La que yo amo

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Aquella mujer, la que yo amo,

la ayuné sin saberla entre mis rosas,

la dibujé como un viento que se escapa,

y adoleció fugaz en mi memoria.


No tiene aureola, ni música en la voz,

no tiene la estatura para un beso,

pero me hace sentir santo si la miro, 

tocar el arpa del amor cuando me besa,

y sin poderlo evitar, tocar el cielo.


Aquella mujer que es tan simple entre las simples,

que no tiene el sabor de los pretextos,

es el mejor manjar que haya probado

y mi mejor padrenuestro, cuando rezo.


Porque la hizo Dios, pura y hermosa,

fulgente entre las ninfas de los sueños,

y la depositó entre mis rosas sin ser rosa

para dejar de enloquecer, cada que duermo.


De aquella mujer me bastan dos encantos;

por más defectos que tenga, igual los tengo,

y es que en su alma de cristal encaja mi alma,

y es la medida perfecta de mi cuerpo.    


Hilos de vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora