CAPITULO 11 - EL COLCHÓN MALDITO

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Odd, con todo el desespero y exaltación que pudiese emanar de alguien como ella, se estuvo frotando con una toalla la cara durante la siguiente media hora, después de usar mi spray para el cabello. Con esta, ya eran cuatro las veces que intentaba sin éxito eliminar la pintura de sus mejillas, logrando sólo enrojecer la zona. ¿Cuántas más debía probar para darse cuenta de que eso no funcionaba? Así sólo conseguía gastarme el pote. Tampoco ayudaba mi sentimiento de culpabilidad al respecto, porque la responsable de haber terminado en está vergonzante situación no era otra que aquí la presente. Y no iba a negarlo, por supuesto, asumía las consecuencias.

Mirar de reojo por el espejo como la impotencia arrastraba a la morena a comportarse como una joven casi adulta histérica cuando volvía a destaparse la mejilla para ver si algo había salido, me hacía pronunciar una mueca todo el rato. Ella no era así, yo la había convertido en algo parecido a mi yo incontrolable en momentos en los que Jack abría su boca o simplemente no hacía nada. Y el no hacer nada, ya os digo yo, que era suficiente.

─ Debemos comprar algo en la farmacia, esto no parece surtir efecto.

─ No, espera...─ dijo rascándose con la toallita unas miles de veces más, sacudiendo su mano ─ Que creo que está empezando a salir...

Abrí el grifo para que humedeciese la toallita. Si ella era feliz aferrándose a aquella esperanza de creer que cuanto más frotase más saldría, pues no iba a convencerla de lo contrario. Lo haría el spray.

─ ¡Ogh, il s'est terminé! ─ anunció Odd apretando al botón insistentemente sin que nada saliese por el agujero.

Genial. Ahora me había quedado sin mi querido spray para el pelo. Y no era barato precisamente. Ya tenía otro motivo más para salir a comprar hoy porque a esta inglesa el pelo que se le quedaba por las mañanas era el típico de leona pero a lo bestia. No tenía ni el cabello liso del todo ni rizado (un cuero cabelludo híbrido diría yo) y debía decantarme cada mañana por uno u otro, casi siempre por lo primero. Me resultaba más fácil alisármelo al cepillármelo un par de veces después de humedecerme el pelo con ese producto, que ojo, no era tan químico como otros, era curiosamente de una conocida marca francesa.

Yo nunca había oído hablar de ella hasta que un día ya muy lejano, en el supermercado de Carrefour, Odd me aconsejó ese spray en vez de la espuma que siempre había usado, que al parecer sus efectos secundarios eran: dejarte el pelo como la paja. Agradecí que me pillara a tiempo antes de acabar con mi querida melena tiesa y frágil. ¿Qué sería de Evelyn Rises sin su mata de pelo castaño?

─ Será mejor que vaya a la farmacia ─ comuniqué antes de entrar en mi habitación para coger dinero y cambiarme de ropa.

─ Uhmmm sí.

Qué menos que pagase yo lo que necesitásemos para sacarnos la tinta negra de la cara. Por la ausencia de preocupación en Odd, deduje que la francesa estaba más obsesionada de lo que creía en eliminarse el "maquillaje" facial que en cuantos podrían burlarse de mí en la calle. No le recriminaba por ello, probablemente en su misma situación yo hubiera actuado mucho, mucho peor. Cosa de mi padre, que poseía el genio que yo había heredado en el vientre de mi madre, más desarrollado y moderno. Las segundas versiones solían ser más evolucionadas ¿no?.

─ ¿Vas a salir a la calle así, Rises?

Aquella fue la única voz capaz de producirme una inhalación profunda para autocontrolarme. Aunque sonó desde la habitación de enfrente, igualmente hizo que me girase. Jack se encontraba, nada menos, que colaborando por un mundo libre de sustancias tóxicas, o mejor dicho, por una "familia" más sana y mejor. ¿En serio ese era Jack Donovan? No sabía por qué el japonés le ayudaba, no se lo merecía, sin embargo el simio estaba encargándose de su cama a la que según había dejado dicho antes no iba a hacer nada para limpiar. La chica con la que había disfrutado Shui ya se había marchado con la cara estupefacta y no me extrañó lo más mínimo tratándose de la humilde morada del caos.

De porqué Jack odia a Evey © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora