Capítulo 24: ¿Ella no es feliz?

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No debería darme por vencida ahora, debería aceptar mis problemas por mí misma, mi madre no debería estar metida en el medio de mi felicidad y Alex.

Salgo corriendo detrás de ella, a pesar del punzante dolor en mi cabeza y espalda. Mis piernas no están entrenadas realmente para correr en este momento, pero apresuro el paso para detenerla.

Veo a mí madre a lo lejos, se ve algo cohibida por la persona que se encuentra frente a ella; Guillermo Leenards.

A pesar de que su presencia no era nada agradable para nosotras, siento un gran alivio en cuanto los veo conversar. Mi madre levantando el tono de voz y mi 'padre' intentando calmarla.

Me dirijo hacia ellos, a pesar de estar agradecida con Guillermo en este momento, trato de no emitir emocion alguna que delate mi inesperada adoración por él.

—Madre, padre— los miro a ambos, esperando que terminen su discusión. Observó detrás de ellos a un castaño que me mira con suma satisfacción, irritandome por completo. ¿Que hace aún aquí?

—¿Que sucede aquí? Estamos armando una gran cena para esos depredadores— digo entre dientes, observando a los periodistas que se ven desde el interior del hospital.

Puedo sentir cientos de flashes dirigirse a mí y a mí familia. Eso realmente era cansador, quisiera ir y sacarlos todos a patadas ¡Pero soy la maldita princesa!

—Madre, por favor ayúdame a continuar con el doblaje de mi ropa, mañana al fin saldré y quiero tener todo listo— digo con una voz suave, la cual logro tranquilizar un poco a mi madre.

—Aun asi, esto no terminará de esta forma. Mi hija merece ser feliz con el hombre que ame— se dirige hacia su esposo. El rey traga saliva, realmente incómodo por la voz fría de su esposa.

—¿Ella no es feliz con Alex?— dice confundido. Desvío rápidamente la mirada, no quiero que él note mi disgusto por el futuro rey. El realmente tenía expectativas hacia mi ex amigo, y aunque me gustaría mostrarle como en verdad es él, no podría hacerlo.

Guillermo, a pesar de todo, me aceptó como su hija, aceptó a una completa desconocida y le dió un hogar noble y sin ausencia de nada material. Puso su apellido en mis manos junto a su legajo.

—Si lo soy padre, solo que... hemos discutido últimamente, realmente me siento sofocada por la boda. Siento aún que soy demasiado joven para hacerlo, pero no tenemos otra opción. ¡Oh por Dios! Estoy poniendo esto como si fuera mi fin, soy una exagerada realmente— intento sonar convincente ante Guillermo riendo al final de su oración; él cree toda mi mentira.

—No te preocupes, tu madre también tenía esa edad en cuántos nos casamos, ella pudo con todo. Tu podrás con esto y más, Isabella— las formalidades de su padre nunca lo abandonan, sintiéndose algo más relajada en cuanto ve al Guillermo de siempre, siendo protector con su país.

—Claro, haré lo posible para defender este apellido, lo prometo padre— y por primera vez en mucho tiempo, logro llamarlo papá sin dudas, y sin tensiones.

Mi padre sonríe, pero oculta su felicidad ante nosotras por alguna razón.

Mi madre y yo nos dirigimos nuevamente a la habitación en la cual he pasado mucho tiempo. Cada vez que entro aquí, me siento ahogada, mi cuerpo se tensa pero mis manos tiemblan. A pesar de haber tenido siempre visitas, me sentía siempre sola.

***

Frote mis dedos sobre mis ojos delicadamente, mientras intentaba despabilarme. Había escuchado un ruido en la habitación y eso solo me preocupo más. ¿Había alguien? La oscuridad está esparcida por toda la habitación, haciéndome sentir aún más asustada.

—Ha-ay alguien— pregunte con la voz temblorosa, trago saliva lentamente mientras miles de pensamientos malos me invaden sintiendo más pánico.

—Bella...— esa voz aceleró mi pulso y me erizo la piel, sonrío en medio de la oscuridad. ¿Como no reconocer esa hermosa voz?

Erick...— digo con suma sorpresa pero felicidad pura a la vez.

Erick enciende la luz, entonces deduzco que estuvo cerca de la tecla todo el tiempo y aún así había hablado en la oscuridad haciéndome sentir el peor de los miedos.

Su perfecto cabello está peinado hacia un costado, su sonrisa se ve algo forzada y siento realmente que eso es gracias a mi.

—Esta noche quiero que solo pensemos en nosotros, Bella— su tono frío me pone aún más nerviosa.

—¿A qué te refieres?— me levanto de la camilla y me quedo a un costado de esta, sintiendo mis ojos ya cristalizarse ante su presencia.

Los pasos de Erick se acercan, realmente puedo oír su respiración calmada, pero se acelera en cuanto queda a mi lado. Detiene su paso, su mano se dirige a mi mejilla y la acaricia levemente, haciéndome suspirar. Mi mano se dirige a la suya, deteniendo su caricia.

—Esto está mal Erick, realmente está mal. Debes irte— mi voz está rota, casi no puedo pronunciar bien las palabras porque lo único que puedo decir son mentiras, mentiras que hieren al chico frente a mi.

—Dije que dedicaríamos esta noche solo para nosotros, por favor déjame quedarme aquí contigo— su voz suplicante es lo que termina por romperme. Un par de lágrimas caen, haciendo débil frente al chico que ame sin querer.

Aún recuerdo sus ojos verdes cautivandome, su boca pronunciando mi nombre; él diciendo que gane el concurso, nuestro primer beso. Todo era un simple recuerdo.

—Besame— susurro entre sus labios, y sin esperar otro segundo más sus labios comienzan a saborear los míos, su lengua explorando mi boca cómo hace tiempo atrás.

Siento que a pesar de que la necesidad de besarlo desesperadamente me invade, nos besamos lentamente, disfrutando uno a uno las caricias que se daban nuestros labios.

No... no me sentía lista para esto ahora mismo, pero dejé que el quitara cada una de mis prendas e hiciera conmigo lo que quiera porque esta sería nuestra noche, íbamos a hacer el amor por primera vez y eso se sentía bien para mi.

Sentía que entregando lo más preciado para mí, él comprendería de una vez mi alejamiento y cada uno seguiría con su vida como si nada hubiera pasado. Eso sonaba demasiado cruel, incluso egoísta, pero quería darle algo valioso para que sepa que yo siempre lo ame a él, que este sentimiento jamás terminaría.

Y ahora me encontraba desnuda en la camilla de un hospital, tapada hasta la cabeza, sollozando por el dolor de ya no tenerlo conmigo.

Él se había ido.

 

El secreto de Bella | Erick Brian ColonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora