Capitulo 25

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Peeta me mira expectante, esperando una respuesta de mi parte.

Me zafo de su agarre.

-Enserio -dice, intentando convencerme.

Guardo silencio y lo miro con detenimiento, me doy cuenta de que sus ojos demuestran preocupación.

Acomodo mi cabello detrás de mi oreja.

-Mira, tú te has... -se pasa una mano por su cabello, evidentemente nervioso-. No soy muy bueno con estas cosas, pero tú te has convertido en alguien muy importante para mí... y...

Me quedo quieta, mirándolo mientras trata de expresarse.

-¿Y? -pregunto, pero ni siquiera me escucho por el ruido de los otros alumnos.

Él suelta un suspiro, evidentemente desesperado.

-Sabes, creo que es mejor que vayamos a un lugar más silencioso porque... -el ruido de personas hablando me impide escuchar lo que me dice.

-¿Qué? -pregunto.

Él rueda los ojos y me toma suavemente de la muñeca mientras nos dirige a algún lugar. Veo a nuestro alrededor con miedo a que alguien nos vea juntos. Sin embargo, todos parecen estar concentrados en su propia vida, lo cual me causa alivio.

Pasamos a través de los alumnos, mientras caminamos me doy cuenta de la cantidad de alumnos disminuye notablemente.

Nos detenemos enfrente de una puerta de madera.

Él la abre y me hace una seña para que entre.

Lo miro con desconfianza.

-No pienso entrar ahí -declaro.

-Vamos, no voy a hacerte daño -él pone una mano en mi espalda y me incita a entrar.

Con desconfianza, entro al pequeño cuarto que está completamente oscuro.

Tanteo el lugar, cuidando no golpearme con algo.

Escucho la puerta cerrarse, por lo que volteo.

-¿Peeta? ¿Dónde...? -doy un pequeño paso al frente, pero me detengo cuando mis manos chocan contra algo duro.

Recorro lentamente esa superficie y logro sentir un golpeteo rítmico, mis manos se detienen ahí.

-Ya me encontraste -siento su voz vibrar bajo mis manos.

Rápidamente retiró mis manos e inevitablemente siento mis mejillas arder.

Gracias al cielo que estamos a oscuras, así él no puede ver que me he sonrojado.

-Si, lo siento -respondo nerviosa.

-No tienes porque disculparte.

Escucho cómo él remueve algunas cosas, como si tratara de encontrar algo.

-¿Qué buscas? -le pregunto con curiosidad.

-El interruptor, esta por aquí.

Acerco mis manos a la pared y también intento encontrarlo para poder encender la luz.

-Creo que ya lo encontré -dice y se escucha que enciende el interruptor.

La luz inmediatamente inunda el cuarto.

Parpadeo un par de veces e intento acostumbrarme a la luz. Observo el lugar y me doy cuenta de que estamos en el armario donde los entrenadores de deportes guardan los balones y otros materiales que utilizan para sus clases.

-¿Qué hacemos aquí? -volteo para verlo.

Él suspira con pesar.

-Para empezar, esta es la única manera en que puedo hacer que me escuches. También te traje aquí para ofrecerte una disculpa.

¿Destino o coincidencia?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora