23

45 3 8
                                    

58 Sasha quiere comprenderme. Me hace preguntas. A veces respondo. A veces no. “¿Por qué no quieres ver a tu mamá?” Su pregunta permanece sin respuesta. Hay cosas que puedo decirle a los demás y otras que no. Yo estoy acostumbrada a cargar ese peso, pero para Sasha sería demasiado pesado. No puedo pedirle que viva con mi vergüenza. Nunca haría algo como eso. Por eso me esfuerzo en sonreír. Sasha no se ha dado cuenta, pero no he vuelto a ser la misma de antes. Ahora soy alguien más. Más fuerte. Solo siendo fuerte puedo estar con ella “Koukai saki ni tatazu”. Y por las noches nos acostamos juntas. Pensar que me sentiría cómoda y estando desnuda y vulnerable en su presencia, es algo que no hubiera creído antes. Nos tomamos de la mano, nos besamos, nos acariciamos. Su rostro sobre el mío, sus ojos fijos en los míos, el sabor de sus labios, su olor, todo en ella me resulta familiar. Todo en ella es mi casa. Me aferro a sus abrazos. No quiero dejarla ir. Sasha no se da cuenta de que en cada abrazo, en cada beso, en cada caricia hay una súplica y una promesa. 59 Sabe que he venido porque ya no le tengo miedo. Si tuviera miedo entonces no hubiera venido. Estamos frente a frente. Mi demonio y yo. ¿Qué hará ahora? Es temprano por la mañana y el sol inunda la habitación. Me evalúa mentalmente y yo a ella. Qué vieja se ve y no lo había notado antes. Tiene patas de gallo en las comisuras de sus ojos y sus labios marchitos permanecen torcidos en una mueca. Por un momento me pareció ver arrepentimiento en su mirada. Me equivoqué. Semejante sentimiento no puede existir en ella. Su rostro es cruel y sus ojos también. -Vé por mi bolso y hagas lo que hagas no mires en el interior –me dice. Tuerce la cabeza y sigo su mirada. Las llaves del auto están sobre la mesa. Las tomo y voy al coche. Me dijo que no mirara. Es lo primero que hago. En el interior de la bolsa hay una pistola. No soy estúpida, pero no puedo pensar con claridad. No entiendo su significado. Vuelvo a cerrar la bolsa. Doy un rápido vistazo al cielo. El sol brilla en lo alto. No hay una sola nube en el cielo. Me dijo que le llevara la bolsa, así que eso hago. Entro al complejo de edificios. Mi mente está vacía. Desde que soy una nueva persona no he visto ni a la pequeña Hikari ni a la radiante Hikari. ¿Qué harían ellas? Si alguien me lo pidiera, sería incapaz de sumar dos más dos. Mi madre me espera en su habitación. No vacilo al entrar. Le entrego el bolso. Ella me mira y yo la miro. Su mirada me parece lejana. El negro de sus pupilas está apagado como el carbón. El mío debe ser similar. -¿Por qué no vas a dejar esta carta al correo? –me pide. Me tiende un sobre que yo recibo con las dos manos. La dirección del sobre está escrita con claridad. Le echo un vistazo, pero no logro leerla. Me duele la cabeza y lo único que quiero es recostarme. Asiento y salgo de la habitación. No he terminado de cruzar la puerta de la entrada, cuando oigo la detonación. Me vuelvo. No comprendo nada. Durante unos segundos, una infinidad de segundos, no muevo ningún músculo. Estoy esperando. El silencio es perturbador. Como en un trance cierro tras de mí. Voy hasta un parque cercano y me siento sobre un banco. No sé cuánto tiempo permanezco así, solo sé que las manos me tiemblan. Poco a poco la luz de la consciencia comienza a brillar en mí. Se ha volado los sesos. No siento más que indiferencia. El monstruo ha muerto. ¿O no? Mi propia indiferencia me sorprende. Quizá nunca muera. No sé si su muerte signifique que he ganado mi libertad o que ahora ser libre es imposible. Pero estoy decidida, quiero intentarlo. Quiero cambiarlo todo. Saco mi celular. En la imagen de fondo estamos Sasha y yo. Tengo una llamada perdida de ella. Presiono el botón para llamarla. “Koukai saki ni tatazu” me digo a mí misma una y otra vez hasta que las palabras pierden su significado.

Hikari Donde viven las historias. Descúbrelo ahora