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JACE

—Jace—dijo Simón.

El rubio llevó su dedo a sus labios para indicarle que hiciera silencio, mientras se adelantaba hacia él a pasos largos y decididos.

—Has aparecido en el momento menos indicado, pero si te quedas callado no te haré nada Simón— susurró Jace con una sonrisa amable.

Simón comenzó a negar preocupado y asustado mientras sacaba una daga de su cinturón con sus manos sufriendo temblores por la adrenalina que estaba subiendo su cuerpo, estaba más que asustado, pero no podía subestimarse a la hora de pelea, Raphael le había entrenado para ser un luchador en todas las letras, podría con el Nephilim si se lo proponía, aunque fuera uno de los mejores de su especie, no matarlo pero si luchar para no dejarse herir.

—No puedo dejar que te vayas de aquí Jace, son órdenes.

El rubio sonrió mientras le hacía seña a Merliot de que se encargará, mientras él iba hacia la estantería de libros, había visto los papeles tanto tiempo que sabía la ubicación exacta; podía escuchar las dagas chocar y sentía sus hombros relajarse, le gustaba ese ruido, le hacían acordar a sus entrenamientos con Alec, cuando practicaban defensa por horas en una sala y se divertían juntos probando sus habilidades y destrezas. Sacó el libro donde estaba oculto el libro negro, pero cuando lo abrió se llevo la sorpresa de solo encontrar el recorte de un hoyo sin nada dentro, se volvió a tensar, no estaba, comenzó a agitarse mientras sentía sus manos temblar, no estaba, tiró el libro al suelo y comenzó a buscar en los otros libros cercanos con la ansiedad entrando a su organismo, no estaba, no estaba por ningún lado.

— ¡No está!

Ya no podía razonar, era la única oportunidad que tenían para revivir a Alec, a su Parabatai y se lo habían arrebatado otra vez, se dio vuelta mientras dejaba que la espada que estaba descansando en su cintura volviera a su mano y saliera a la luz, Merliot había herido a Simón a penas, pero ya no era su problema. Los separó a ambos y agarró del cuello de la remera del vampiro, quien se sorprendió y dejó que su daga cayera al piso, en su rostro la preocupación y el miedo volvieron a asomarse, pero esta vez mucho más notorio.

— ¡¿Dónde está?!—gritó Jace.

Vio cómo a Simón se le llenaron los ojos de lágrimas que se contenían por salir, temía por su vida, porque Jace parecía haber perdido ese pequeño pedazo de razón y cordura de él.

—N-No, no lo sé—balbuceó.

La voz le temblaba tanto y por un momento Jace quiso soltar el agarre del vampiro e irse, pero no pudo, su cuerpo reaccionó de otra manera, no confiaba ya en Simón, Isabelle había encontrado el libro antes y el vampiro la estaba cubriendo, habían arruinado su misión, entonces incrustó la espada en el cuerpo de Simón para verlo largar un jadeó y después dejar que la sangre cayera por su boca, haciendo que sus ojos dejarán mostrar el ultimo brillo de vida, el ultimo brillo que contenía dolor, y así el cuerpo hiciera fuerza había abajo y terminará cayendo al piso, sin vida.

—Niño rubio—susurró espantado Merliot—El no tiene el libro, Jonathan Morgenstern se lo llevó.

Jace se sintió horrorizado, no sabía que había acabado de hacer, no podía creer que había hecho aquello mientras miraba la espada y sus manos embarradas de sangre... Clarissa lo odiaría, y aún que quisiera no podía volver atrás para remediar el error, se dio vuelta para mirar a Merliot.

—Dirás que fue uno de tus Seelie— dijo Jace.

Mientras se acercaba al chico apuntándole con la punta de su espada cerca de su pecho, la misma espada que había usado para matar a Simón.

—Te quedarás aquí y dirás que fuiste mandado por alguien, pero se salió de la mano—murmuró—M-me enteraré si no me has hecho caso y te mataré.

Arrimó la punta de su espada al pecho y la apretó un poco, viendo como Merliot apretaba los labios y asentía.

— ¿Entendido?

—Sí, lo he entendido.

Y Jace corrió hacia la ventana para salir de ahí, mientras sentía a punto de descomponerse, había asesinado a Simón, a un inocente, quería gritar con todas sus fuerzas por haber hecho aquello.

No Me Dejes. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora