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Magnus comenzó a llorar mientras golpeaba el suelo con fuerza, Raphael, al chico que había querido como su hijo desde la primera vez que estuvieron que encontrarse en el hotel, estaba muerto. Ya dos personas queridas para él habían muerto con toda la situación, muriendo por culpa suya, por la idea egoísta de querer a Alexander vivo.

—Raphael... ¡Raphael!

Sintió como su garganta se desgarraba y como las lágrimas inundaban y bajaban por sus mejillas, como sus manos comenzaban a sufrir heridas, y sangraban, sintió como Catarina agarraba de sus manos y sollozaba mientras trataba de hablar para que parara el sufrimiento, ambos habían perdido a un integrante más de su grupo, Ragnor y ahora Raphael. Se soltó y tomó de la cabeza de Raphael, no le importaba estar manchando, no le importaba estar montando una escena, era su hijo, su Raphael, su niño, su pequeño; el vampiro que había visto crecer, tomar el mando de un grupo de adolescentes, de crecer como persona y como un gran líder, ahora ya no estaba más.

—Raphael.

Arrimó la cabeza a su pecho, nunca había pensado que el moriría, Raphael era muy cuidadoso con su vida, ningún daño podría tener con su pensar, pero seguramente había sido tomado de sorpresa.

—M-Magnus lo siento mucho, pero debemos seguir— dijo Isabelle.

Uso su magia para hacer desaparecer aquella parte del cuerpo de su amigo, para que fuera a aparecer a donde la otra parte del cuerpo estaba, le daría un funeral que conmemorará su persona cuando volvieran, haría la mejor despedida para él y para Simón, haría que ambos pudieran reencontrarse en otra vida y tener suerte. Mientras tanto, debía encargarse de alguien por todo lo que estaba causando, porque Jonathan Morgenstern tenía la culpa de todo. Había asesinado a Ragnor, había matado a Raphael y ahora, había matado a Alexander para revivirlo y tenerlo como su carnada.

—Lo odio— susurró Magnus— lo odio.

Lo había manipulado en sueños, había jugado al ratón y al gato, y lo permitió, movió las piezas a su merced estando el siempre detrás, en las últimas piezas, en la de los perdedores, no podía permitirlo, no podía permitir que fuera humillado, si era el gran brujo de Brooklyn.

—Quiero matarle con mis propias manos, sentir sus gritos pidiendo piedad, su sangre desparramarse por los suelos y sentir sus espasmos antes de que su vida se acabe.

Se levantó con ayuda de Jace mientras trataba de que su cuerpo deje de sufrir aquellas emociones que no soportaba, sus piernas comenzaron a temblar, su corazón retumbaba en su pecho tratando de respirar con normalidad, su magia estaba a punto de perder el control, y se sentía miserable.

—Iremos detrás de él— susurró Magnus— debemos salvar a Alexander.

Su Alexander, quién tenía un corazón bondadoso, una persona justa, una persona que había nacido para hacer un cambio de los antepasados que tuvieron su apellido, ahora estaba siendo un siervo de Jonathan, de aquella persona con un alma despreciable, con un corazón negro, un monstruo.

—Alexander— susurró.

Se separó de Jace y comenzó a caminar con dificultad hacia la entrada a Edom, a aquella vía que había sido tan costosa conseguir, ahora podría ir ya que los habitantes de aquel lugar no estaban. Seguidos a él iban los demás, Jace estaba detrás escuchándose sus lamentos, ver a su Parabatai le había afectado más de lo que Magnus creía, y detrás de ellos iban los demás.

Todos frente a sus ojos se movía, la oscuridad y la luz de su magia alumbrando el pasillo, la voz de Raphael inundando sus oídos, recuerdos vividos juntos, sonrisas compartidas, fiestas que había obligado al vampiro ir, peleas sin sentido, abrazos a punto de darse, había vivido tanto con su querido Raphael, su hijo. ¿Qué sintió Simón a ser asesinado? ¿O Raphael? Sus recuerdos, su vida, pasaron frente a sus ojos, atrapar en sus gargantas un grito antes de su fin, sentir su cuerpo como se comenzaba a adormecer y la sangre caía de su boca, ver aquella luz que todos dicen ver y después irse.

Comenzó a caminar más rápido, sintiendo que en cualquier momento podría tropezar y pegarse en su cara, pero sabía que no sentiría aquel dolor como el sufrimiento interno que estaba teniendo en ese momento, la culpa le estaba doliendo.

—Magnus, Jace— llamó Isabelle— tenemos que pensar en frío, Jonathan quiere esto y sabe que así de vulnerables puede vendernos a nuestro propio fin.

¿Un plan? El solo quería sacar toda la magia de su cuerpo y que fuera a parar como una descarga de energía al cuerpo de Jonathan, para poder matarlo de una vez por toda, acabaría con ese miserable ser que había atormentado sus vidas y de todos. Lo encontraría, de eso estaba seguro.

No Me Dejes. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora