Mi mejor amiga. (69)

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Lucía.

    ¿Ganas de irme? Ningunas.

    ¿Les voy a echar de menos? Un montón.

    ¿Cuándo me vaya me voy a hinchar a llorar? Más que cierto.

    ¿Me quiero morir? Puede que a ratos.

    Os voy a poner al día, básicamente, me dijeron que no era nada y que aprendiera a controlar los nervios.

    Aunque me iré de Sevilla en dos semanas y debería aprovechar el tiempo al máximo, estamos dirigiéndonos a Marbella.

    Pasaremos allí una semana y ya le contaré a Celia en persona lo que no tuve el valor por mensaje o llamada.

    Le contaré que me voy, no volveré hasta dentro de tanto, que lo único que deseo es que me sustituyan por una nueva amiga que esté para siempre con ellos.

    Queda media hora para que pueda pisar la arena de la playa de Puerto Banús.

    —¿Cuánto queda?—pregunta Dani insistente y se escucha un golpe— Pero, ¿por qué me pegas? ¿Estás con la regla o algo?

    —Jules, dale otra— ordeno cansada y la morena hace caso sumiso.

    —Lo vuestro es maldad pura— suspira— Cuando os muráis el demonio se quedará en paro.

    —Pero es que como somos inmortales— reprocha Julieta con aires de superioridad y hace un pequeño gesto de chulería.

    —La vida es efímera e irregular, como la fama— suspiro— Un día estás en lo más alto y, antes de que te des cuenta, estás bajando rápidamente, sin saber como frenar— hago una pausa para coger aire— Hay altibajos, que nos hacen apreciar lo que t...

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    —La vida es efímera e irregular, como la fama— suspiro— Un día estás en lo más alto y, antes de que te des cuenta, estás bajando rápidamente, sin saber como frenar— hago una pausa para coger aire— Hay altibajos, que nos hacen apreciar lo que tenemos, pero sólo lo apreciamos cuando lo vamos a perder o, mucho peor, cuando ya está todo perdido.

    Me miran impactados y, a pesar de ello, sigo seria y apoyo mi cabeza en el cristal de la ventanilla y dirijo mi mirada a la carretera.

    —Lucía, ¿estás bien?— cuestiona Daniel preocupado rompiendo el silencio.

    Hago un movimiento con la mano restándole importancia.

    —Ya hemos llegado— anuncia Jesús sacando las llaves de la ranura— ¡Bajarse todo el mundo de mi coche!

    —¿Tu coche?— cuestiono irónica— El coche, como la casa, es de mis padres, de hecho si no hubieses acabado sacándote el carnet, no lo conducirías.

    —Lucía, sal a tomar el aire, enserio— interviene mi amiga.

    Me bajo del coche de mala gana y, seguidamente, se baja ella y rodea el coche hasta llegar a mí.

    —Lucía, ¿qué te pasa?

    —No me quiero ir, quiero seguir viéndote, viéndolos.

    —Quédate con este último año tan magnífico— me anima— Quédate con la imagen de Mar con el pelo verde— recuerda provocando que suelte una pequeña carcajada.

    —Yo quiero quedarme— agacho la cabeza y poso mi mirada en un punto fijo— Pero no es mi decisión y, cuando mi madre vea que en Madrid no conseguiré nada, me mandará más lejos— reflexiono dejándola aturdida.

    —¿Qué tienes que conseguir? ¿Por qué más lejos?— pregunta sin entender absolutamente nada.

    —Una de las razones de irme a Madrid es que mi madre quiere que explote mis talentos y cumpla mis sueños— explico mirándola— Ya sabes, lo de ser modelo, diseñadora, escritora, cantautora, abogada, etcétera.

    —Tu madre no quiere que explotes tus talentos, quiere explotarte a ti— suelta algo indignada, pero, sus facciones vuelven a relajarse— Aunque, a decir verdad, en cierto modo es lo mejor para ti, puede que sea la mejor forma de que seas feliz.

    —Yo no voy a ser feliz si no es en mi tierra, con los míos— reprocho seria— Y tú eres mi mejor amiga, deberías querer que me quedase.

    —¡Y es lo que quiero, pero prefiero ver el lado bueno de lo que es inevitable!— exclama con la voz rota y a punto de sumirse en un mar de lágrimas.

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora