- ¡Date prisa Jung Hye! - gritaba Tae delante de mí - ¡Vamos a perder el tren!
- ¡No es justo! - grité corriendo detrás de él - ¡Tienes las piernas largas! ¡Estúpido! - le escuché reír - ¡Yo solo mido 1,58! - continuó riendo.
Tae llegó antes que yo al andén y el tren estaba a punto de irse.
- ¡Rápido! - dijo aguantando las puertas.
- ¡Eh! - dijo un guardia del tren que se encontraba fuera - ¡No puedes aguantar las puertas!
Tae no hizo caso al hombre y continuó animándome.
Finalmente llegué y las puertas se cerraron de golpe y aquel guardia se quedó maldiciendo a través del cristal.
Nos sentamos cansados y de repente comenzamos a reír a carcajadas.
- Dios - dijo riendo - ¿Has visto la cara del guardia?
- ¿Cómo no verla? - reí - Estaba tan enfadado que la vena de su frente parecía que iba a explotar.
- No sé si reírme - comenzó a decir Tae entre risas - O pegarte por lo asqueroso que ha sonado eso.
- Ya, idiota - le golpeé y continuamos riendo.
Fueron lo 30 minutos más rápidos de mi vida. Hablar con Taehyung siempre me hacía reír, disfrutaba de su compañía y el tiempo se pasaba volando.
- Hogar dulce hogar - dije al bajar del tren.
Tae se quedó observando.
- Este barrio tiene mala pinta - me miró - Ten cuidado si alguna vez sales sola por ahí.
- Lo sé, lo sé - le di unos golpecitos en el hombro - ¿Vamos? - Comencé a correr para que me alcanzara.
Tener a un verdadero amigo cerca me hacía sentir feliz y protegida allá donde estuviese. Corrimos por esas calles sucias y paredes llenas de grafitis, el viento golpeaba nuestros rostros y nos despeinaba. Era muy relajante.