A mi hija

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Una rosa de mujer nació en la gloria
de un dolor de amor que me quemaba;
nació de un corazón lleno de bruma,
que a otro sensible y vacío derramaba.


Nació fértil espiga en tierra ajena
por la que un día salí de mi morada,
con la ilusión de los vientos desprendidos
de mecer con sus alas, la esperanza.


Una tonada de amor que crece sola,
con su sonido apacible de nostalgia,
pretendiendo madurar entre las olas
de esas cosas tan extrañas que nos pasan.


Una sonrisa de Dios que de sus labios,
se desprendió convertida en esperanza.
Enmelotada de miel, era su risa,
y pegajosa en el viento, su mirada.


Un fruto dulce de un árbol que es amargo,
para endulzar de alegría las mañanas.
Una virtud cantarina y juguetona,
que alimentó la ilusión con su balada.


Naciste frágil, nocturna y diminuta
de sus manos, de mis manos, de las ganas...
Sabe Dios la alegría que se siente
cuando se hace una rosa de dos almas.

Hilos de vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora