distante a Aloys aunque no le dio importancia a sus reacciones, pues había días en los que se mostraba comprensivo con ella, y había otros en los cuales parecía ser alguien totalmente esquivo. 

Aquel día después de la clase, Aloys le propuso ir a dar un paseo a caballo. Minerva aceptó, no sin cierta extrañeza por la propuesta. Parecía que Aloys se estaba esforzando por forjar una imagen de sí mismo más positiva que la que había formulado ella respecto a él, y en lo concerniente a ella, no le importó dejarse llevar a ver hacia dónde le conduciría aquella situación. 

Se dirigieron hacia el establo. Hacía un día soleado que parecía llevarse consigo los últimos soplos de un frío invierno; los rosales del jardín florecían mirando hacia el sol, mientras que en el firmamento un fuerte sol centelleaba. 

Aloys le presentó a dos caballos purasangre: una hembra y un macho llamados Ambar y Prince respectivamente. Ambar tenía el pelaje oscuro como el alquitrán y contrastaba con el radiante blanco como la nieve de Prince. Ambos habían sido bien educados, y habían sido una gran compañía para Aloys que desde que era pequeño había aprendido a montar a caballo gracias a su padre. 

Minerva nunca se había subido a un caballo y le expresó su temor a Aloys de que le echasen al suelo. 

—No te preocupes, los dos son dóciles, especialmente Ambar. Creo que te entenderás muy bien con ella—dijo acariciando el lomo del animal. Ayudó a Minerva a subir, al principio la chica se mostró un poco indecisa, pero cuando vio que no ocurría nada, se atrevió a acariciar la crin de la yegua. Fue cuestión de unos minutos para que Minerva se fuese sintiendo cómoda. A medida que paseaban, Aloys le iba indicando qué le debía decir al caballo, o cómo debía de comportarse. 
Estaba resultando ser un paseo agradable pues paseaban entre los campos cerca de la casa, y hablaban relajadamente hasta que de repente Aloys cambió de tema. 

—Minerva, lamento la forma en la que me comporté cuando nos conocimos. Sé que las primeras impresiones, son aquello que muchas veces nos condicionan en la imagen que guardamos acerca de una persona, y es obvio que la primera impresión que tuviste de mí no fue la acertada. Quedé como una persona adinerada con los bolsillos llenos de prejuicios y superioridad. Pero déjame decirte que eso fue antes de conocerte a ti y a tu carácter—dijo escondiendo una pequeña sonrisa—me gusta la gente que como tú es espontánea y que dice lo que siente sin que le preocupe qué dirán los demás. También me agradan las personas que tienen las ideas claras y son fieles a sus principios. Tú precisamente eres así, fiel a tu esencia, y es bueno saber que las palabras de los demás no te hacen cambiar en lo más mínimo. Actué como un idiota cuando te conocí porque de ti tenía una idea totalmente equivocada, hasta que me di cuenta de que eras todo lo opuesto que imaginé. No había conocido a nadie con tanta astucia y tanta inteligencia como tú, y menos aún con toda la decisión de aprender y superarse cada día un poco más. 

—Con todo esto, ¿qué es lo que exactamente pretendes decirme?—le interrumpió Minerva sin dar crédito a aquellos halagos dirigidos hacia ella precisamente, de parte de Aloys. Los primeros encuentros regresaron a su mente de forma espontánea. 

—No me andaré con rodeos, así que solamente quería decirte que he cambiado un poco los ojos con los cuales te miro, y empiezo a ver en ti a una persona agradable con quien vale la pena pasar el tiempo, así que me gustaría poder tener una amistad contigo. Si me concedes este honor—añadió en voz más baja. 

—No veo porqué no podríamos ser amigos—dijo ella con una sonrisa. Sin quererlo, Aloys observó embelesado aquel pequeño gesto—, es bueno equivocarse, y darse cuenta de los prejuicios que se tuvieron en un pasado, para no cometerlos en un presente. Y me alegro de que hayas cambiado tu forma de verme, si debo sincerarme, déjame confesarte que yo también he cambiado un poco cómo te veo. Al principio, como bien has dicho, me pareciste engreído, sentí que me mirabas por encima del hombro, como si las diferencias entre las clases sociales nos alejaran de ser personas humanas, estableciendo unas fronteras imaginarias entre personas que habían gozado de mucha fortuna, y otras, que no habían dispuesto de aquellos recursos.

Minerva [#GanadoraGOBA17]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora