Era una batalla perdida. Yo contra todos mis compañeros de piso resultaba un gasto de tiempo innecesario. Sí. Sabía que no podía hacer nada con esos estudiantes en fase de evolución crónica cuando se unían como lo habían hecho en la comida. La última frase del simio retumbaba en mi cabeza, mezclándose con los pensamientos que abordaban en mi cabeza, del porque había venido a este piso. Poco quedaba de mi cabreo pero no descartaba que volviese a resurgir en algún momento. Aunque Jack me hubiese lamido el dedo de sangre, no era suficiente. Me había aplacado, había que reconocer.
Él regresó y para entonces mi dedo había dejado de sangrar. Echó un vistazo al comedor algo más pequeño que el nuestro y con una lámpara de araña colgando del techo. Además las paredes estaban revestidas de un forro marrón que aparecían en las pelis antiguas. Deduje que el inmueble debía pertenecer a alguna mujer mayor. De todos modos no estaba mal para unas chicas. De haber pasado por aquí algunos de mis compañeros de piso, no quería imaginarme en qué condiciones estaría.
— Bueno, creo que aquí no pintamos mucho ¿no?
Le miré.
— ¿Y qué propones? — le pregunté rápidamente—. Y no me digas que volver al apartamento porque no lo voy hacer. Aun estoy...
— No, volver no. Sé que aun estas molesta. Tus cabreos suelen durar desde cinco minutos a un día entero— sonrió seguro de si mismo mirando de soslayo su reloj para refutar su teoría acera de mi carácter.
Fruncí los labios. No le daría la razón. Tomé mi chaqueta, me acomodé el bolso y me dirigí hacia la puerta del lavabo. Piqué un par de veces. Obtuve respuesta después de unos segundos largos. Norma no tenía motivos para estar cabreada conmigo. Yo no tenía que ver nada con el tema Donovans. Además la que debería estar mosca era yo con ella por haberme ocultado el vínculo que tenía con esos dos hermanos ingleses. Aquí había un complot que no me gustaba nada de nada. Y lo peor de todo era que yo estaba en uno de los centros de este asunto escambroso.
— ¿Norma? — la llamé al oír una exclamación.
— Evey, lo siento muchísimo. Perdóname pero quiero estar sola. Déjame sola, por favor.
Su voz sonaba rota al otro lado de la puerta. Inspiré una bocanada de aire, girándome hacia atrás para encontrarme con la estampa de Jack detrás de mí. Su actitud evidentemente no era tan preocupada como la mía. Tal vez hasta le daba igual pero descubrí como tensaba la mandíbula y ese gesto me anunció todo lo contrario. Al fin y al cabo Donovan no era un insensible egocéntrico. Si bien, no tanto como para mostrar tanta indiferencia con gente que conocía o cercana a él. ¿Pero cuánto de cercana?
El moreno negó con la cabeza, indicándome con la barbilla que marchásemos de allí.
— Ya me llamarás...— le dije a modo de despedida antes de cruzar el pasillo.
Cerré la puerta del piso y nos metimos en el ascensor en sumo silencio. Ni una palabra. Poco antes de llegar a la planta baja, Jack cortó con el tenso momento, ahí metidos, en ese reducido espacio en el que nos encontrábamos. Qué recuerdos me daban los ascensores...A menudo tenía la sensación de que en algún momento éste se pararía como aquella vez. Nuestras respiraciones se entrechocaban. Uno de mis codos se tocaba con el suyo.
— ¿Saldrías a dar una vuelta conmigo?
— ¿Hoy?
— ¿Cuándo sino? — dijo socarrón.
Las puertas del ascensor se abrieron y salí tras él. Abandonamos el portal y le cogí por el brazo para pararle.
— Espera, un momento— dije juntando un poco mis cejas— ¿Me estás pidiendo una cita?
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De porqué Jack odia a Evey © ✔️
HumorEn un apartamento de estudiantes donde ya convive una fauna humana compuesta por: Cassandra Pevensi, una zorra americana con una propensa adicción a traerse tíos a casa para saciar sus apetitos sexuales; Shui Mayamoto, un japonés casi gay que finge...