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22 -¡Sorpresa! –le dije cuando entró al comedor. -Wow, ¿lo hiciste tú? –me preguntó, mientras se acercaba al pastel sobre la mesa. -Sip. -¿Cuándo? Ayer estuvimos juntas todo el día. -Lo hice en la mañana. -¿Enserio? Debiste levantarte muy temprano –el rostro se le descompuso en una mueca, creí que se echaría a llorar, se acercó a mi lentamente y se recargó contra mí -. Gracias, Sasha –me dijo al oído. Apoyó sus labios sobre mi cuello y después se separó de mí. Hikari fue a la cocina para buscar platos para servir el pastel. Me llevé la mano ahí donde había plantado su beso. La mano me temblaba y apenas podía respirar. Agradecí que ella no se hubiera dado cuenta de la condición en que me había dejado. Me costó unos segundos más poder reponerme, y aun así, podía sentir ese beso quemándome y seguramente lo sentiría durante mucho tiempo más. 23 Acepté la ayuda que Hikari me proponía para estudiar para los exámenes que empezaban la próxima semana, pero no sirvió de mucho. No podía concentrarme en estudiar cuando la tenía tan cerca que podía sentir su fragancia o cuando su hombro me rozaba. Me contentaba en mirarla de reojo cuando ella no me veía y en asentir juiciosamente cada vez que ella me preguntaba si había comprendido. La verdad es que no me gustaba estudiar y la presencia de Hikari era la excusa ideal para no hacerlo. Después de dos horas, cerré la tapa del libro de matemáticas. Hikari levantó la vista al oír el ruido. -Que sea lo que Dios quiera –le dije. Hikari tuvo excelentes calificaciones ese semestre, las mejores del salón. Yo por mi parte tuve un desempeño mediocre, como era usual. 24 Estaba emocionada por las vacaciones de diciembre, porque sabía que pasaría más tiempo con Hikari. Cuando se trataba de ella, el tiempo nunca era suficiente y eso me sorprendía. Jamás había estado en una situación similar. Aún no me acostumbraba por completo e incluso algunas veces me sorprendía a mí misma pensando en ella. No comprendía porque ella estaba constantemente en mis pensamientos o por qué permanecía despierta por las noches, con el corazón golpeándome en el pecho, como si intentara transmitirme un mensaje secreto. Me sentía triste, me sentía feliz, estaba de buenas, estaba de malas, cambiaba de estado de ánimo constantemente. Sentía que no era la misma, me sentía joven, me sentía vieja. Pero cuando ella me miraba y me sonreía, me embargaba un cálido sentimiento que se extendía por todo lo largo de mi cuerpo. Solo bastaba con una mirada para que dejara de pensar y para que mis preocupaciones desaparecieran. Teníamos tres semanas de vacaciones e hice un montón de planes para pasarlas con Hikari. Ahora era yo quien iba seguido a su casa. La ayudé a limpiar su cuarto, me costaba creer que alguien pudiera sentirse cómodo en una habitación como la suya, sobre todo alguien como Hikari.      Además me sorprendía de que alguien tan pulcra con su apariencia, pudiera ser tan descuidada con su habitación. Aquel día fui a su apartamento temprano por la mañana, Hikari esperaba que hiciéramos algo divertido, pero yo logré convencerla de limpiar su habitación. Me siguió a regañadientes. Pusimos música a todo volumen y comenzamos a limpiar. Lo primero que hicimos fue meter en una bolsa negra toda la basura que encontramos. Había montones de botellas, de platos desechables usados, de envolturas de caramelos. Después fuimos a dejar a la cocina todos los vasos y platos sucios que encontramos. La cantidad de ropa sucia que tenía era sorprendente. La dejamos en la lavandería y puse a lavar una primera carga de ropa de color. También sacamos el contenido de los cajones de su tocador y lo pusimos sobre su cama para poder organizarlos mejor. Limpiamos sus cosméticos y tiramos aquellos que ya habían caducado, los cuales eran bastantes. Repetimos la operación con todos los cajones de su cuarto y después organizamos su clóset. Colgamos la ropa y luego pusimos otra carga de ropa negra. Hubiéramos hecho lo mismo con la ropa blanca, pero no había espacio suficiente para tenderla.

Hikari Donde viven las historias. Descúbrelo ahora