No estaba preparada. NO LO ESTABA. ¿Cómo se debía actuar o decir cuando se fingía algo que no se sentía? La verdad, mis padres nunca me habían enseñado a mentir. Había gente que valía y gente que no. Yo era del segundo grupo evidentemente. Había sido algo que había aprendido con el paso de los años de la gente con la que me había rodeado y nunca había sido muy partidaria de la sobreactuación. Mi madre decretó después de ver la obra de teatro escolar en la que salía haciendo un papel casi principal, que mejor me dedicase a las matemáticas, que se me daban mucho mejor.
Aquella era exactamente el tipo de situaciones que menos me motivaban en la vida. Esas en las que no tienes ni la más remota idea por donde te saldrá tu otro aliado (véase, el gran estropeacitas) y que hay que apañárselas sobre la marcha sin que parezcas...toda una falsa sentimental.
Me puse a su altura, avanzando hacia la barra donde me esperaba Luis que se guardaba su tarjeta de crédito en el bolsillo lateral de su chaqueta.
― Has tardado.
Apenas reparó en Jack lo cual me sorprendió, pues debía de recordar como mínimo su cara porque no hacía menos de dos horas se habían visto. Aunque fue fugazmente, sería de mala educación por su parte no saludarle. Sin embargo, para lo que estaba por venir, casi mejor que no.
― Sí bueno, es que...me he encontrado con él― me volteé hacia el moreno a mi derecha y éste me agarró de la mano que tenía tocando su cadera.
El corazón me dio un brinco inesperado e intenté mantener la calma y sobretodo, continuar con naturalidad. ¿Por qué tenía que cogerme de la mano? El repartidor de pizzas le echó un rápido análisis, sin detallar mucho a mi compañero de piso.
― ¿Ocurre algo? Íbamos a ir a algún sitio a bailar ― me clavó su mirada y yo la desvié lentamente hacia el simio.
Estaba segura de que se había fijado del acto que acababa de llevar a cabo el simio, empezando a delimitar su territorio al rodearme con sus dedos la mano. Jack los apretó todavía más. ¡AU!
― No va a ir a ningún lado. ― sentenció el moreno todo serio él ― Me la llevo. Ha sido un error y pido disculpas por ello, pero no sabía lo que estaba haciendo. Ella en realidad no quería cenar contigo.
De pronto, di un paso hacia atrás deshaciéndome de su agarre. ¡Había ido directamente a cuestiones de mi capacidad intelectual! ¿Cómo se atrevía? No se había cortado lo más mínimo. Era una Cassandra Pevensi a lo femenino. El papel de chico celoso se le estaba subiendo demasiado a la cabeza...Y no traería nada bueno.
― ¿¡Cómo que no sabía que...!?
― Venga, Evey. De hecho le estás haciendo un favor.
Las manos de Luis aparecieron entre nuestros cuerpos, pidiendo con su gesto una explicación a todo ese cúmulo de imprevistos que estaba truncando nuestra cita.
― ¡El favor en todo caso te lo estaré haciendo a ti! ― salté llamando la atención de las mesas más cercanas. ― De verdad Jack, estás llevando esto demasiado lejos.
Menudo espectáculo estábamos formando.
― Eh, tío. Déja que haga lo que quiera. ― dijo Luis frunciendo el entrecejo poco después. ― Tú eres uno de sus compañeros de piso ¿verdad?
― Sí― respondió hosco el aludido. ― Y te partiré la cara como te la lleves.
― La morena se viene conmigo te guste o no. ¿De qué vas, tío? No eres nadie para decidir que tiene que hacer y no hacer.
Llevaba toda la razón del mundo y hubiera asentido con la cabeza de no ser porque recordé al instante que Jack estaba actuando, adoptando un papel de tipo excesivamente pelusero, hasta niveles enfermizos. Si casi no quedaban sujetos tan posesivos en el mundo.
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De porqué Jack odia a Evey © ✔️
HumorEn un apartamento de estudiantes donde ya convive una fauna humana compuesta por: Cassandra Pevensi, una zorra americana con una propensa adicción a traerse tíos a casa para saciar sus apetitos sexuales; Shui Mayamoto, un japonés casi gay que finge...