No había ningún objeto del que pudiera echar mano y usarlo como un improvisado crucifijo. Sí, Odd me habría leído la mente o incluso Shui. Habrían descubierto o intuido mi plan de pretender ponerlo (de haber encontrado algo parecido a una cruz) entre nuestros cuerpos y recitar: "¡Aléjate de mí, hijo de Satanás!". Pero entonces corría el enorme peligro de caer en mi propio programa anti-Jack Donovans (sin el anti). Lo único bueno de esto era que el simio no estaba pendiente de lo que corría por mi desajustada cabeza, estaba más al tanto de cuándo y cómo quitarme las bragas.
Era ahora o nunca.
Sus dedos se movían como corredores de un maratón por mi cintura y muslos, erizando mi piel y estremeciéndome en ese sofá hasta el punto de tocar con la espalda los hierros. El quejido que emití de mis labios fueron interpretados por Jack como placer. Definitivamente nada estaba yendo a mi favor. Si estuviésemos en un piscina, habría tocado fondo y no podría salir a la superficie con tanta facilidad, menos aun en la posición en la que me encontraba, con sus brazos a cada lado de mi cuerpo. No era muy diferente la sensación que en el agua, salvo que disponía de suficiente oxígeno, de momento. Jack no me había robado aun tanto aire.
Encima vaya un lugar para sentarse era aquél si tenía tan poco soporte que a la mínima ya te clavabas las bases. Tendría que plantear urgentemente a los demás sobre comprar un sofá nuevo. ¿Tendrían suficiente dinero? Y lo más importante ,¿lo gastarían en un sofá?. Poco faltaba para llegar a fin de mes así que, temía que más de uno se negase a invertir euros para un mueble. ¡Era para el bien común de nuestra morada! Intentaría convencerlos y sino usaría la táctica de Cass para sus fines: coger lo más valioso de uno y amenazar con romperlo o quemarlo. A veces la rubia servía para algo más que provocar revuelos.
Ya iba siendo hora. Además, estábamos dos personas encima de él, hundiéndolo con todo nuestro peso que podría superar perfectamente los cien quilos. No sabía cuánto pesaba Jack (ni me importaba) sin embargo, en ese momento tan caliente y al borde de ser abrasados (no mientras yo pudiera impedirlo) por esos roces, caricias e incluso besos... Me aplastó un poco más, buscando un contacto que no quería mi razón pero sí mi instinto. Más que nada por la experiencia pasada que había tenido ya con su querido gran paquete. No quería que usara esa debilidad. Fuerza Evey, fuerza.
Sus labios volvieron aproximarse a los míos y aproveché la ocasión para mordérselos con ahínco. ¡Lo había conseguido!. Jack se echó para atrás y se pasó dos dedos por sus comisuras. ¿Le había hecho sangre? Quería hacerle daño pero no hasta el punto de hacerle sangrar... Por suerte no vi ninguna gota roja.
─ Joder, qué bestia. ─ murmuró aun así, con una sonrisa pintada en su boca.
Respiré tranquila por no haberle hecho nada más y entonces mi inexistente suerte por una vez me dio la tregua. Jack se acercó a mí, haciendo que mi entrepierna ardiera con la suya. Mierda. Su polla descubierta no tenía nada que ver con aquél día del masaje. La sentía más dura y firme. Me conmocioné por la sensación y apreté mis piernas acogiendo su miembro como si estuviese diciendo que lo deseaba. ¿Pero porqué todo me salía al revés? Justo en el instante en que el usurpador de viviendas quería llegar a mi sujetador y palpar mis pechos con sus manos, logré alcanzar el mano de la tele.
─ Alto ahí, profanador. ─ dije al tiempo que colocaba el objeto en vertical a pocos centímetros de su nariz.─ Aquí no todos tienen tanta experiencia como tú.
¿Acababa de delatarme? ¿Lo había hecho? Como es posible Evey que este tipo te saque cosas personales. Me puse muy muy nerviosa y le mando resbaló de mis manos hasta acabar en el suelo. Jack rió sin moverse encima de mí.
─ ¿Qué te hace t-tanta gracia?
Vale, estaba exaltada y con las mejillas ardiendo.
─ Me has recordado a mi primer día aquí. ─ respondió encogiéndose de hombros sin borrar la sonrisa. ─ Rises ¿de verdad creías que te follaría aquí mismo?
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De porqué Jack odia a Evey © ✔️
HumorEn un apartamento de estudiantes donde ya convive una fauna humana compuesta por: Cassandra Pevensi, una zorra americana con una propensa adicción a traerse tíos a casa para saciar sus apetitos sexuales; Shui Mayamoto, un japonés casi gay que finge...