No entendía por qué me insistía más y más, como si de un reto más en la vida se tratase. ¿Por qué me obligaba a querer hacerla mía? ¿Por qué me obsesionaba en sentirla entre mis brazos? Nunca había soñado con la morena pero había ocupado mi mente más de una mañana en mi facultad. En otro momento, conociéndome, me hubiera buscado a otra con la que intentarlo (hablando sexualmente) pero con ella... Evey no era un trofeo que llevar a la cama ¡era mi enemiga!. No debería tener estos deseos frenéticos. La mujer que debía odiar con todas mis entrañas y a pesar de eso ningún sentimiento hostil salía de mí desde hacía días, ni siquiera desde el primero, que únicamente desprendía indiferencia hacia ella. ¿En qué se estaba convirtiendo lo que sentía por esa chica? Odio, no podía negar que el odio estaba, junto a la impotencia.
A cada momento que pasaba con ella más se enfriaba mi objetivo, incluso, en ocasiones, llegaba a desaparecer. ¿Cómo era posible? No, sí que era creíble más cuando abría una puerta y me la encontraba de cintura para arriba desnuda aunque hubiese dicho que no había visto nada. Era entonces cuando dejaba de ser el Jack conspirador para ser el Jack de siempre.
Lo único que debía hacer con Evey era intentar estudiarla y conseguir saber donde guardaba el ansiado pendrive y no descarrilar e ir por lo que acostumbraba hacer con las mujeres. La había observado e intentando sacar los colores y secretos para ganarme su confianza, en la medida de lo posible.
─ ¿Qué miras Donovan?
Me sacó de mi momentánea ensoñación. Alcé la mirada que la había tenido puesta en su edredón de estampados florales. No le contesté y en vez de eso, giré el pomo de la puerta.
─ Creo que será mejor en otro momento. ─ anuncié cruzando la puerta y saliendo al pasillo.
Unos pasos descalzos se aproximaron y desvié un poco mis ojos claros hacia ella. Se había quitado la coleta, así que el cabello le caía en cascada sobre los hombros ofreciéndome una imagen natural de Evey. La camisa que se acababa de poner le ceñía bastante los hombros y la cintura de modo que por ende, también le realzaban los pechos. Jack, no sigas por ahí.
─ Ya que has entrado cuando te ha dado la gana ─ me arrastró dentro de su cuarto de nuevo y cerró la puerta de un portazo. ─ Ahora me lo dices.
Enlacé los dedos de cada mano y me las coloqué detrás de la cabeza avanzando por la habitación. Luego me senté en la cama de Cass con los brazos extendidos hacia atrás y ligeramente inclinado en la misma dirección.
─ Está bien ─ dije cogiendo un pequeño peluche de un perro de la americana. ─ Como te dije en el McDonald's, tienes algo que quiero y no me iré hasta que me lo des.
Evey se estableció en su cama enfrente de mí cruzándose de piernas en actitud de chica al acecho.
─ Pues ya puedes esperar sentado porque no tengo nada que te pertenezca. ─ sonrió sardónica. ─ Bueno...─ señaló enfadada con la cabeza hacia su armario. ─ A excepción de las estupendísimas letras negras "made in Jack Donovan" que me dejaste en mis mejores prendas.
Mis pintadas en su ropa con aquél rotulador permanente le habían marcado. Es decir, no solo la ropa, sino a la propia Evey. Sonreí de lado recordando el momento en el que estuve hurgando en su armario y aproveché en devolvérsela por lo del tetrabrik de leche y mi ropa descolorida. Fue algo imprevisto, ni siquiera lo planeé. Puro instinto vengativo.
─ ¿Estás segura? ─ le pregunté dándole la oportunidad de retractarse.
─ Segurísima. ─ dijo con irritación clavándome sus ojos.
Tanta, que no dudé mucho en su veracidad. ¿Y si no lo tenía en realidad? No. El pendrive se encontraba en sus manos. ¿Porqué su padre confió algo tan importante a su hija? Mi padre no habría hecho lo mismo conmigo o con mi hermano. La tía me estaba tomando el pelo. Era imposible que no supiese la dinamita que tenía en su poder. Pues bien, averiguaría su escondite, costase lo que me costase. Relajé los hombros y suavicé el rostro adoptando una expresión risueña y pintoresca.
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De porqué Jack odia a Evey © ✔️
HumorEn un apartamento de estudiantes donde ya convive una fauna humana compuesta por: Cassandra Pevensi, una zorra americana con una propensa adicción a traerse tíos a casa para saciar sus apetitos sexuales; Shui Mayamoto, un japonés casi gay que finge...