Epílogo

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Me despierto por los rayos de sol que se cuelan por las cortinas y que me dan directo a los ojos.

Con los ojos cerrados, giro sobre la cama y con mi mano busco el calor de Peeta, pero sólo siento el frío lugar vacío a mi lado.

Entreabro los ojos y confirmo que Peeta ya se ha levantado y que ya no se encuentra en la cama.

Me cubro más con las sábanas blancas y me siento sobre el colchón. Espero escuchar algún ruido que delate que él está preparando el desayuno, pero en lugar de eso, escucho unos martillazos.

Frunzo el ceño y me levanto.

Abro el primer cajón de la cómoda y busco entre mi ropa interior algo que ponerme. Tomo de mala gana la camisa blanca de Peeta que está en el suelo y me visto con ella, la abotono un poco y me dirijo a la sala.

Camino descalza por el pequeño departamento hasta que llego a la sala.

Miro con confusión la escena de Peeta vestido únicamente con un boxer negro mientras intenta clavar lo que parece ser su título universitario.

—¿Enserio estás haciendo esto justo ahora? —me cruzo de brazos.

Peeta se detiene en seco y voltea a verme.

—Buenos días, corazón —me sonríe y deja el martillo en el suelo para acercarse a mí.

Él deja un corto beso en mis labios y me abraza.

—Lamento haberte despertado- me acerca más a él —pero era necesario que colgara eso de una vez por todas.

Suelto una risa mientras subo mis manos por su pecho desnudo y rodeo su cuello con mis brazos.

—Peeta, tu título lleva sin ser colgado desde el día que nos mudamos aquí —le recuerdo—. Y eso fue mucho antes de habernos casado.

Él me sonríe.

—Lo sé, pero ya no estoy dispuesto a que todos los que vienen piensen que eres la única que acabó la universidad psicóloga Everdeen que trabaja en recursos humanos.

Suelto una risa y enredo mis dedos en su cabello rubio.

—Finalmente decidiste hacerlo, licenciado en Administración financiera.

Él me sonríe, acorta la distancia entre nuestros rostros y me besa en los labios.

Peeta acerca más mi cuerpo al suyo, y profundiza el beso. Al sentir que sus labios me besan con urgencia, siento que mi cuerpo comienza a reaccionar ante sus apasionados besos.

Siento que sus manos bajan por mi cuerpo y se detienen en mi cintura. Se separa de mí y desabotona con agilidad la camisa para después quitármela.

Escucho que un quejido escapa de sus labios.

—Creí que no traías nada debajo —murmura con lujuria—. Recuerdo que anoche me encargué de deshacerme de toda tu ropa.

Baja sus manos a mi trasero y me carga. Le rodeo el cuello con los brazos y continúo besándolo hasta que él me deja recostada sobre el sillón.

Se pone encima de mí, sus labios van directo a atacar mi cuello.

Respiro con dificultad cuando siento que su boca comienza a descender por mi piel.

Abro los ojos de golpe al recordar algo importante.

—Peeta...

—Hmm...

—Compraste el juguete de Tyler. ¿Cierto?

Deja de besar mi abdomen de golpe. Me doy cuenta de que no hizo lo que le había encargado desde hace varios días.

¿Destino o coincidencia?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora