Capitulo 15

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¡Dios mi corazón quería salirse del pecho! Me costaba respirar, me sentía cansada y mis piernas se sentían doloridas. Jamas las había utilizado tanto. La mano de Sergio entrelazada con la mía evitaba que perdiera el ritmo loco que seguía. Sus mordaces ojos miel me miraban retadores, no necesitaba expresarlo en voz alta era un claro "¿tan rápido te rindes preciosa?" es como si lo estuviera escuchando ahora mismo. Ardía por todas partes, no existía poro de mi cuerpo sin sudor. Y el parecía tan feliz, como un pez en el agua. - basta ya no puedo - dije en una especie de quejido sofocado. Él iba a abrir la boca para decir algo para picarme- callate - negué con la cabeza - nada de lo que digas - tome aire - hará que siga corriendo-.  Sonrió pagado de si mismo y continuó corriendo. Me hice aún lado del camino y me tire en la orilla sobre el pasto, cuanto glamour hay en mi persona. Jamás había hecho ejercicio, él lo hacía desde hace años se le notaba. Eso no era justo, me gire para quedar boca abajo y me coloque la capucha de la sudadera negra que me había prestado Sergio. Era varias tallas más grande y estaba calentita o eso me pareció al salir de la casa y sentir el frío aire golpear mis mejillas, justo ahora era como estar en un horno, me sentía como un cerdito horneado. Vi acercarse al hombre fresco como lechuga, corriendo como bambi en la pradera.

Se detuvo frente a mí -vamos preciosa, ven conmigo - ni siquiera logre articular palabra solo gemi y me voltee para sentarme. Esfuerzo máximo. - acabo de descubrir que eres de complexión delgada -

-en serio. Lo dice el señor que tiene una barra de chocolate en el abdomen - oigan logre decirlo sin jadear

-eso es andy porque hago mucho ejercicio, nada tiene que ver con mi complexión natural. Cuando tenia doce era obeso-lo mire incrédula - te lo juro hay fotos que lo prueban - extendió su mano hacia mi - mi hermano las guarda como aun tesoro - me sujete de ella para levantarme, mejor dicho Vera me incorporó - no perderá oportunidad de enseñartelas cuando vayamos a casa- la familiaridad de esa frase me desconcerto por un momento " cuando vayamos a casa" pensaba en serio presentarme a su familia. Sentia por lo que me había contado Sergio que los tres hombres Vera eran muy unidos, a pesar de la distancia que los separaba. Sus ojos miel reflejaban cierta añoranza cuando hablaba de la pequeña granja que su padre y hermano tenían. De momento desconocía el paradero de la madre, el no la había mencionado ni una vez y yo no era tan cabezota como para no darme cuenta que el tema era intocable. Aleje esos pensamientos, no debía tomarme tan a pecho un comentario que posiblemente Vera había hecho a la ligera.

Enredo su brazo en el mio y me jalo para seguir corriendo, me quejé pero comencé a seguir su paso.

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El sonido de la regadera me adormecia. Estaba estirada en el sillón vestida con mi pantalón de mezclilla una camisa a cuadros de Sergio y el pelo húmedo suelto. Tenía que empezar a preparar la comida, mi intención era hacer tanta como pudiera pero tenía sueño, la noche anterior nos habíamos dormido muy tarde viendo películas, que no eran del género de terror ¡gracias Dios! Hoy en la mañana nos levantamos temprano para ir a correr, cosa que me dejó más cansada aún.

Los planes para hoy eran simples, quedarnos en casa, yo cocinar, él calificar exámenes y después ver películas, pasar el rato, cualquier cosa menos salir de casa. Eso se lo dije muy claro, ya hubo suficiente exhibición el día anterior. Mi cara se puso roja de recordar el día anterior, la forma en que mi querido profesor me había tocado y en la que me hizo sentir me ponía ansiosa, quería más. ¿Estaba mal quererlo? Quería más, mucho más, no era idiota sabia bien lo que era el deseó, y yo lo deseaba. Eso no significaba que fuera a hacerlo. Es como con las adicciones reconozco que tengo un problema y lo acepto pero no iba a caer en el, aunque si seguíamos compartiendo el techo no estaba segura de salir ilesa.

Oí el ruido de cajones abriendo y cerrando, estaba buscando ropa. Eso significaba que el apuesto profesor estaba justo como Dios lo trajo al mundo, relami mis labios imaginandolo, estaba desnudo y a unos metros de mi me bastaría un minuto para atravesar la distancia que nos separaba, bastaría con abrir esa puerta para que él volviera a tocarme como lo hizo ayer. La noche anterior pese a que dormimos separados (yo en la cama, él en la sala) al despedirnos, sentí ansiedad en sus besos, demasiado deseo contenido, nos había costado mucho separarnos y dirigirnos cada quien a nuestro sitio. Después en la soledad de la habitación no podía conciliar el sueño, sentía una ansiedad en todo el cuerpo que no soy capaz de describir para cuando por fin logre dormir soñé con Vera de la forma más pecaminosa que puedan imaginar. Suspire resignada y algo excitada, me levante y me dirigí a la cocina arrastrando los pies.

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