Daniel.
Ahora mismo, decir que estoy celoso, es quedarse corto.
Sabéis esa sensación cuando os quitan algo, aunque no os pertenezca, y os sentís traicionados.
Pues eso me pasa a mí ahora, además, en mi estómago se ha creado un fuerte nudo y siento como si me costase respirar, aún a sabiendas, que no es real.
No me falta aire, ni mi estómago ha sido anudado, simplemente, quiero a Lucía Callejas Clarie en mi desorden.
Y la quiero ya.
—Dani— escucho la angelical voz de Lucía a la par que chasquea sus dedos frente a mí.
—Qué pasa?— cuestiono volviendo a la realidad.
—Que las niñas se van ya— informa haciendo una mueca de desagrado.
Ambas se abrazan a mí y yo las abrazo a ambas.
—Un ratito más— ruego haciendo un puchero.
—Si por mi fuese se quedarían, pero en la puerta está la enfermera esperándolas para cenar.
—Pues, sí, tenéis que iros, cuando queráis venís.
—Lucía ven aquí, anda— le pide mi amiga— por favor.
La pequeña se separa de mí y cuando Lucía la coge empieza a llorar.
—No me quiero ir— susurra aunque llego a oírla.
Lucía acaricia su cabeza suavemente y besa su cabeza repetidas veces.
—No llores, pequeña, luego iré y os daré las buenas noches.
—Gracias— agradece la niña secándose las lágrimas.
—Adiós, bonitas— me despido sonriendo.
—Adiós, Dani— dicen las dos niñas a la vez, mientras que Julieta da un salto para bajarse de la silla de mi lado.
La enfermera se lleva a Lucía y Julieta, aunque entre forcejeos.
—Entonces, cómo va a ir la noche? Un trío?— bromeo.
—No, mucho mejor que eso— dice Lucía.
—Hemos traído magdalenas— anuncia Jesús victorioso.
—Jesús, para ti no hay— le pico.
—Para Jesús estoy yo— bromea la morena.
—Ven para acá, morena, que te voy a dar tan duro que te vas a poner rubia— exclama mi gemelo a modo de broma.
—Tinte gratis— exclama Lucía riéndose.
Lucía se acerca a él y se sienta encima suyo.
Ahora mismo debo tener hasta fiebre, me hierve la sangre.
—Lucía, te quiero— se me escapa en un susurro.
—Yo no— musita levantándose— te adoro.
—Y yo qué?— pregunta Jesús haciéndose el ofendido.
—A ti nada— decimos al unísono.
—Eh, esto es bullying, pero, estamos desigualados, dos contra uno— razona el moreno— injusticia.
—Vete de mi vista, escoria— bromea la chica.
—Oh, que ataque más gratuito.
—Calla, fotocopia— exclama riéndose.
—Tu no mete cabra zarambambiche— canturreo.
—Dios, eso es Shakespeare, no?— ironiza mi amiga.
—¡Qué bien hace escarnio del dolor ajeno quien jamás ha sentido dolores. Pero qué luz se deja ver allí? Es el sol que sale ya por los balcones de levante? Sal, hermoso sol, y mata de envidia con tus rayos a la luna, que está pálida y ojerosa porque vence tu hermosura cualquier ninfa de tu coro. Por esa razón viste de color amarillo. Qué terco es quien se arree con sus galas marchitas. Es mi vida, es amor el que aparece. Cómo podría yo decirle que es señora de mi alma? Nada me dijo. Sin embargo, qué importa? Sus ojos hablarán, y yo contestaré. No obstante qué atrevimiento el mío, si no me dijo nada. Los dos más bellos luminares del cielo le ruegan que los reemplace durante su ausencia. Si sus ojos relumbraran como astros en el cielo, su luz sería suficiente para ahogar los restantes como el fulgor del sol mata el de una antorcha. Tal cascada de luz manaría de sus ojos, que haría despertar a las aves a medianoche, y corear su canción como si hubiese llegado el alba. Ahora coloca la mano en la mejilla. Quién pudiera tocarla como el guante que la cubre?— cito al personaje Romeo de William Shakespeare, dejándola boquiabierta.
—Pobre de mí— exclama acercándose a mí y siguiendo el guión.
—Habló. Siento de nuevo su voz. Ángel de amores que en medio de la noche te me apareces, como emisario de los cielos a la asombrada vista de los mortales, que deslumbrados te observan cruzar con vuelo muy rápido las esferas, y mecerse en las alas de las nubes— continúo metido en el papel.
—Romeo, Romeo. Por qué eres tú Romeo? Por qué no renuncias al nombre de tus padres? Y si careces de valor para tanto, ámame, y no me tendré por Capuleto.
—Qué debo hacer, continúo escuchándola o hablo?
—Cállate— suelta Jesús.
Yo me limito a hacer el gesto más bonito jamás inventado.
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Me llamo Lucía.
Fanfiction¿Cómo alguien puede hacer que mandes todo a la mierda sin conocerla realmente? ¿Cómo puede ser que serías capaz de arriesgar tu vida, tus sueños y tu felicidad por complacerla? ¿Cómo puede una chica conseguir convertirse en todo para sus íd...