Todos los días me examinaba ante el espejo. Mi rostro estaba cubierto de ampollas gigantescas. Tenía miedo de aplastarlas sin querer o de que por la noche las reventara al cambiar de posición. Pero después de una semana, las ampollas comenzaron a disminuir de tamaño. No por eso me preocupaba menos. Al final terminó pasando. Así sucede siempre. Las cosas que más miedo nos dan y que más nos estresan terminan pasando. Un día están aquí y al día siguiente desaparecen y son remplazadas por nuevas preocupaciones. Sin embargo, con Hikari tenía la vaga sensación de que las cosas no serían iguales. No sabía de verdad si algún día se iba a recuperar. No sabía cómo arreglar las cosas. 69 Si Hikari no se recuperaba nunca, ¿qué sería de mí? Todos los días tenía que repetirme a mí misma que esto no se trataba de mí. ¿Cómo podía ser tan egoísta? Quería que Hikari volviera a ser ella misma, quería que se recuperara y quería que las cosas volvieran a ser como antes. Pero las cosas jamás volverían a ser las mismas y eso lo sabía perfectamente. Los días pasaban y, dejando de lado que el cuerpo de Hikari se recuperaba poco a poco, yo no veía ninguna mejoría en su alma. Ella permanecía tan indiferente como siempre, y a pesar de que respondía a mis preguntas, por lo general se quedaba callada y yo tenía miedo de esos silencios, les temía porque significaban toda clase de malos augurios. Cuando regresaba a casa después de haber estado con Hikari me sentía tan mal conmigo misma que no hacía nada más que echarme a llorar sobre mi cama. Invariablemente sucedía así: Llegaba a casa, forzaba una sonrisa y cenaba con Nina y con mamá. Hacía un esfuerzo sobrehumano para responder a las preguntas que me hacían sobre la enfermedad de Hikari y para participar en la conversación general. Luego lavaba los platos, siempre sonriendo y charlando. No podía dejar que ellas vieran, que ellas supieran lo mal que me encontraba y una vez que terminaba, iba a mi cuarto y escondía la cabeza entre las almohadas y lloraba en silencio. 70 Hikari parecía empequeñecerse cada vez que la veía. Tenía grandes sombras obscuras alrededor de los ojos y ya no sonreía. Cada vez que le decía que había hecho todo lo que tenía que hacer para sobrevivir, ella me corregía y me decía que no se sentía como una sobreviviente, solo como una víctima. Por supuesto, yo había dejado el rol de amante, para convertirme únicamente en su amiga. Jamás me hubiera atrevido a hacerle ninguna insinuación después de lo que había pasado, pero mi cuerpo añoraba nuestra cercanía anterior. A mi cuerpo le faltaba su contacto. La necesitaba, cada fibra de mi cuerpo gritaba por ella, y yo me odiaba a mí misma por ser humana y no una santa. Me sentía frustrada conmigo, incluso había momentos en que no toleraba a Hikari ni su apatía hacia todo y hacia todos. Si le pedía que hiciera algo, ella lo hacía pero siempre de manera mecánica, como si se tratara de un robot y no de un ser humano. No quería que las cosas siguieran así, quería que Hikari regresara a la normalidad. A veces la abrazaba y ella me dejaba hacerlo, pero sin responder a mi abrazo. Era como abrazar a una muñeca de trapo. Y en esos momentos sentía unas ganas tremendas de llorar y de llorar, pero nunca lo hacía, porque debía ser fuerte. Si Hikari no tenía fuerzas, entonces yo debía tener el doble para nosotras.

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Hikari
RomanceHikari es una novela lésbica sexualmente explícita lo cual significa que tiene en parte contenido para adultos se recomienda discreción al leer esta novela además del carácter que tiene gracias por su atención.