Capítulo 32: La culpa

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Narrador omnisciente:

La pequeña Sammie se encuentra más tranquila ahora que le han dado su medicación. Isabella, quien aún no ha podido sacar la imagen de Erick besando a la enfermera, se recuesta con su bebé en la cama que, para su suerte, comparte con su esposo.

—Duerme, pequeña— le habla al oído, mientras acaricia su mejilla. Su piel pálida y suave le hacen sonreír mientras la ojiverde cierra los ojos de a poco, adentrándose a un sueño profundo.

—¿Por que? ¿Por que todo se dio de esta manera?— se pregunta, mirando aún a la luz de sus ojos. Porque mentiría si dijera que no ama a esa pequeña. Sin darse cuenta, ella también cae rendida en un sueño.

La puerta de la habitación se abre lentamente, dejando a la vista a Alex, él cual se acerca hacia las dos mujercitas que cambiaron su vida.

Él realmente amaba a Isabella, pero no podía evitar irritarse en cuanto Erick aparecía en sus vidas arruinando lo poco que había avanzado. Porque si, él había visto al pelinegro entrar al hospital y en ese instante su cuerpo se tensó por completo, dejándolo en evidencia.

Tenía miedo. Miedo a perder todo lo que había conseguido a través de muchas amenazas que siempre se precipitó a hacer. Porque sabía que Isabella no voltearía nunca a verlo, siempre supo que ella estaba a su lado solo por obligación desde que eran pequeños. Y entonces, la mejor amiga de la rubia había mostrado interés por él, alguien realmente había sentido amor. Y si, fue corriendo tras esa chica e Isabella los había visto. Entonces cualquier contacto que podían haber llegado a tener se había ido por el retrete.

Se recuesta al lado de la pequeña que ama como si fuera su propia hija, y observa a su esposa. Estaba tan tranquila de esta forma, tan en paz consigo misma que hasta le parecía irreal.

—Algún día me amaras como yo a ti, lo se— susurro entre la oscuridad que se aproximaba en la habitación. Isabella seguía muy dormida como para notar sus palabras, entonces suspira algo cansado y decide retirarse del cuarto antes que alguna de las dos despertara, no quería arruinar su momento de paz.

***

Erick sonríe en dirección a Andrea, quien come tranquilamente su creación. No había ni quince minutos de la cena que el ojiverde termino todo su plato.

—El ristagel está delicioso Andy— la felicita. Al oír eso, Andrea no puede evitar soltar una risa estruendosa.
En cuanto se ha calmado un poco, debido a la cara de enfado que le lanzaba su novio, sostiene una servilleta y se limpia cuidadosamente sus labios.

—Es rijsttafel, amor— le corrige, cariñosamente.

—Oh, claro. Podrías haberlo dicho antes de burlarte— su vista se fija en su plato mientras que hacer un pequeño mohín con los labios, pareciendo un nene de tan solo diez años que fue regañado.

—Lo siento Erick, es que... lo dijiste de una forma tan graciosa— y sin poder evitarlo, nuevamente se ríe.

Erick finge molestia y se levanta de su silla, dirigiéndose al baño. Andy es más rápida, y se coloca frente a él.

—Perdóname ¿Si? Solo bromeaba, no quería que te enfades conmigo— su tono dulce ablandan al pelinegro y sin más rodeos une sus labios con los de ella, acoplándose a la perfección.

—Eres tan hermosa y tierna, no puedo enfadarme. ¡Eso es injusto!— exclama con una sonrisa. Ella ríe y nuevamente unen sus labios, creando una guerra de lenguas infinita.

—Va-vamos al cuarto— menciona Andrea con la respiración entrecortada. Él asiente levemente, atacando sus labios una vez más, cargándola en su cintura y dirigiéndose a pasos torpes hacia la habitación de su novia.

Una vez en esta, coloca suavemente a Andrea sobre la cama, aún sin despegar sus labios. Las caricias aumentan y los gemidos de ambos hacen eco en la habitación.

—¿Realmente estás segura?— Erick se aparta, y con la vista fija en sus ojos le pregunto. Pero Andy no parecía tener inseguridades ahora, pues vuelve a besar los labios de su novio en respuesta.

Sus manos temblorosas van donde la parte final de la remera de su novio, intentando subirla. Erick le ayuda elevando sus brazos y en ese momento le quita su blusa a ella, dejando al descubierto su brassier.

—¿Serás cuidadoso?— murmura Andrea, tragando levemente saliva.

—Si, preciosa— le afirma.

Entonces sus palabras le dan la seguridad que por unos momentos había perdido. Ella lo amaba, quería entregarse a él y sabía que jamás habría arrepentimiento en su decisión. Porque aunque Erick aún no le había dicho las dos palabras que ella quería oír, sabía que él la quería de todas formas, a su manera. Lo demostraba día a día; con un simple mensaje diciendo que se cuidara, reprendiendola por no llevar un sweater cuando hacía frío, por no ir directo a su casa directo luego de salir de su trabajo. Y más cosas así le daban la respuesta que ella no podía oír salir desde sus propios labios.

—T-te amo— confiesa ella una vez más, sin esperar una respuesta a cambio. Pero algo inesperado sucede... Él le respondió, entre susurros, pero lo había hecho.

—También te amo

Y luego de eso, sus cuerpos terminan por formarse en uno solo, disfrutandose uno del otro.

No pasa mucho tiempo para que Andrea caída rendida entre sus sueños, donde vuelve a recrear lo sucedido en un sueño.

"También te amo" vuelve a repetir, una y otra vez entre susurros.

Pero Erick, quien está a su lado, había comenzado a tensarse. Sus ojos se cristalizan debido a lo sucedido y quiere pedir una disculpa. Quiere disculparse por mentirle de tal forma a la chica que yace entre sus brazos. Y ruega porque ella algún día le perdone, porque jamás podría volver a dormir luego de esto.

—Lo siento— murmullos salen por sus labios, haciendo que las lágrimas acumuladas se liberen de una vez.

La culpa ya había comenzado su tortura y no le daría paz hasta que pueda ser sincero con su novia, incluso con sí mismo. Pero ¿que podía hacer? ¿buscarla a ella y esperar que mágicamente lo vuelva a amar?

Bella, siempre era ella quien se mantenía en su mente. Y la culpa a ella por todo lo que le está sucediendo, porque no puede amar a alguien más por su causa.




El secreto de Bella | Erick Brian ColonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora