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JACE.

Alexander está vivo.

Lo único que en su cabeza se escuchaba, estuvo parado frente a él, a solo pasos y no fue capaz de reconocerle, estaba muy distinto, estaba tan diferente a lo que creyó que iba a verle.

Alexander está vivo.

Sus ojos azules, sus ojos únicos quién podían encender la sonrisa de cualquier persona, diferentes a los de los antepasados Lightwood ahora eran negros, negros como los ojos de Jonathan Morgenstern, negros como el de su sueño, negros como el de un maniático.

Alexander está vivo.

Su marca había incomodado cuando llegaron al Reino Seelie pero no se había dado cuenta, no se le había cruzado por la cabeza qué tal cosa sucedería, pero ahí estaba Alec, de pies frente a sus ojos y había corrido detrás de Jonathan para entrar a Edom, como un soldado detrás de su jefe, sin siquiera mirarlos, sin siquiera hablarle, sin siquiera llamar su nombre.

¿Qué había sucedido?

Todo había pasado tan rápido que no podía asimilarlo, lo único que podía repetir bajo sus párpados era el cuerpo de Alexander, con un traje de batalla de Nephilim, la cabeza de Raphael y su Parabatai con el asesino entrando por la vía a Edom. No podía asimilar todo aquello. Podía sentir como sus mejillas iban empapándose cada vez que las secaba, no podía parar, se exigía hacerlo pero no podía, era vulnerable cuando trataba de su Parabatai, habían pasado tanto, se querían tanto que no podía soportar esto.

—Edom es Idris— dijo Magnus de repente— es un mundo paralelo, arruinado, lleno de demonios menores que buscan alimentarse. Nosotros somos comidas para ellos, debemos tener cuidado.

— ¿Y tu padre gobierna en...?— preguntó Izzy.

Jace sorprendido, salió de su trance y se acercó hasta donde ellos estaban hablando, tratando de asimilar lo que había escuchado.

— ¿Qué tu padre qué?

Cada vez descubría más cosas, y no sabía si era bueno o malo enterarse, que Magnus era hijo de un demonio mayor, que iban hasta un lugar dónde le estaba esperando, que estaban a pasos del fin de sus vidas.

—Soy hijo de Asmodeus— confesó Magnus.

Al parecer no tenía energía como para negarse a ocultarlo, esa gran confesión salió a la luz y no sabía si el mundo exterior sabía de aquello, Magnus Bane, el magnífico brujo de Brooklyn se hacía llamar así porque no era un brujo cualquiera, sino que era hijo del mismísimo demonio mayor Asmodeus.

—No lo sé Isabelle, no quiero saber dónde gobierna y hace sus desgracias— agregó.

Jace estaba preocupado, preocupado por Alexander como su primera opción, necesitaba saber si estaba bien, que había hecho Jonathan para levantarlo de su muerte, porque tenía sus ojos negros, porque seguía a aquel asesino, estaba preocupado por el demonio que al parecer era padre de Magnus, debía de estarle esperando con un ejército para acabarlos.

— ¿Y si estamos yendo a nuestra propia muerte? Una trampa.

Las dos personas seguían caminando mientras se daban ideas de que debían hacer, no es que le hiciera sentir ofendido por la exclusión, no tenía ganas de participar, pero debía opinar de lo que estaba ocurriendo, de la sensación que estaba llegando a él, estaba preocupado por todo, y por todos.

—Quiero a Alexander a mi lado también, pero podríamos pensar que el padre de Magnus sabe que estamos yendo, que Jonathan también— volvió a decir Jace— y que Alexander es nuestra carnada.

Los dos pararon, Isabelle parecía una mujer guerrera, una hermana de hierro, su pelo se movía con el viento dejando mostrar aquella cortina azabache que se llamaba cabello, su uniforme negro con sus runas en su cuerpo y las armas colgadas en su traje; sentía orgullo por ella, por cómo estaba llevando todo en el momento, ella era Isabelle Lightwood, su hermana, su adoración y debía preocuparse por su vida también. Si le preguntaban si estaba aterrado de su futuro después de salir de este lugar, respondería que no, Isabelle había decidido seguir la ley y Jace no se negaría a ello, su futuro tocaría después de ello, aceptaría el castigo porque lo merecía, pero no dejaría que nada le pasara en Edom mientras pudiera. Además su hermana le había susurrado lo cuánto le extrañaba, con eso bastaba, no tener su odio es todo lo que pedía.

—Jace tiene razón, somos tres contra muchos demonios—dijo Isabelle— debemos analizar el terreno e idealizar.

Magnus no parecía tan convencido pero no dijo nada, en cambio, asintió mientras usaba su magia para mostrar un mapa del lugar, con su dedo señaló un cerro pequeño para después míralos con determinación.

—Debemos llegar a ese lugar, ningún demonio puede localizar a alguien adentro— dijo Magnus— estaremos seguros.

Los tres asintieron para sacar sus armas para comenzar a caminar.

—Pongámonos en marcha— alentó Izzy.

Comenzando a adentrarse más al lugar, al mismísimo Edom.

No Me Dejes. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora