Tya Aubriot
Lillian no había dormido nada, estaba super preocupada por lo que había pasado con los gemelos.
Agarró algo de sueño ya iba a amanecer, cuando iban a ser las siete, decidí levantarme.
Ya las señoras del servicio habían hecho desayuno, las saludé y subí la comida.
La puse en una mesa y comencé mover a Lilly, la cual al instante abrió los ojos asustada.
—Tranquila, princesita, solo te estoy despertando para que comas algo, después seguiremos durmiendo— ella asintió y le acerqué la comida.
Comió su emparedado y su jugo junto con su manzana con piña.
Se levantó a orinar y al terminar de comer, una de las señoras retiró la bandeja y ella se acostó conmigo de nuevo.
—Lo mejor va a ser quedarnos todos aquí hasta que baje la marea, mi niña —ella asintió abrazándome.
—Es lo mejor— dijo tranquila —, me gusta estar aquí —admitió—, además de que la casa es preciosa, siento que por donde camine en esta casa viviste algo —asentí.
—Esta casa es mi hogar, no hay sitio donde me sienta más yo que aquí—confesé —, a pesar de que me fui de la casa muy pequeña.
—¿Y por qué? —suspire riendo.
—Después de que perdí la virginidad, Sebastien se independizó, se fue de la casa y yo me fui con él —comenté —, luego a raíz de que él conoció a la mamá de su hija y otra manada de mujeres, se fue él a otro lugar y pues nos dejó el departamento a los gemelos y a mi, luego a los tres meses mi papá me mandó al internado y ya sabes el resto —conté—, me fui porqué Sebastien al menos me daba libertad en el aspecto sexual, libertad que mis papás no me daba, pero de lo demás, era lo mismo que vivir con mis padres—dije riendo.
Asintió riendo y sonrió.
—Es decir que siempre fuiste una chica madura, para irte de tu casa tan pequeña—comentó.
—Al final volví, pequeña —dije riendo —, ¿o como crees que soporte todo lo que viví por Charles? —pregunté —, viví aquí hasta casi los dieciocho y me fui al penthouse, que me regalaron entre todos mis hermanos por mis dieciocho—conté.
—Hablando de dieciochos, sabes que pronto voy a cumplir años, Ty…— comentó.
—No me vuelvas a insistir con la idea de dejarte irte a estudiar a Milán, Lilly— pedí mirándola suplicante.
Ella hizo un puchero.
—Pero es mi sueño, Ty, me mandaron la carta de aceptación—susurró y me dejo tiesa.
—¿Te aceptaron? —asintió sonriéndome y yo la abrace— ¿por qué no me habias dicho?
—No se me había dado— admitió.
Suspiré preocupada.
—¿Cuando? —pregunté.
—A mediados de Julio— respondió y yo asentí.
—Bueno, será conseguirte un departamento, un par de guardaespaldas que te lleven de arriba a abajo, mantenerte y más nada, mi niña— susurre y ella me abrazó chillando de la felicidad.
—¡Gracias, amor, gracias, gracias! —decía dándome besos por todo el rostro.
Le di un beso en la frente y la abrace.
—No te iba a cortar las alas, mi niña, no debo, debo despejar aún más tu camino y ayudarte para que crezcas, sé que tienes talento y eso te llevará lejos— susurre y ella me abrazó, sollozo en mi hombro y yo le di un beso.
La abrace fuerte y aspire su cabello.
—¿Y nosotras? —negue.
—Hay videollamadas, mensajes, llamadas de voz, correo, además de que yo te ire a visitar los fines de semana, los hermanos de Luigi viven allá, si no puedo ir, te vendrás con tus guardaespaldas hasta aquí y ya— respondí —, haré lo posible para que estes feliz, Lilly, asi tenga que viajar cada fin de semana, así tenga que dormir sola entre semana los próximos dos años, no me importa.
Ella me miró con desconfianza.
—Además de que mi deber, Lilly, como tu novia es apoyarte y ayudarte a materializar tus sueños, porque si fuese al revés tú aceptarías que yo fuera y me ayudarías — susurre —, además de que serás el orgullo de Marie, ella estudió su último semestre en Milán y dice que no lo cambiaría por nada— Lilly asintió.
Un par de meses pasaron y la ida de Lilly se materializó.
Llegué a mediodía y entré al ático, me acerque al cuarto y la vi terminando de acomodar un par de cosas en sus maletas.
—Hola, pequeña —ella me abrazó y corrió a abrazarme, enredo sus piernas a mi cintura y la alce.
Ella me abrazaba fuerte, mañana al medio día debía estar en el aeropuerto.
Me senté con ella sobre mi y Lilly me besaba el cuello y los labios muchas veces.
—Ty— susurro un sollozo y yo la abracé.
—Óyeme bien, mi princesa— susurré —, tú eres el amor de mi vida, no importa que estés allá y yo aquí, yo te voy a esperar— ella tenía lágrimas en sus mejillas—, va a ser una experiencia única, vas a vivir muchas cosas buenas, te divertirás— le limpie las lágrimas—, quiero que te enfoques, que estudies mucho, nena, es un sacrificio de parte de las dos— mencioné y ella asintió —, no me siento ni nunca me sentiré cómoda dejándote lejos, pero, es tu carrera y tus sueños.
Ella asintió y yo le bese la frente.
—Sabes que por los líos que hay no puedo salir de Francia esta semana, pero voy a explicarte todo— dije —, mañana, llegarás más o menos a las tres a Milán, al salir del checking, habrá un hombre llamado Miguel esperándote con un cartel con tu nombre, él va a ser uno de tus dos guardaespaldas, vas a recorrer unas diez calles hasta tu departamento que queda a otras diez calles de tu universidad, el apartamento ya está amoblado, tendrás una mujer que haga compañía llamada Caterina, es un amor, se encargará del departamento.
—¿Alguna otra cosa que deba saber?
—Si, que ese es tu regalo de dieciocho años— frunció el ceño y después chilló abrazándome—, el departamento esta totalmente a tu nombre— mencioné —, otra cosa, vas a estar las veinticuatro horas del dia con alguien cerca, ya sean tus guardaespaldas o Cate, te daré la tarjeta de crédito, puedes usarla en lo que quieras —ella sonrió.
—¿Y reglas y prohibiciones? No puedes estar tan tranquila —me hizo reir y asentí.
Le di una nalgada y un beso.
—Prohibido apagarme el celular, siempre tienes que tenerlo en la mano, investiga a todo aquel que se quiera juntar contigo— dije seria.
—Ty, es Milán, no Sicilia—dijo y yo la mire seria.
—Lilly, te advierto algo, toda Italia es mafia, toda— dije recalcando la ultima palabra —, no me quieras ocultar nada, conozco a todos los mafiosos pesados de allá, mi papá es amigo del más grande, cuidado en los clubes donde andes, cuidado a los sitios que vayas, preguntame primero.
Ella me beso y yo la apreté contra mi cuerpo.
Lillian Neff
—Quiero que me hagas el amor— pedí —, necesito que lo hagas, hazme sentir tuya, Tyana— supliqué, ella me beso el cuello y me apretaba el culo—, hazme sentir que me amas— susurre y la besé.
Cuando me tuvo desnuda, acarició mi cuerpo con las yemas de sus dedos.
—¿Por qué no haces algo? —ella rió.
—Me pediste que te hiciera el amor, tengo todo el dia— susurró.