La puerta de casa se cerró de un portazo. Me asomé desde el pasillo apoyada en la pared por un hombro.
─ ¡Shuuui! ─ le llamé con la manita.
Él se acercó a mí con una sonrisa mirándome de arriba abajo. Echó un vistazo hacia el salón. Jack y Odd empezaron a discutir de si había que llevar a la rubia a su cama o no. Qué importaba eso ahora. Miré al japonés con cara resplandeciente y las mejillas sonrosadas.
─ ¿Sabes lo que me ha dicho el simio hace un momento? ─ levanté un brazo hacia Jack que se separó del sofá al escucharme.
Su determinación y expresión denotaban que no había más que hablar con mi amiga. La americana dormiría la mona allí.
─ ¿El qué? ─ me preguntó.
─ ¡Me ha dicho Daisuki! ─ clavé mi cabeza contra la pared y cerré los ojos un momento. ─ Mandado a la mierda...─ murmuré con voz más débil.
─ ¿Daisuki? ─ repitió el japonés con un acento perfecto. ─ Pero si eso no...
─ No le hagas caso, Mayamoto. ─ interrumpió el moreno en el preciso instante (qué oportuno) en que iba a decir algo que (creo) parecía importante. ─ Está como una cuba.
─ No essss verdad. ─ me enderecé completamente mirándole a la cara.
─ Sí. Anda, que te llevo a la camita.─ me acercó una mano.
Se la aparté de un manotazo. Shui soltó una risilla y se fue por el pasillo entrando a su cuarto no sin antes decir buenas noches a todos. La francesa saltó desde el salón y aprovechó para escabullirse hacia su habitación también. Otra vez solos. ¿De verdad que no lo hacían con esa intención? Era impresión mía o aquí casi todos estaban compinchados.
─ No me trates como una cría. Soy mayor de edad. ─ les espeté refunfuñando.
Crucé por su derecha y di el tercer paso hasta resbalarme con una maldita zapatilla marrón. Me sujeté a tiempo en otro brazo. El de Jack, ya que no había nadie más. Odiaba respaldarme en él. ¿Quién había sido el cabrón que la había dejado ahí? ¿¡Pero qué mierdas hacía en medio!? Mía no era, eso lo tenía claro. Así que había cuatro imputados en ese intento doloso de querer que me comiera el suelo a las cinco de la mañana y me lesionase. Pues habían fallado en la conspiración. Encima borracha. ¿Nadie tenía un poco de compasión en este piso?
─ Puedo yo sola.
─ Sí, adelante. ─ dijo con sorna dando un paso hacia atrás.
Le di con la punta del pie a la zapatilla entrometida y la mandé por los aires. Casualmente (con mi mala suerte de siempre), Shui salió por la puerta para ir al baño y la sandalia se estampó en su cabeza.
─ ¡Ay! ─ se acarició el cogote dolorido.
Ésta cayó al suelo en un plof seco.
─ Shui, no sé cómo te lo haces pero siempre eres el blanco de todos, tío. ─ dijo Jack caminando hacia él para recoger la zapatilla.
─ Mmmm ─ murmuró él dirigiéndome una mirada rápida con sus gafas.
─ Has salido de repente...te has puesto justo en medio de la trayectoria y...─ balbuceaba, no atinaba a decir nada en claro. Menuda estaba hecha. ─ Lo sientoooo mucho. ─ me incliné y junté las dos palmas de mis manos.
─ Ya está, Evey. Clleo que soy de piedra ya. No me saldlá ningún chichón, no te pllleocupes. ─ se giró hacia el moreno. ─ ¿Se dice así velldad?
─ Sí, chichón. ─ asintió el usurpador de viviendas.
Menos mal que el japonés siempre se tomaba estos sucesos a bien. Él desapareció metiéndose en el lavabo y yo suspiré soportando el peso de una cabeza sobrecargada. Me arrastré, literalmente directa a mi cama pero mi pierna izquierda se encontró con uno de los bordes de la cama de la americana. Caí encima de ella rebotando y echándome a reír al segundo.
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De porqué Jack odia a Evey © ✔️
HumorEn un apartamento de estudiantes donde ya convive una fauna humana compuesta por: Cassandra Pevensi, una zorra americana con una propensa adicción a traerse tíos a casa para saciar sus apetitos sexuales; Shui Mayamoto, un japonés casi gay que finge...