Hay cosas que me enamoran y su mirada es una de ellas...
Pasaron 72 horas para que diéramos con quienes eran, además de otras 48 trayendolos a la guarida.
Entre y vi que eran varios, Sebastien y mis hermanos estaban ahí.
—Hoy si me voy a divertir— dije riendo, mientras saludaba a mis hermanos.
Sebastien tenía la mirada filosa, cosa que me preocupaba.
Al detallar y veo al jefe de los que tiraron el atentado cuando estábamos en Nueva Zelanda, jefe de los que violaron a mi cuñada.
Sigo detallandolos uno a uno y veo al primo de Charles, el cual me mira burlon.
Partí a reír con los recuerdos saliendo a relucir y me acerque.
—¿Quién lo diría? Jonathan Zimmerman, es un placer volverte a ver— dije alzando mis cejas.
—No puedo decir lo mismo—reí, obvio que no.
—Que irónico, ¿no? Fuese sido la yo de hace unos años atrás y te hubiese matado— dije agria—, pero todo cambia, ¿no Jonathan? —mencioné, recordando lo que dijo antes de abusar de mi.
Yo siempre lo odie, recuerdo que en una ocasión hasta un puñetazo le di.
Reí y me di media vuelta.
Contar lo demás sería bastante asqueroso, así que preferí siempre guardarlo en mi mente.
Volví a la realidad viendo a Lilly armar la maleta que llevaría a la clínica.
—¿Esta lista? —asintió sonriéndome.
—¿Crees que aguante hasta el próximo mes, Ty? —negue, con toda la sinceridad del mundo.
—Le doy esta semana a lo mucho—dije riendo y ella me miró asustada—, ya se acomodo, Lilly, es muy grande y sana, en cualquier momento pedirá salida de ahí.
Cathe entró y al ver la maleta sonrio.
—Yo voy a salir, pero vuelvo en la noche—dije y le di un beso en la frente.
Fui al estudio de tatuajes y entré.
—¿Que te harás, linda? —me pregunto Jenny, mi tatuadora.
—¿Te recuerdas de lo que te mencione la vez pasada? —asintió.
—¿Lo de tu futuro hijo? —asentí— ¿tendrás un hijo? —me pregunto feliz y yo asentí.
—Una hija— le mencione—, quiero muchas flores, de varios colores y con bastante oscuridad, quiero muchas rosas.
—Me parece bien—dijo y yo sonreí—, ¿por qué rosas y cuantas más o menos quieres? —pregunto buscando todos.
—Las suficientes para taparme la parte interna del brazo— mencione y ella asintio—, rosas porque, pienso en mi hija y pienso en esas flores, mi mamá decían que eran símbolo de amor—confesé—, las imagino así como rosadas, lilas, celestes.
Lillian Neff
Está dormida cuando Tyana entró, la mire y ella me sonrio.
Me extraño verla con una sudadera.
—Mira —dijo quitándosela y mi mirada se poso en su brazo.
Vi el tatuaje que cubría su brazo y yo sonreí encantada.
—Que hermoso, mi vida, acércate—le pedí y ella se acostó a mi lado.