No puedes pedirme que me aleje, ni que te deje sola, no puedo hacerlo...
Un año pasó y con el, una infinidad de cosas, me desperté primero que ella a la mañana siguiente, la dejé ahi e hice el desayuno.
Lo servi y se lo llevé a la cama. Me subí sobre ella y le di besos en el rostro.
—Amor, despierta—ella me miró somnolienta y sonrio.
—Buenos días, mi vida— susurró con la voz ronca.
Se sentó y estiro. Se revolvió el cabello y se levantó.
Tomó su bóxer y se lo puso y fue al baño.
Salió y se puso a comer conmigo.
—¿Tienes ánimo de trotar? —pregunté y ella me miró extrañada y asintió.
—¿Quieres salir a trotar? —pregunto y le dio un trago a su jugo, asentí y ella sonrio.
—Salgamos a trotar entonces.
Al rato se vistió y yo igual y salimos, Tyana tenia mucha mas resistencia que yo, pero ella trataba de no acelerar tanto y yo trataba de llevar su ritmo.
Se oía mucho el cantar de los pájaros, el ruido del viento al pasar era lo máximo.
—¿Cuando quisieras un hijo? —le pregunte y ella se torno pensativa.
—En un tiempo, unos dos o cuatro años— me comentó.
Asentí.
Trotamos mucho, hablábamos poco pero no eran de esos silencios feos.
Volvimos luego y nos bañamos y Tyana se miraba el brazo y chasqueo la lengua.
—Me hace falta un tatuaje en el brazo— dijo seria y yo partí a reir.
Siempre era asi, empezaba a mirarse equis zona del cuerpo y decía que ahí le faltaban tatuajes.
—¿Que te harás? —pregunté y ella se torno pensativa.
—Quiero muchas flores, aves y árboles, pero aún no me lo voy a hacer—dijo con una sonrisa.
Frunci el ceño.
—Hace un minuto dijiste… —asintió.
—Me hace falta, pero, aun no, próximamente —dijo.
—¿Y que te lo impide? —ellla aún sonriéndome me beso y yo la miré con una ceja alzada.
Se estaba volviendo loca, en definitiva.
—Eso me lo reservo.
Me encontré jugando con mi anillo de matrimonio, si de matrimonio, pensando en como hablar con Tyana.
—Cariño, necesitamos hablar— dije y ella asintió despegando la mirada de la pantalla plana de la pared—, necesito ayuda de tu parte.
Ella meneo un poco su cabeza con el ceño fruncido.
—Te escucho, mi vida— dijo seria.
—Necesito el avión privado y unos cuantos de tus chicos— Tya iba a asentir y paro en seco.
—¿Para qué? —preguntó jugando con la pluma entre sus dedos mientras miraba el techo pensativa.
—Pague para que me robaran mil lingotes de oro y los tengo que ir a buscar a Colombia— dejó de jugar con la pluma y me miró seria.
—¿Y esos lingotes son para…— preguntó.
—Van al mercado, así tener el dinero para producir mi línea de ropa— Tyana negó y tomó su cabeza entre sus manos y sonrio de lado.