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Se levantó a penas cuando vio a Alexander saltar hacia donde estaba el, haciendo que los demonios, que se habían pagado por el asombró, y Jonathan hicieran unos pasos hacia atrás, Magnus lo miró, era su Alexander, sus ojos azules como el agua le miraba de vuelta, su pequeña sonrisa, donde un pequeño hoyuelo se mostraba, su pelo azabache caía sobre su frente y está vez si podía reconocerle, porque el ojiazul estaba desprendiendo su esencia.

—Alexander, amor mío— susurró Magnus.

Quería tocarle, hacer que sus dedos acariciarán cada parte de su cuerpo, remarcando sus runas, sus huesos sobresalido, su pelo y toda su cara, pasar su dedo por sus labios y susurrar tantas palabras hermosas, en distinto idiomas, solo para él.

—Magnus, debemos luchar— susurró Alec— prometo que después de esto tú y yo hablaremos de todo.

El brujo asintió, estaba tan distraído que no se había dado cuenta que la sala estaba ya casi vacía, solo quedaba Jonathan, y Alec tenía armas en sus manos esperando pelear.

—Tú no eres rival para mí, te mate una vez y lo haré de nuevo— dijo Jonathan.

Magnus se colocó a lado de Alexander, hombros contra hombro a pesar de que el ojiazul fuera un poco más alto, y sonrió dejando que su magia bajará hasta sus manos. La piel de Jonathan comenzó a desintegrarse hasta quedar un cuerpo carbonizado, idéntico a un demonio, en su mano tenía una espada que comenzó a girarla cuando comenzó a caminar hacia ellos. Alexander quién tenía una daga en su mano se la tiró para incrustar en su pecho, no sucedía nada porque las armas Nephilim no servían con demonios mayores en Edom, solo la magia de la sangre demonio.

—No si estamos todos aquí para evitar lo que quieres Morgenstern.

Magnus miró hacia atrás viendo a Isabelle y Jace entrar por la puerta, no estaba muerto, sostenía su espada en su mano derecha y sonreía como sabía hacer siempre, con superioridad, cuando los tuvo al lado, no podía dejar de mirarlo, el libro había dicho sangre de Parabatai, sacrificio, pero Jace parecía más vivo que nunca, más que desde cuando convivían para buscar revivir a Alexander.

— ¿Estas...?— preguntó Jonathan.

Magnus como Jonathan, parecían sorprendidos de aquello, ninguno se imaginaba ver a Jace vivo después de la noticia de sacrificio.

— ¿Vivo? Claro que sí, yo no puedo morir— bromeó Jace— no soy como los demás Nephilim, en mi sangre tengo la sangre de ángeles, fue fácil engañarte Jonathan.

Este dejo salir un sonido de su boca haciendo que demonios menores aparecieran detrás de él, Jonathan le hizo una seña para que atacarán y el así comenzar a alejarse, Magnus agarró del brazo de Alexander para comenzar a dirigirse hacia donde Jonathan iba, sus heridas no dolían por la adrenalina que su cuerpo estaba atravesando, se encargarían ambos del chico, Alec mientras tanto usaba su espada para matar los demonios que se le acercaban sin querer irse, y Magnus pudo verle preocupación en sus ojos.

—Lleva a Jace contigo por favor, no a mí, lleva a Jace hacia dónde va Jonathan— suplicó Alexander.

Y Magnus derribando a unos que otros demonios agarró a Jace y comenzaron a correr hacia donde habían visto salir al chico, las heridas estaban comenzando a curarse o dolían menos; la oscuridad de afuera no era tan intensa pero podía notarse como algo en la parte izquierda del pantalón del rubio brillaba, lo cual había hecho llamar su atención.

— ¿Y eso?

El chico sacó la daga y la sostuvo entre sus manos con cuidado.

—Es la daga que Alexander me incrustó— dijo riendo Jace— sacó mi poder angelical, era como una barrera y cuando lo sacó la herida se cicatrizó, no morí cuando comencé a desangrar, Alec volvió a la normalidad y yo también.

La daga fue sacada de sus manos cayendo hacia atrás, Jace se quejó mientras movía su mano por el dolor, Magnus mirando hacia donde provenía el tiró le gritó a Jace que cubriera y el corrió hacia la daga, sería la única que podría servir para matar a Jonathan Morgenstern y tenía que recuperarla, pero cuando estaba por llegar el chico, ahora de piel carbonizada, cayó detrás agarrando del cuello y el filo de la espada muy cerca de su piel, se dio vuelta, quedando ambos frente a Jace que se había quedado inmóvil, Jonathan era mucho más rápido en su forma demonio.

— ¡Nadie podrá conmigo! ¡Soy Jonathan Morgenstern, hijo de Lilith y todos morirán por mis manos, nadie se salvará!

Entonces Magnus sintió como algo se incrustó en su espalda, pero no tan profundo y la espada caía al suelo, Magnus en un movimiento rápido uso su magia e hizo que el cuerpo carbonizado de Jonathan cayera lejos de él. Tomó la daga que brillaba bajo el y miró hacia donde el chico de ex pelo plateado había caído, viendo como los tres Nephilim lo tenían rodeado, cuando se estaba acercando, ya cojeando, para terminar todo de una vez por toda, pero el chico hizo un movimiento que llevo a todos hacia atrás, Magnus cayó sosteniendo la daga con fuerza, no lo soltaría ahora, ni nunca.

— ¡Dame esa daga brujo!

Jonathan estaba parado delante de él, con la espada de Jace o Izzy en sus manos apuntado su cabeza, su respiración era acelerada y sus ojos parecían echar furia de ellos.

—No ves que estás solo Jonathan Morgenstern, nadie está aquí para apoyarte, todo contra ti, eres y serás como tú padre, un don nadie— se escuchó Jace.

Y Magnus supo lo que hacía el rubio, provocar a Jonathan, quién no le gustaba que le dijeran que era igual a su padre, y lo logro, el chico molesto, no pensando fue a atacar a Jace, Magnus levantándose y riendo por la idiotez que tenían los demonios corrió hacia Jonathan y incrustó en la espalda del chico escuchando como este dejaba escapar un alarido y comenzó a desintegrarse como sabían hacer los demonios, cuando vio que ya Jonathan no existía, cayó de trasero dejando escapar el aire que tenía acumulado en sus pulmones, había sido una tortura pero ahora ya no más. Los gritos y alaridos de los demonios se escucharon en todo el lugar, el príncipe que sería descendiente de Lilith ahora no estaba vivo. Sonrió cuando Alexander se acercó y le dio un casto beso para ayudarlo a pararse, todos estaban sucios, con heridas y rastro de sangre.

—Debemos irnos de aquí— ordenó Isabelle— hay que salir de aquí, todo termino.

Antes de alejarse se acercaron a abrazar a Alexander, que tenía vida una vez más. Después de eso su chico de ojos zafiros ofreció sus brazos para cargarlo por las heridas que tenía en su cuerpo, Magnus encantado acepto, acurrucándose en sus brazos. Alexander estaba vivo. 

No Me Dejes. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora