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Tenía un gusto salado, pero no era desagradable, al contrario. Me excitó saberla tan húmeda. Pasó un minuto, luego otro y a éste se sumaron muchos más. Hikari permanecía más callada que una tumba, a excepción de su respiración, entrecortada. Comencé a lamerla con más rapidez, pero era difícil mantener el ritmo. Pasó mucho tiempo. La lengua me dolía y la mandíbula también. Además apenas podía respirar, pero no dejé de lamerla ni un solo segundo. Hikari comenzó a aspirar lentamente y a dar pequeños gemidos. Continué con la que estaba haciendo, sin cambiar el ritmo. Subió su pierna sobre mi espalda y comenzó a empujar contra mí. Me sujetó por los hombros, y pude ver que estaba temblando. El verla tan excitada, me excitaba también. No sé cuánto tiempo pasó, pero a mí me pareció una eternidad. Finalmente, Hikari se estremeció y dejó escapar un “ah”. Me limpié la cara con el dorso de la mano. No había esperado terminar tan mojada. -Lo siento –me dijo -. No sabía que eso podía pasar. -¿Estás bromeando? Fue divertido. Hikari permaneció sobre su espalda, con los ojos bien abiertos y la mirada fija en el cielo de la habitación. Me tendí a su lado. -Siento el cuerpo entumecido. Es extraño. Me siento como en paz, como si todo estuviera bien. Como si me hubieran quitado un gran peso de encima y ahora flotara libre por todas partes –hizo una pausa para mirarme-. Gracias. -¿Por qué? –le pregunté sorprendida. -No lo sé. Solo quería decírtelo. La abracé y le besé la frente. Permanecimos en silencio durante mucho rato y en algún momento nos quedamos dormidas. 50 Había olvidado cerrar la cortina, por lo que me desperté con la primera claridad del sol. Dejé escapar un bostezo. Hikari me pasó el brazo y me besó. Aparté la cara. -¿Qué pasa? -Que no es una película. Tengo que lavarme los dientes. -Está bien, a mí no me molesta. -Ah espera –abrí el cajón de mi encimera y saqué un paquete de pastillas de menta. Me tomé una y le di la otra. Hikari rio, pero no protestó. Después nos besamos. Era muy temprano aún. La miré y ella entendió mi mirada. Cuando bajamos a desayunar, el reloj marcaba las 9:15 a.m. y para ese entonces Hikari me había hecho experimentar lo mismo que ella debió haber sentido la noche anterior. Yo también me sentía en paz. 51 Jamás había conocido a nadie que se sintiera tan cómodo con las presentaciones orales como Hikari. Tenía una manera familiar y agradable de expresarse. Además tenía una voz muy bonita. Todo el mundo la escuchaba. Mientras hablaba no podía evitar seguir el movimiento de sus manos. Era muy expresiva. Yo no era como ella y eso estaba bien. Me gustaba que Hikari fuera Hikari y que yo fuera yo. Pensé que era seguro que tendría una buena calificación en su exposición. Todos estábamos fascinados por sus palabras, por su manera de gesticular, por ella. Hikari era en pocas palabras una persona carismática. Por primera vez me di cuenta hasta que punto y comencé a dudar de mí misma. No sabía por qué Hikari me había escogido o lo que podía ver de bueno en mí. Yo no era más que una persona común y corriente, se mirara por donde se mirara. Hikari tenía muchos amigos en el salón, pero siempre pasaba el receso conmigo. En alguna ocasión le pregunté si no le importaba. Ella solo me miró y me sonrió. “Quiero estar contigo, ¿está mal?”, me dijo y yo la tomé de la mano. Si ella me hubiera dicho que el sol giraba alrededor dela Tierra, también le hubiera creído. 52 Mis sábanas despedían un olor rancio que me recordaba al vinagre que mi mamá usaba para limpiar. Era el olor que solían tener después de que Hikari y yo teníamos sexo. No era un olor desagradable. De hecho me gustaba. Me recordaba las cosas que habíamos hecho y el placer que había sentido. No sabía si a ella le gustaba mi olor. Ella nunca lo había mencionado, pero en todo caso, a mí me encantaba el de ella. Me gustaba todo de Hikari, el timbre de su voz, su piel suave y cálida, sus manos pequeñas y delgadas. Lo que más me gustaba era sostenerlas entre las mías y apretarla con suavidad.

Hikari Donde viven las historias. Descúbrelo ahora