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Del dolor de la pérdida a la cordura solo había un hilo a punto de cortarse, Magnus estaba tratando de mantenerse bien a pesar de tanto dolor pero le estaba costando una gran cantidad mantenerse tranquilo a la situación. Con el pasar de los días, los mensajes de la clave trataban de llegar a él de todas maneras, pero las quemaba antes de que tocaran la mesa, ya había pasado una vez, pero no dos, no lo permitiría localizar su ubicación.

—Aquel brujo debe haberle contado sus sueños a Izzy, eso significaría que el instituto donde debemos ir está infectado de Nephilim custodiando para prevenir nuestra llegada.

Tenía razón, pero no podía culpar al muchacho brujo ¿O sí? Solo debían estar preocupado por él, pero tampoco le aseguraría de que vida desde ahora estaría en paz si algo afectaba su trabajo, le haría pagar por ello, mientras tanto debía asegurarse de sacar a los Nephilim del medio, para obtener ese libro de manera rápida y la inquietud que estaba sintiendo dentro suyo desapareciera.

—Debemos hacer una distracción— opinó Magnus.

—Izzy es inteligente, sabe que vamos a hacer eso—dijo Jace—es nuestro segundo plan en todo.

Pero Magnus no le dio la razón en voz alta, solo chequeó la lengua con cansancio por el comentario, tenía razón, sus misiones tornaban en si no podían hacer nada, tomaban algo para distraer y así atacar.

—Vamos a necesitar ayuda.

— ¿De quién?—preguntó Jace sorprendido.

—De la Reina Seelie.

El Nephilim rubio lo miró sorprendido para después apretar sus labios, molesto, y asentir, aunque se notaba que no quería aquello, pues la causa de la muerte de Alexander también se había dado por el motivo que Magnus se separo de Alexander y se unió a ella.

—No quiero que nadie salga herido —susurro Jace.

—Nadie lo hará.

La reunión con la Reina fue aceptada con rapidez, unas horas después de solicitarla, y ellos no tardaron en ir a visitarla para no hacerla esperar; en toda parte del mundo siempre había una puerta para entrar el Reino Seelie, donde ellos estaban no estaba tan lejos, había un puente que dividía dos parques, de un lado los árboles largaban hojas naranjas y del otro los árboles eran de hojas verdes brillante, solo obra de las Seelie. Los dos se quedaron mirando el agua a través de las rejillas bajas, el anochecer estaba arriba de ellos y la luna estaba a punto de llegar a su punto para que la puerta se abriera.

—Habrá un truco detrás de esto—dijo Jace—la Reina no es una mujer compasiva.

Magnus vio el reflejo de la luna llegar a su punto, se trepó en la rejilla y se preparó para saltar, sin antes mirar a Jace, dándole la razón con la mirada.

—Ya veremos qué sucede.

Y se largo para caer del otro lado siendo recibido por Merliot, la Seelie mano derecha de la Reina que los esperaba con una sonrisa fingida, realmente no les agradaba que estuvieran así, sintió a Jace detrás de él después de unos segundos.

—Síganme, nuestra Reina les está esperando.

Magnus acomodó su tapado azulado, para caminar detrás del Seelie, ninguno hablaba en el trayecto. Cruzaron por un sendero donde los árboles parecían moverse y los animales se paseaban con tranquilidad, a una distancia la música estaba a un volumen alto con muchas personas bailando como si fuera el último día de su vida, al final del pasillo había una cortina hecha con flores y raíces de árboles, Merliot se detuvo para abrirla y dejarlos pasar, Magnus fue el primero, entonces delante de su vista pudo verla. La Reina Seelie era una mujer bella, sus rasgos eran notablemente suaves y sus pómulos puntiagudos, su pelo iba ondulado con una corona de flores, era hermosa y él lo admitía, aunque solo fuera una ilusión que las Seelie habían adquirido desde su creación, además llevaba un vestido largo que la hacía ver más pequeña de lo que era.

—Su majestad.

Los dos hicieron una reverencia mientras veían a la Reina pararse de su trono y caminaba hasta una mesa con dulces, caminaron detrás de ella y se sentaron a cada lado en silencio, esperando que hable para que ellos también pudieran hacerlo.

— ¿A qué se debe esta reunión de urgencia?— preguntó la Reina—Los Nephilim los buscan al igual que los subterráneos, trabajando juntos para recuperar un cuerpo ya muerto.

Magnus apretó los labios y trató de sonreír a pesar de que el comentario le había dolido.

—Quiero hacer un trato con usted mi señora—dijo Magnus—se que usted tiene oídos en todos lados y sabe que estoy tratando de hacer.

La mujer sonrió con simpatía mientras tomaba de su copa aquel líquido brillante y amarillo.

—Claro que si Magnus Bane, es sorprendente como un brujo tan domesticado por los Nephilim haya robado un cuerpo en un proceso de sus ridículas ceremonias, y no hablar de tu compañero Nephilim, Jonathan Herondale—dijo con una risita la Reina—ahora quieren conseguir el libro negro, es muy interesante esta situación.

Jace carraspeó para que la Reina dejara de decir groserías.

—Su majestad, no hemos venido acá para recibir sus magníficos comentarios que sabe de nosotros—dijo Jace—Solo queríamos hacer un trato.

La Reina sonrió mostrando sus dientes puntiagudos, mientras tomaba de una manzana verde para darle un mordisco.

—Si no me interesa lo que quieren ofrecer los mandaré a los pies de los Nephilim para que merezcan su castigo—dijo la mujer—o les haré pagar por su pérdida de tiempo.

—No le haremos pasar por nada de eso su majestad—habló Magnus esta vez—he escuchado que usted necesita el libro negro, el otro Reino le está dando problemas y lo quiere bajo su poder, yo puedo ofrecerle eso si me ayuda a conseguirlo.

La mujer movió su cabeza un poco para llevarlo hacia su hombro, con una mirada de que estaba esperando que prosiguiera, aunque se notaba un poco interesada, en sus ojos no tenía la misma chispa que pensaba Magnus que iba a tener.

—Solo quiero revivir al Nephilim, después de eso el libro queda para usted su alteza—añadió Magnus.

La mujer volvió a sonreír, esta vez había llevado una de sus manos bajo su mentón mientras los miraba con diversión.

—Suena interesante, un libro con tan alto poder no debe estar en manos equivocadas—apuntó la Reina—pero yo voy a elegir que quiero para mí satisfacción si quieren mi ayuda.

Los dos chicos se miraron para luego asentir.

—Lo que usted desee su majestad.

—Quiero el libro, yo solo puedo tener tan poder conmigo y saber qué nadie vendrá a tocarlo—dijo la Mujer— pero también quiero algo más, quiero tu inmortalidad Magnus Bane, ya estás dando dolores de cabeza y aprovecharé está oportunidad.

Magnus se tenso, no se había esperado ese pedido, su inmortalidad, siempre lo creyó una maldición, viendo como gente moría frente a sus ojos, pero había podido disfrutar de ello también, de las personas que cruzaban por su vida, de las aventuras que podía acordarse y después contarlo con una sonrisa, había podido encontrar un equilibrio en ello para estar en paz. Pero era Alexander, su vida, lo quería vivo.

—Si usted lo desea, se lo daré, su majestad.

No Me Dejes. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora