Salgo tan deprisa de casa que no me despido de mis padres; pero es que cuando se trata de él, todo se me olvida. Es tan cómico porque ni sé su nombre. Sé que algún día lo sabré. Me preguntará el mío y me pedirá que salga con él; nos haremos novios, nos casaremos, tendremos hijos y moriremos de vejez. Bueno, eso es lo que me hago creer a mí misma.
Camino lo más rápido que puedo hacia la parada del semáforo, pero mi suerte es tan negra que me voy de bruces al tropezar con una estúpida piedra. Tengo ganas de gritar porque me hice un raspón en la rodilla izquierda, pero la gente creerá que estoy loca, así que con las mismas me levanto y... joder, me duele. Me alzo la falda del uniforme y veo que estoy sangrando. Saco un pañito de mi mochila y me limpio. Tampoco fue tan grave.
Veo como la gente me mira, pero no se acercan ni me preguntan si estoy bien; tampoco es que me importe. Recuerdo el porqué estaba caminando tan rápido: abro los ojos y me apresuro en mi travesía, pero esta vez me pongo a correr como loca. Le hago zigzag a la gente que se interpone en mi camino. Siento que ya me falta el aire, pero llego tarde para verlo, hasta que me caigo de nuevo.
— ¡Joder, niña tonta, es que te tienes que meter en mi camino siempre! — exclama, dándole un portazo a su auto, un convertible color rojo — ¿Te has hecho daño? — me pregunta de la manera más tosca y fastidiosa que puede haber.
Es tan guapo: su cabello negro como el carbón, sus cejas pobladas, sus pestañas largas negras, esos ojos miel, nariz fina, esa barba no tan pronunciada de días. Se nota que hace ejercicio, pues la camisa pegada a su torso lo confirma; además, hace que sus músculos se vean tan comestibles. Y ni qué decir de su metro ochenta de estatura. Agradezco a los padres que lo hicieron.
— Deja de mirarme de esa puta forma — casi grita. Trago saliva porque no es muy bonita la mirada que tiene justo ahora — Te he hecho una pregunta — insiste
Debo parecer un ratoncito con hambre que ha visto su queso, y pensar eso me hace sonrojar. Me toma por los hombros para levantarme del suelo, cosa que hace estremecerme. Su agarre es firme y las mariposas en mi estómago empiezan a revolotear como locas. Nunca había llegado tan lejos, no puedo creer que me esté hablando.
— Eres tan lindo — me escucho diciendo con voz soñadora
Veo su ceño fruncirse, sus labios aplanarse y me suelta como si mi piel quemara.
— Lo sé
Aunque eso haya sonado muy egocéntrico de su parte, no importa; se lo perdono porque tiene una voz muy sexy. Trato de decir algo, pero mi cerebro no procesa bien las cosas en este momento.
—¿Estás bien? — vuelve a preguntar impaciente
Estoy tan aturdida que asiento varias veces, mirándole su perfecto rostro a pocos centímetros
— Me largo entonces, quítate del medio — me ordena y lo hago.
Sin más se monta en su auto, se va sin mirar atrás y yo suspiro como estúpida. Siento miradas en mí, caigo en cuenta que había gente aglomerada a nuestro alrededor, unos mirándome con cara de preocupación y otros con desaprobación.
— Estoy bien — finjo una gran sonrisa y voy hacia la parada del autobús o llegare aún más tarde a la escuela.
A mi chico de cabello negro lo conocí una mañana, cuando su convertible rojo se varó a dos cuadras de mi casa, como de costumbre caminaba hacia la parada del bus para ir a la escuela. Fue como amor a primera vista. Justo al lado hay un taller en donde trabaja mi primo Mateo como mecánico; él reparó su auto. Hay que decir que el taller se estaba viniendo abajo por algunos rumores de venta de droga, por lo que la gente dejó de llevar sus carros a reparar. Pero eso no era cierto; mi primo puede tener pinta de malandro, pues su cuerpo está prácticamente lleno de tatuajes, un cuerpo fornido y un carácter de mierda, pero tiene un corazón gigante que no le cabe en el pecho. Lo bueno de todo esto es que el hombre de mi vida compró el taller; seguro debe ser millonario. Lo digo por su ropa costosa, su auto lujoso, los relojes que carga... Ahora le va mucho mejor al taller, los ingresos son buenos según me cuenta Mateo, ya que es el administrador. Se han hecho muy amigos, pero no me quiere decir su nombre para buscarlo en las redes. Es un mal primo.
Me bajo del autobús con mareo por las tantas vueltas que dio y corro hacia la entrada de la cárcel. Si, hablo de la escuela. Saludo al portero, el cual me ignora. Y lo entiendo: digamos que soy una oveja negra aquí dentro, pero una con buenas notas.
— Puta — digo al instante
—¡Oye! — se queja
— Me has halado el pelo — reclamo
— Me has dicho puta — responde y nos retamos con la mirada — Bueno, disculpa, aunque te lo merecías por mal hablada.
— Has comenzado tu
Se preguntarán quien es: pues, es mi mejor amiga Juliana. La tarada y yo nos conocemos desde niñas. Es una nerd: usa gafas y es algo tímida con las personas, menos conmigo. Me imagino por la confianza que nos tenemos. Es de mi estatura y no es que sea alta, para nada; soy estatura promedio. Ella es una morena, con unos ojos azules muy hermosos. Ella es muy exótica, aunque muy delgada y me está empezando a preocupar.
— ¿Has desayunado, Juli? — me mira como si tuviera tres brazos en la frente, algo confundida, y por último asiente en modo de respuesta.
— ¿Le diste la carta? — me pregunta con ojos esperanzados.
— Juliana, es mejor que te olvides de mi primo. No es para ti, entiéndelo — me mira con dolor en sus ojos
Sé que la he lastimado, pero es la verdad. No sé qué ha pasado entre esos dos, la cosa es que de un momento a otro Mateo la odia, echa chispas cuando la ve y ella ni se le acerca
— Me ha roto ese papel en la cara — le digo ya cuando hemos entrado al salón de clases y sentado en el pupitre que compartimos.
— Es un estúpido, solo lo besé por creer que le gustaba — le escucho decir y abro los ojos de sorpresa. Ella se tapa la boca y me mira.
— ¡¿Qué?! — grito y recibo la mirada de mis compañeros — Has besado a mi primo y no me lo habías dicho
Ella me mira algo apenada.
— Si — susurra — Pero fue un impulso. Ahora me odia
¿He dicho que era tímida? Ahora mismo lo estoy dudando, le doy un tope en la cabeza
— ¡Aush! — grita.
— Solo a ti se te ocurre. Sabes lo idiota y malgeniado que es. Además, te saca 9 años: para él eres una niña.
— Lo sé — dice resignada — Hablando de sacada de años, ¿hoy no te cruzaste con tu amor platónico?
Suspiro.
— Me habló — abre los ojos y me hace una inspección algo exagerada.
— ¿Cómo? Y no has muerto
Ruedo los ojos y ahí está la dramática de mi amiga.
— Mira vaquera: no es mi amor platónico, es el padre de mis hijos — respondo segura
Juliana se echa a reír y le vuelvo a dar un tope.
— Oye — gruñe sobándose la cabeza — Camila, tienes dieciséis años. No es momento para que pienses en hijos; aparte seguro y tiene treinta años, bebés y esposa
Mi corazón se paraliza. No quiero ni pensarlo; sería muy doloroso con lo ilusionada que estoy
— Ya, deja de golpearme maltratadora de amiga — se queja y esta vez me golpea ella a mí.
— Bruta, que me has dado duro — le reclamo sobándome y me saca la lengua.
No me dice más nada porque llega el profesor y yo me quedo muy pensativa. Sé que no lo conozco, pero soy tan tonta que me he hecho ilusiones con un imposible.
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Mírame Con Amor
Teen Fiction"En el corazón no se manda, en su corazón yo no mando y eso duele aún más" Ignacio Goodman es el hombre que trae loca a Camila, lo conoció y una rara obsesión se apodero de ella, dice estar enamorada. Él un hombre, serio, ególatra, intimidante...