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Yo no estaba muy segura de lo que le gustaba de mí, pero me consolaba diciendo que quizá ella veía algo en mí que yo no veía, que nadie más veía. 53 -Entonces, ¿te gusta dibujar? –tomé el cuaderno sobre el escritorio de Hikari. Estaba lleno de dibujos de los cuales la mayor parte se trataba de paisajes, pero hubo uno que me llamó particularmente la atención. Se trataba de un autoretrato. Seguramente lo había realizado con la ayuda de un espejo, porque el detalle de cada trazo era impresionante. No es que yo fuera una gran conocedora de arte, sin embargo, ese dibujo me capturó al instante. Se trataba de un dibujo a lápiz. Hikari estaba de espaldas, con la cabeza volteada hacia un lado. Su mirada firme y desafiante mirando por encima de su hombro. -¿Te gusta? –me dijo, acercándose a mí. Yo estaba de espaldas pero la escuché deslizarse-. Ah, ése es bastante viejo. Debía tener catorce años cuando lo hice. -Es impresionante –le dije. -¿Tú crees? Y sí, para responder a tu pregunta me gusta bastante dibujar. Podría pasar horas y horas dibujando. Debe ser como tú y la escritura. -Yo no puedo pasar horas y horas escribiendo. -¿Ah no? -No, la verdad es que no. No tengo paciencia… Estos parecen personajes de manga –le dije, señalando las páginas donde los había encontrado-, me gustaría tener la mitad de talento que tú tienes para dibujar. Una sonrisa temblorosa se dibujó en los labios de Hikari. Cuando Hikari se ruborizaba, era siempre por partes, jamás vi que su cara se tiñera de un rojo uniforme. -Gracias, desde muy pequeña me gusta leer manga. -A mí también me gusta. ¿Cuál es tu preferido? -No tengo uno preferido. Depende de mi gusto del momento. En este momento solo me interesan los mangas para adultos. Sé que puede parecer extraño, pero me gustan porque me imagino la vida de los personajes y me digo que sería divertido hacer todo lo que ellos hacen. Me digo que me gustaría ser más como ellos. Más fuerte, más sincera, ser alguien más. -Es decir que son un escape de la realidad. -Yo no lo diría así –hizo una breve pausa en la que ambas miramos los dibujos en su cuaderno-, pero supongo que tienes razón. Me gustaría que alguien escribiera mi vida y la hiciera...mejor. En un manga todo parece tan fácil y divertido para los personajes. -A menos que seas Candy White. -A menos que seas Candy White –asintió Hikari, una sonrisa triste se dibujó en sus labios. No entendí el significado de esa sonrisa o de la sombra que pasó sobre sus ojos. 54 A medida que el tiempo pasaba me di cuenta de pequeños detalles en mí, que nunca había notado. Ya no era una solitaria y hablaba de mi vida con mucha más facilidad. Antes no era una persona de muchas palabras. Al contrario, pasaba la mayor parte del tiempo en silencio, y cuando alguien me hacía alguna pregunta personal, solía responder con mentiras. No sé por qué lo hacía. Sólo sé que era así. Y ahora, casi de manera milagrosa, me había dado cuenta de lo fácil que era hablar con las demás personas. Ya no mentía, o bueno, casi no lo hacía. Y todo era gracias a Hikari.            Quería que ella lo supiera todo de mí, las partes lindas y las partes no tan lindas y para eso tenía que abrirme. El cambio fue tan paulatino que ni siquiera lo noté hasta que hubo pasado el tiempo. Era semejante a engordar y no darse cuenta. Sobre todo me gustaba caminar con ella de regreso a casa. Generalmente Nina caminaba delante de nosotras, por lo que solíamos entrelazar nuestras manos cuando creíamos que nadie nos miraba. No duraba más que unos segundos, pero esos segundos lo representaban todo para mí. A veces tenía la sensación de que jugábamos a la casita. Preparaba de comer a Nina y a Hikari, después ella me ayudaba a lavar los platos y después, cuando Nina se iba al salón o a su habitación a hacer Dios sabe qué, Hikari y yo nos íbamos a mi habitación y nos acostábamos juntas. Conocía cada detalle de su cuerpo, como la marca de nacimiento en forma de triángulo que tenía en el muslo. Había besado cada centímetro de su piel, mis manos la habían recorrido de los pies a la cabeza y memorizado cada línea como si se tratara de un mapa. También me sentía mucho más cómoda conmigo misma y de mi cuerpo. Un día me miré en el espejo y me di cuenta de que ya no tenía miedo.

Hikari Donde viven las historias. Descúbrelo ahora