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Las Nephilim estaban preparadas para luchar si era necesario, Magnus lo sabía, pero no quería hacerles daños a ninguna de las dos, más por una forma de respeto que aún tenía por ellas como Nephilim y porque seguían siendo familia de Alexander.

— ¿No escucharon?— preguntó Izzy— Quiero el cuerpo de mi hermano, ahora.

Jace se adelantó unos pasos mientras colocaba una de sus manos en su cadera donde estaba su espada serafín, Magnus dejó que la magia se notará en las puntas de sus dedos, chispas azules pidiendo salir para intimidar a las dos recién llegadas y no molestarán más, mientras que adelante Isabelle estaba dejando que su látigo bajará por su mano y Clarissa girará la espada serafín, preparada para la acción, preparadas para luchar.

— Ustedes no saben lo que siento— dijo Jace— es mi Parabatai, es mi hermano, lo quiero de vuelta.

Magnus sentía su cuerpo arder, quería desquitar su magia en ellas, que se rindieran y volvieran al instituto, pero Isabelle era hermana menor de Alexander y no quería herirla. Jace sacó su espada mientras susurraba el nombre de un ángel viendo como esta salía de su estuche en una luz brillante.

— Alec está muerto— dijo Izzy con la voz rota— no puedes revivirlo Jace, tu ni nadie.

Magnus pudo esquivar una daga tirada por la Nephilim pelirroja a penas que lo había tomado de sorpresa, la otra nephilim dejó que su látigo se moviera para rodear la mano de Jace y hacerle caer el arma sin titubeos.

— Trae a Alec al instituto, terminemos su ceremonia y dejemosle descansar en paz— añadió Izzy.

El brujo se cansó de ellas e hizo que las llamas de su mano fueran hacia su dirección para que cayeran hacia atrás, para luego tirar de Jace hacia el portal y caer hacia la mansión, el portal se cerró detrás de ellos. Un sentimiento extraño se posiciono en su pecho por aquello.

— Gracias por hacer eso, no quería pelear con ellas, no me perdonaría lastimar a Clary o a Izzy.

Los dos se sentaron en unos sillones mientras suspiraban por lo ocurrido, estaban haciendo lo que habían dicho, irían hasta el final, pero con ello iban a ir en contra de personas que eran cercanas en su vida.

— Yo tampoco quiero eso Jace, tendremos que tener cuidado si volvemos a cruzarlas.

Comenzó a abrir el diario, era pequeño, con hojas casi amarillas por el viejo uso, estaba escrito con letra cursiva, diminuta y ovalada, una caligrafía reconocida de los brujos.

— ¿Qué es eso?

Levantó la vista viendo como Jace se acercaba un poco para observar el pequeño diario.

— Esto nos indicará nuestro siguiente paso.

Miro al chico rubio caminar de nuevo hacia la cápsula, mientras que el trataba de buscar la fecha donde Malcolm había escrito sobre ese sueño que había escuchado hace un tiempo y lo había tomado en forma de broma. Ahora ya no parecía tan gracioso. 

— Alexander.

Podía escuchar los susurros detrás de él mientras daba vueltas las hojas, una por una, sin quitar la mirada.

— La runa me arde, la que compartimos, duele, hace que todo mi cuerpo se tense y quiero gritar.

Pudo escuchar unos que otros susurros de una conversación sin respuesta y sintió como un nudo en su garganta aparecía, su corazón comenzó a latir con más fuerza mientras se apretaba al sillón para querer hacerse más pequeño, el también a veces hablaba en silencio con Alexander.

— Creí que yo sería el primero en morir, no puedo soportar verte así Parabatai— murmuro el Nephilim— duele, duele como los infiernos.

Las lágrimas comenzaron a bajar por sus ojos y vio algunas de ellas caer a la hoja ¿Estaba haciendo bien? Los muertos no podían volver a la vida, era un proceso peligroso, pero era su Alexander, su chico de ojos azules, aquel que le había correspondido su amor, su novio.

— Haz que se detenga este dolor Alec, me duele.

Pero lo necesitaban, lo necesitaban vivo y si debía cruzar todos los peligros para que los dos estuvieran mejor, lo haría.

No Me Dejes. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora