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Los pasos de los siervos de la reina Seelie se escuchaban como advertencia de que no siguieran caminando de donde están y se marchen por donde vinieron, el ruido de ruptura de ramitas rotas, pasos de gente corriendo y risitas divertidas que hacían poner los pelos de puntas a quien lo escuchara, el viento haciéndose cada vez más fuerte para hacer chocar los árboles entre sí y mostrar sombras inquietantes frente a sus ojos. Nunca se había parado a pensar a que le temía, era un brujo, un ser inmortal con una edad que podía ya estar cerca de las cuatro cifras, había vivido y visto tantas épocas pasar frente a sus ojos, como poder ver la maldad del mundo, de los mundanos y el mundo de las sombras.

Un Reino que había cambiando de ser un pintoresco lugar, casi llamándole paraíso a un pre-pasillo a Edom, desbastado y tenebroso, de igual manera no era algo que le sorprendiera en absoluto, pero las Seelie eran astuta y Magnus tenía la impresión de que alguien del grupo quedaría muerto ahí, en esas tierras. Capaz a no ver a Alexander cerca, todo le daba malas impresiones, ya que su Garbancito en cada misión daba seguridad, apoyo emocional para no temer, porque verlo ahí, de pies manipulando su arco por si alguna amenaza apareciera le daba los ánimos para seguir a su lado y luchar. Pero Alexander no estaba ahí, y esa emoción, ese sentimiento no estaba presente.

—Nos queda poco. — dijo Isabelle.

Avanzaban a pasos cortos, sus vistas rondando por el lugar sin perder vista a nada, aún no entendía porque no le habían atacado ¿Qué estaban esperando?

—La Reina Seelie quiere que lleguemos a ella— dijo Jace— si aún no nos ataca, es que algo nos tiene preparados allá adentro.

Magnus miró a Catarina quien estaba a unos pasos, ella también estaba sintiendo la desconfianza del lugar, y no podía evitar sentir que aquella mujer Seelie iba cinco pasos adelante que todos, preparada para sorprenderlo de una manera u otra.

—Tiene un truco bajo su manga— concordó Isabelle— y no debe ser algo muy bueno.

De pronto Magnus sintió algo dentro suyo, como una incomodidad, como si arrebataran una parte de su magia y la tirarán de su cuerpo, sintió como su vista se nublo un poco y el suelo se movió bajo sus pies, como si estuviera temblando, pero se repuso y siguió caminando escuchando como los demás hablaban y suponían de los planes de la Reina, solo debía ser parte de sus nervios de todos, porque estaban invadiendo un lugar que no conocían de todo.

—Entonces lleguemos allá— dijo Jace— ella quiere imponernos miedos antes de que lleguemos.

Los cinco caminaron hasta el lugar, no quedaba tan lejos, Magnus podía acordarse de algunos lugares mientras caminaban, reconocía el recorrido, mientras no pasara nada todo podría ser suficiente para llegar. Después de unos minutos encontraron una cortina de ramas y flores marchitas, cuando la última vez que había ido eran un hermoso cortinal de flores blancas. El primero en pasar fue Jace, Izzy entró detrás cubriendo su espalda, y después Catarina, Magnus pudo ver cómo Clary no estaba tan emocionada por todo lo que estaba haciendo, se notaba tensa por estar cerca de Jace y por el peligro que estaba cerca de todos. Magnus pasó detrás de Clary viendo la sala donde había estado, no era tan oscura como fuera del lugar, en el trono en un vestido blanco y pelo suelto, como la mujer bella que era, estaba la Reina Seelie esperándolos con una mirada sin ningún tipo de emoción, después de que el grupo hiciera unos pasos hacia adelante, los habitantes del reino le rodearon con sus armas en manos.

—Entrar a mi reino es una ofensa para mí mandato—dijo molesta la Reina— ¿Quienes se creen para entrar aquí?

Pero después de eso comenzó a sonreír con diversión, haciendo que cada uno la mirada confundidos, escuchando las risas de fondo, como un coro, risas de burla entrando por sus oídos.

—Les tengo una sorpresa invasores.

No Me Dejes. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora