Oh, oh. (33)

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Julieta.

    Hace seis días que le gastamos la "broma" a Mar.

    Está bastante mal, como que se siente una mierda.

    Venganza, mi amor, venganza.

    La cosa es que, Dani, la está apoyando, aún sabiendo cómo es y todo lo que ha hecho.

     Estoy con Guille en estos precisos instantes, estamos en mi casa.

    Mientras que mis padres andan por la casa, nosotros nos dedicamos a estar en el Jacuzzi.
   
    No estamos desnudos, por si las moscas.

    Vamos, que si les da por entrar que no nos pillen en pelota picada y piensen lo peor.

    Únicamente, estamos relajándonos, relajando los músculos, tensos del frío y, como no, con un poquito de alcohol.

    —Tenemos que hacer una visita a Lucía, creo que le vendría bien— propone Guille.

    Bueno, Lucía, la pobre está sufriendo lo que no está escrito.

    La pillaron sus padres besándose con Jesús.

    Diréis, eso no es nada malo.

    Para sus padres sí, no quieren extraños en casa sin su permiso, pero eso es lo de menos.

    Sus padres la tenían en un pedestal, la niña buena, no va por ahí con chicos, no bebe, no fuma, saca notazas.

    Pero, eso es sólo la fachada y la imagen que han querido crear de su hija.

    Lo único cierto de lo que enumeré anteriormente, es lo de las notas y que no le gusta fumar.

    Es más que cierto, de hecho, a mi me ayuda con las asignaturas de primero de bachillerato, estando ella en tercero de secundaria.

    Darte cuenta que una persona no es como creías, es duro, pero si tu intentaste modelar a esa persona, tienes gran parte de culpa.

    —Vamos hoy— sentencio— bueno, si quieres.

    —Me parece bien.

    Salimos del jacuzzi y nos enrollamos en nuestras respectivas toallas.

    Vamos a mi habitación y coge su ropa interior y su ropa normal y se dirige al baño de mi habitación.

    Me visto y doy toquecitos en la puerta.

    —Estás listo?

    —Ya voy— contesta.

    —Rapidito— refunfuño.

    Sale y me da un leve beso.

    —Impaciente— hace una pausa— te quiero.

    Nos besamos tiernamente durante unos segundos.

    —Yo más, y lo sabes— lo señalo con el dedo índice.

    Nos calzamos, nos ponemos los abrigos y bajamos a la planta baja.

    —Os vais?— pregunta mi madre saliendo de la cocina.

    —Sí, pero no me des dinero— me mira extrañada— vamos a visitar a Lucía.

    —Saludadla de mi parte, pero, un momento— va a la cocina y vuelve con un bizcocho— dárselo a la madre de Lucía, a ambas les encanta— Guille se acerca a mi madre sonriente y coge el bizcocho.

     —Nosotros nos vamos ya— anuncio tirando del moreno— adiós, mami.

    —Adiós, Janette— se despide el portador del bizcocho.

    —Adiós, que lo paséis genial.

    Genial, genial, no sé yo, eh.

    Salimos de la casa y vamos a la casa de al lado.

    Ahora diréis, cuando quedasteis para comer, por qué no fuisteis juntas.

    Yo estaba en casa de Guille, no en la mía.

    Llegamos a su casa y pico al timbre.

    Nos abre María sonriente.

    —Hola, chicos, qué hacéis aquí?

    —Veníamos a ver a Lucía— informo.

    —Y a darle esto— finaliza Guille tendiéndole el bizcocho y ella lo coge sonriente.

    —Oh, muchas gracias, chicos— agradece— siento deciros, que Lucía no está, ha ido al gimnasio, ya sabéis cómo es, que si engorda un kilo, pues,  se esfuerza hasta perder dos.

    —Ah, bueno, pues entonces, nos vamos.

    —De eso nada, pasad, no creo que tarde mucho— ofrece haciéndose a un lado para dejarnos pasar— además, hay más visita para ella.

    Quién habrá venido a verla?

    Jesús?

    Pasamos al salón, lo que veo no me gusta nada de nada.

    —Oh, oh.

Me llamo Lucía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora