CAPITULO 37 - EL BOQUETE DE ROY DONOVAN

713 39 2
                                    

En la pantalla del teléfono móvil leí el nombre de Shui. ¿Shui? ¿Qué querría en esos momentos?

— ¿Si?

— ¡Evey! Pensaba que no me lo cogerías.

Me retiré un mechón de pelo detrás de la oreja antes de responder.

— Hola Shui— dije con la mirada en Jack—. ¿Ocurre algo?

— Pues...ehm...— oí de fondo la voz de Cass y una más grave y masculina. Debía ser del gemelo del simio por descarte.

— ¿Qué está pasando? ¿Estás en el apartamento?

El moreno frunció el ceño y yo me di la vuelta alejándome un poco de él para poder concentrarme mejor en la llamada.

— Sí. Es que...¡Joder Pevensi! Ten más cuidado.

— A mí no me eches la culpa, díselo a Odd que esto parece una biblioteca. Libros por aquí y libros por allá. Seguro la mayoría son robados.

— Eh, algunos son prestados de la biblioteca y otros comprados. No los cojas así. ¿Qué pasa?

— Pasa que ¡casi me caigo al tropezar con dos! — bramó la rubia.

De fondo, alguien resopló e intentó aplacar el ambiente. Me moría de ganas de saber qué diablos ocurría al otro lado del teléfono. Cómo podía formarse tal caos durante mi ausencia, bueno, nuestra ausencia. El pulso se me aceleró y apreté con más fuerza la mano con la que sujetaba el móvil. Prácticamente había olvidado el hermoso detalle anterior, con la bandera ondeando en aquél árbol situado metros más allá.

Tener dos mares escrutándome de arriba abajo queriéndose enterar de algo, no ayudaba a que me tranquilizase. Primero tenía que cortar con Shui antes de intentar hablar con él y Jack a la vez para tener a todos informados al mismo tiempo. Cosa imposible, por supuesto. Después de minutos en los que no sacaba mucho en claro, el japonés se hizo con el monopolio de la conversación telefónica.

— Evey, l-lo siento. Se nos ha caído la estantería que tiene Odd en su habitación y está todo patas arriba.

— ¿¡Qué!? ¿Cómo ha ocurrido?

Silencio.

— Dame le teléfono— pidió Cass a la que imaginé quitando el aparato de las manos al japonés sin esperar su aprobación. — ¿Evey? Mira, necesitamos ayuda. Es que queríamos colgar un cuadro en el comedor que hemos visto en una tienda de decoración y el imbécil...

— ¿A quién llamas imbécil, rubia? — intervino Roy con voz arrastrante.

— ¡Has sido tú el que te has puesto a agujerear la pared diciendo que no pasaría nada!

Me llevé el dedo índice y pulgar a cada lado del caballete de mi nariz y negué con la cabeza. Si aun estaba de una pieza y con la mente medianamente cuerda, por esto, no iba a enloquecer. No señor. La discusión continuaba aunque me aparté el móvil de la oreja para coger aire. Sonreí a Jack, queriéndole transmitir nada sin importancia; más bien acabé dibujando una mueca con mis labios. Finalmente añadí:

— Ahora iremos para allá Jack y yo.

Y colgué. El moreno se acercó a mí mientras guardaba mi teléfono en el bolso.

— Desembucha.

— Te lo cuento por el camino. — atajé a decir.

De verdad que aquella panda de jóvenes en fase de evolución crónica no podían estar sin liarla ni un solo día. Si pasaba una semana sin contratiempos, es que algo extraño estaba ocurriendo, porque lo habitual era siempre crear escenas como aquellas. Les gustaba o es que simplemente tenían ese don innato de joder al personal. Sería eso.

De porqué Jack odia a Evey © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora