TREINTA Y SIETE

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Me dio la sensación de haber dormido mucho tiempo. A pesar de eso, tenía el cuerpo entumecido, como si no hubiera cambiado de postura en todo ese tiempo. Me costaba pensar, y estaba abrumado con los restos de sueños y pesadillas, eran tan vívidos y otros más solo eran eso, recuerdos, unos que me atormentaban cada noche, cada vez que cerraba mis ojos.
Pero había uno en particular, de ese que tenía que levantarme a mitad de la noche para deshacerme de él, pero luego de despertar la madrugada se hacía eterna y yo me volvía deseoso de ver la mañana de vuelta.
Está ocasión era diferente al resto, no distinta en que era horrible, si no que, esta vez se había quedado bien nítida la Pesadilla en mi cabeza, me sentía adormecido y hundido en la negrura. El dolor del pecho me hacia difícil respirar profundo, era un dolor que te ahogaba y se apoderaba de cada parte de mi cuerpo. Como un calambre. Uno fuerte y doloroso, paralizante, era diferente, por que lo sentía demasiado real a comparación de en los que me despierto y vuelvo a dormir.
Plante los pies en el suelo de una y luego me sentí desubicado. Tomé un momento para descifrar en que sitio me encontraba, donde estaba y que día era.
El fuerte dolor seguía ahí. Lo apreté con mis manos y me abracé el pecho, anduve hasta salir de la habitación y me metí al baño. Me lave la cara con el agua, miré mi reflejo con la luz de un vela, no estaba seguro de por qué estaba encendida. Pero ahí estaba.
Tenía los ojos rojos, y las marcas lilas debajo de ellos. Las últimas semanas habían sido realmente largas, muy difíciles de vivir.
Me dolía demasiado estar recordando una y otra vez. Y cada vez que me acostaba a dormir estaba ahí para recordarme lo, no tenía sentido y no podía hacer nada para alejarlo de mi.
Me senté en el retrete y espere un rato quieto.
Me seque la cara con una de las toallas y luego regrese, fuera en el pasillo oscuro, me abracé el de nuevo el pecho. El pasillo era largo y en la lejanía las escaleras eran iluminadas por una ventana pequeña.
Pase despacio hasta ella, subí los escalones hasta la mitad, y luego la luna se dejaba ver en el cielo azul, oscuro, y las estrellas se enfilaban a su lado.
Seguí subiendo los escalones de madera en espiral y arriba, la habitación estaba abierta.
La ventana encima de la cama dejaba entrar la luz en todas partes.
Iluminaba su cuerpo, lo hacía parecer como una estatua de marfil tallada. Su grandes piernas flexionadas, su brazos anchos. Todo en una hermosa combinación bien proporcionada. Perfecto.
Me acerque hasta la puerta y me quedé observandolo. Di otro par de pasó hasta acercarme a la orilla del colchón. Le di la vuelta y luego mire su rostro perfecto blanquecino por la luz de la luna, el cabello dorado y los labios entre abiertos.
Justo ahora, en ese momento deseaba que su brazos me apretaran contra su cuerpo, sentir su piel de terciopelo. Sentir su calor contra el mio. Deseaba tanto estar de vuelta en ese caldero de Fuego, ese que me recorría cada vez que sus labios se hundían con los míos en un beso perpetuo y tan maravilloso.
Lo extrañaba...
-¿Estás bien? -me pregunto. Su voz me sacó de mis cavilaciones, me estremecí.
Su ojos me miraban en la oscuridad.
-No quería despertarte -di un paso hacia atrás.
-No estaba dormido -confesó-. ¿No puedes dormir?
Negué con la cabeza despacio y luego me apreté el pecho más fuerte.
Se movió más hacia atrás en el colchón y levantó su brazo.
No lo dude y me recosté en la orilla del colchón, me recosté boca arriba mirando el techo oscuro.
-¿Tuviste esa pesadilla? -me pregunto, su voz musical me recorrió.
Me volví a él completo y lo Observé, su ojos me miraron analizando mis ojos. Me acerque un poco más a él, estiré mi mano hasta sujetar la suya. Su mano era tibia, sentí como la apretaba.
-Estoy aquí -susurró.
-Es muy doloroso, verte, apagando te -le dije-. No podía hacer nada.
Apreté la mandíbula para ahogar el llanto que estaba a punto de brotar. Libero mi mano y me rodeo con su brazo, atrayendome a su cuerpo, a su piel y ese calor que extrañaba me pego, sentí un escalofrío. Con el otro, sujeto mi cabeza y sus dedos recorrieron mi cabello.
-Vamos a estar bien -susurró-. Te lo prometo.
Cerré lo ojos y me quede pegado a él, mientras el dolor se es fumaba y el cosquilleo aparecía. Y mientras volvía a hundirme despacio en el eterno sueño, algo que no podía hacer desde hace mucho tiempo.

QUÉDATE CONMIGO© #2 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora