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Los ojos de Hikari encontraron los míos, por lo que me ruboricé. -Tan solo hoy las otras chicas te ofrecieron fumar y dijiste que no. Ya ves que te insistieron muchas veces y en todas ellas dijiste que no. Hikari apoyó su rostro sobre la palma de su mano y me miró por la primera vez desde que comenzamos la conversación. Esbozó una sonrisa a medias. “Tan linda”, pensé y de inmediato fui consciente de la manera en que mi corazón empezó a latir. Me sentí culpable. -Eres una persona muy linda –me dijo al fin. De nuevo me quedé sin palabras. En realidad, nunca he sido buena con los cumplidos. En la mayoría de los casos me hacen sentir incómoda. Además nunca sé que responder. Un “gracias” sería muy arrogante quizás. La mirada de Hikari permaneció fija en mí. Ahora era yo quien evitaba su mirada, mirando hacia algún punto lejano. -Quisiera algún día poder ser una persona linda como tú –dicho eso se puso en pie y se fue. Me alegré de que su hubiera marchado, de lo contrario se hubiera percatado de las lágrimas que comenzaron a asomar de mis ojos y entonces no hubiera pensado que yo era fuerte y me hubiera odiado por ser sensible también. Tuve suerte de que nadie usara las escaleras, porque en ese momento me eché a llorar. Lo hice tan silenciosamente como pude, pero no podía evitar que de vez en cuando un gemido escapara de mi garganta, entonces apretaba los dientes tan fuerte como podía y ocultaba mi rostro entre mis manos, intentando acallar los sollozos. Ni siquiera sé por qué lloré. Era una estúpida. Era lo único que se me ocurría. Era una estúpida y siempre sería una estúpida. Regresé a la habitación unos quince minutos después. Las otras chicas con las que compartíamos la habitación dormían ya, una de ellas incluso roncaba y la otra la acompañaba con respiraciones tan fuertes que hubieran podido pasar por ronquidos. Hikari se había cubierto hasta la cabeza con las mantas, me metí en la cama. No era una cama muy grande, pero era lo suficientemente espaciosa como para que cada una tuviera su espacio personal. Me sentía arder.            En la habitación hacía calor y bajo las sábanas hacía aún más. El cuerpo de Hikari estaba a algunos centímetros de distancia, si hubiera estirado la mano, hubiera podido tocarlo. Su cuerpo irradiaba una extraña calidez y ejercía una extraña atracción en mí. Debía tener una piel suave y agradable al tacto. Estiré la mano, pero la retiré antes de llegar a ella. Antes hubiera preferido que me la cortaran a que… “Esto no es normal”. Cuando tragué la bola de saliva que se había acumulado en mi garganta, me pareció que el sonido retumbó dentro de las paredes de la habitación. Esperaba que nadie lo hubiera escuchado y me hundí aún más en la cama, como si eso fuera posible. -¿Sasha? Hikari se dio la vuelta y nuestros rostros quedaron a unos cuantos centímetros de distancia. El corazón me latió con fuerza. Estaba segura de que el sonido era tan fuerte que las dos chicas en la habitación lo habían escuchado, que todo el hotel lo escuchaba, el mundo entero… Hikari lo escuchaba. La garganta se me cerró y no pude emitir ningún sonido. Tenía unas ganas locas de besarla, quería hacerlo como nunca había querido hacer nada en la vida. “No es normal no es normal no es normal no es normal no es normal no es normal no es normal no es normal no es normal”, era lo único que podía escuchar en mi cabeza. La cinta se repetía una y otra vez, hasta darme mareos. Podía sentir el aliento cálido de Hikari sobre mi rostro. Había algo raro en la atmósfera. Todo era tan raro. Todo me parecía tan irreal. Estaba soñando. Definitivamente estaba soñando. Esta no podía ser la realidad. ¿Qué pasaba con atmósfera? ¿Qué pasaba conmigo? Hacía un minuto tenía calor y ahora me estaba congelando. Tenía miedo. Aun ahora tengo miedo de lo que sentí en ese instante. Hikari acercó su rostro, yo también me acerqué a ella. Nuestros cuerpos quedaron más cerca que nunca los “no es normal” se habían transformado en “Hikari Hikari Hikari Hikari”, ella era en todo lo que pensaba. Y entonces, dejé de pensar. Me besó o yo la besé a ella. Nos besamos bajo las mantas. Fue un beso torpe. Pero ha sido también el mejor beso de mi vida. No duró más que unos segundos en ese momento, no lo sabía entonces, pero ese beso se quedaría conmigo el resto de mi vida y aunque viva mil vidas diferentes, estoy segura de que no lo olvidaría.

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