Tardé en recomponerme después de lo sucedido. No fue fácil canalizar por mi cuerpo y mente lo que acababa de experimentar como si fuese algo...normal. ¿Aunque qué era normal en ese apartamento de estudiantes? Mis labios palpitaban como si tuviesen vida propia aunque ya no estaban unidos a la boca que me había rebatado el aire breves segundos. La parte baja de mi espalda (concretamente la zona lumbar) donde me acababa de dar contra el marco de la puerta, me ardía horrores. Vamos que pocas zonas de mi anatomía se habían salvado. El tobillo que me había hecho acabar en el colchón tirada sobre Jack aun estaba resentido. Con una mueca me puse de pie y entonces descubrí una nueva sensación de cosquilleo. No era dolor, era un efecto que aún no se había terminado. Entonces lo recordé, el paquete del usurpador de viviendas clavándose entre mis piernas.
¿Había sido un sueño? Porque me daba vueltas la cabeza, sí, sería eso. Tuve que apoyar una mano contra la pared. Shui, Odd y Jack siguieron arrastrando el colchón esta vez por el suelo para evitar malos mayores o sucesos peores. Se indicaban entre ellos y a veces alzaban la voz cuando la colchoneta topaba con algo del suelo y tenía que bordearlo. Una vez lo sacaron fuera, lo dejaron apoyado contra los cristales de la puerta entre el comedor y la terraza. No me di cuenta de que tenía un par de ojos clavados en los míos cuando ladeé mi cara hacia la cocina.
─ ¿Qué pasa? ─ pregunté al ver que no decía nada.
─ ¿Lo has hecho aposta? ─ contestó una Cass distinta, pocas veces la había visto así.
Desvié la vista hacia sus pies para toparme con un cuenco para la ensalada (por suerte de plástico) tirado bocabajo vacío. ¿Cuándo se le había caído de las manos?
─ ¿El qué? ─ seguí en lo mío, sin saber de qué hablaba.
─ No te hagas la tonta, Evey. ─ puso sus brazos en jarras ─ Os acabo de ver. Todos lo acabamos de ver.
─ Me he dado un buen golpe, ya lo sé ─ gruñí llevándome la mano a la espalda.
Que se jactasen de ello no me extrañaría. También yo me he reído de las desgracias ajenas alguna vez. ¿Y quién no? La rubia sacudió la cabeza, levantándome una ceja. Cuando Cassandra Pevensi ponía esa expresión, no traía nada bueno a la persona que iba dirigida.
─ ¡No finjas que no ha sido nada!
─ ¡Pero porqué te pones así! ─ saltó ya cabreada. ─ No lo entiendo.
Lo único que quería ahora era tumbarme en la cama. Y de paso alguien que me diera una masajito. Pero era mucho pedir para mi desgracia, la que siempre había acarreado desde que recordase. Fuera como fuera, necesitaba expulsar de mi persona y mi mente el episodio del colchón maldito. Me pellizqué el puente de la nariz cuando unas manos me agarraron de los hombros, pillándome desprevenida y me sobresalté.
─ ¿Q-qué haces? ¡Ahora que pasa!
Los brazos de Cass se zarandearon agitando mi cuerpo consigo, sacudiéndome como si me diese un tembleque.
─ ¡Jack nunca me ha besado así! ─ dijo alarmada con los ojos saliéndose de sus órbitas para luego acuarlos lentamente. Oh, vamos, ¿se iba a poner a llorar? ¿En serio? ─ ¡Nunca! Evey, me tienes que decir el secreto. ¡Ha sido histórico!
─ ¿El qué? ─ volví a preguntar como al principio.
Iba a volver a menear sus manos y entonces coloqué una de las mías encima para evitarlo a tiempo.
─ Mira que a veces eres un poco cortita ¿eh?
Eso me llegó y fruncí el ceño, mucho. ¿Me había llamado retrasada o algo? ¿Pero quién era ella para decírmelo? Me contuve de decirle nada porque sabía que ahora no era una Cass controlada; estaba histérica. Ya se la devolvería cuando estuviese más calmada y se pudiese dialogar civilizadamente con ella. Si es que se podía tomar algo en serio con esta mujer ex animadora ninfómana.
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De porqué Jack odia a Evey © ✔️
HumorEn un apartamento de estudiantes donde ya convive una fauna humana compuesta por: Cassandra Pevensi, una zorra americana con una propensa adicción a traerse tíos a casa para saciar sus apetitos sexuales; Shui Mayamoto, un japonés casi gay que finge...