CAPITULO 19 - ¿SE PUEDE "DESCONOCER" A ALGUIEN?

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Mi situación física era la siguiente: estirada en la cama arropada con la sábana (¿arropada?) y adornada por la misma ropa con la que salí ayer de fiesta.

Mi situación psíquica correspondía a: estado mental transitorio de modorra y mareo. No molestar dentro de...no molestar.

Lo que ocurría, era que el apartamento no era un hotel y no teníamos esos cartelitos típicos para poner en los pomos de las puertas. El sonido seco de unos nudillos contra la puerta apenas llegaron a mis oídos y ésta se abrió de par en par enseñándome a una Odd con buena cara al ver que no contestaba a su llamada. No me comparé con su faceta porque debía estar en apariencias de niveles menos algún número. Sumado a las ojeras que posiblemente tendría. ¿Importaba mucho ahora mis pintas? Porque el hecho de que se rieran especímenes como Jack cuando me viesen me traía sin cuidado. La cuestión rondaba en "de qué no se reiría ese simio".

¿Qué hora era? Deslicé mi cabello por la almohada y alargué un brazo en busca de un cuerpo que no encontré. Su olor a humanidad masculina se apreciaba al inspirar por la tela de la sábana. Para cuando quise darme cuenta, me localicé de morros contra el suelo gracias a que empecé a moverme en una dirección y no pensaba (realmente ni creí en esa posibilidad) que había estado durmiendo en el mismísimo borde del colchón. Lo raro era cómo diablos no me había caído antes. Me quejé.

─ ¡Evey! ¿Estás bien? ─ preguntó la francesa entrando.

─ Sí, sí. Tranquila, que puedo. ─ rezongué.

─ Jack y yo acabamos de hacerggg lasaña y pollo con almendgggras. ─ murmuró con su característico acento de su país.

A menudo ocurría que si no dominaba algún vocabulario español, le salía una r extraña dese la garganta. Su rostro adoptó un color indudablemente rosado y cabía añadir que estaba pintorreado con un poco de comida, de modo que tampooco quedaba como algo sucio sino gracioso. Deduzco que debe ser medio día. Y tenía sueño pero no podía dormir. Algo que provenía del salón o de más allá, distorsionaba la tranquilidad en aquella zona de la casa.

─ Genial ─ pronuncié irónicamente. ─ ¿Ahora jugáis a las cocinitas juntos? ─ enseñé los dientes en una sonrisilla.

Odd parpadeó ante mi hosca contestación. Acababa de levantarme, me había caído de la cama y encima tenía una resaca incalculable.

─ Bueno... no sabía que se le daba bien cocinar y...Él se ofreció.

Entendido. No quise molestarla más con el tema pues ya se estaba poniendo demasiado nerviosa. ¿Además de dar masajes también le daba a los fogones? Imposible. Un tío de esta época y a su edad lo único que haría sería fornicar como un animal salvaje y beber hasta reventar al salir de fiesta. Sí, eso era lo único que sabían hacer la mayoría de casi adultos del sexo opuesto de hoy en día. Ah, y fumar según el caso. Pero en este piso quién intentase encender algún cigarro éste iba por la ventana. ¿De dónde había salido Jack Donovan realmente?

La miré desde abajo detenidamente desde mi posición estirada. Sus ojos brillaban de entusiasmo y vergüenza a la vez, y me decían que el trabajo en dúo había salido perfecto, o al menos con éxito. Bueno, tiene lógica y me alegré. Conmigo hubiéramos terminado en una batalla campal. Además con la francesa, nada podía salir mal porque era buena compañera para cualquiera. Yo no tenía la facilidad de compaginar con alguien y menos si ese alguien no me gustaba. A la castaña le encantaba la cocina y al parecer, el usurpador de viviendas resultó no ser un chorizo con las manos en la masa como imaginé de los tipos como él desde que le conocí.

Era algo totalmente inédito en este lugar, que se hubieran animado a hacer algo casero sin romper nada ni provocar un incendio después de un año desde aquél día que intentamos hacer un bizcocho Cass, Lucas y yo.

De porqué Jack odia a Evey © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora