Sin límites para amar

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—¿Entonces tú piensas que no sabías amar?

No hasta que llegaste tú. —Colocó una cara confundida y hermosa. Leia sigue siendo igual  de dulce.

—Te explico, desde que me concibieron solo he hecho lo que siempre sé, dar sueños, aparecer en ellos, guiarlos, mostrarles verdades o atajos, entre otras cosas... Pero no estoy hecho para el amor, jamás lo conocí y no era mi deber hacerlo, Afrodita hablaba de eso conmigo pero no era capaz de comprenderla del todo, ni mis padres o hermanos debíamos estar asociados a él pero, un día te conocí, te cuidé, y ahora puedo decir que en ese momento nació en mí el cariño hacia ti —me brindó una cálida sonrisa y seguí— luego llegó ese tiempo en que no supe más de ti, hasta que te encontré nuevamente y supe que algo cambió, que quería tenerte cerca, aunque no me dejaban. No fue hasta que hablé nuevamente con Afrodita y la pude entender casi perfectamente, me di cuenta de que era amor... Aunque seguido de ello sentí miedo, porque no sabía demasiado de eso, en realidad nada.

—¿Y hoy puedes decir que sí?

Hoy en día puedo hablarlo con Afrodita sin problemas, así que me parece correcto. Aprendí de lo doloroso que es, de lo pleno o ansioso que resulta, de lo inmensamente feliz que te pone y que se extiende a no solo amarte, sino también a tu voz, tus ojos, tu piel, tu cabello, tu manera de ser, tus pensamientos, tus manos, tus caricias; tu pasado, presente y futuro, a querer apoyarte y compartir momentos significativos, a ser alguien importante para ti, a ser un buen ejemplo, a ser la persona que te merezca y por ende tu amor...

—¿Sabes que todo eso ya es un hecho?

Y por eso viviré cada día junto a ti, amada Leia.

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