Oda a la muerte

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Augusta, eterna y placentera muerte,

paisaje del amor, mi fértil rosa;

me alegra tanto el saber que puedo verte

porque es tu satisfacción, la más hermosa.


Aparta el dolor de mi aposento,

de estas carnes de angustia deprimente;

que sea el mío, tu mismo pensamiento,

que sea nuestro amor un aliciente.


Porque te amo a ti, ingenua muerte,

muerte de metal, febril dolencia en llamas;

no sería mayor, mayor mi suerte,

si supiera igualmente que me amas.


Me ha dejado de amar quien más debiera,

me quedé sin un ápice de aliento en primavera.

Se olvidó de tejer mi piel con ganas

arrebatándole a mi alma, las mañanas.


Pero ahora tú serás el fuego eterno,

para este amor sin amor, que ya es invierno.

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