(Es Miércoles de capitulo)
Ignacio Goodman
Oscuridad. Puta oscuridad. Cada mañana es una maldita tortura: despertar y no poder ver el reloj para saber la hora, o el sol al abrir las cortinas, hace que me hierva la sangre. Estoy aprendiendo a lidiar con esta ceguera, pero no es fácil, y más cuando te tienes que privar de muchas cosas, cuando tienes que pedir ayuda casi para todo, cuando te tienen que dar la comida como un bebé.
Y no, no pienso tomar ninguna de esas benditas clases para ciegos de los cuales me habla Juana; no lo necesito porque pronto me operarán y entonces todo volverá a la normalidad. El jueves de esta semana me libraré del fastidioso yeso que llevo en mi brazo, que no me deja manejar solo, y el miércoles de la otra semana al fin recuperaré mi vista y mi vida. El marica de mi hermano al fin sirvió para algo y no tardó en encontrar el donante de córneas. No soporto más esta endemoniada ceguera.
Un ruido espantoso me saca de mis pensamientos y también un peso liviano que cae sobre mí, apresando mi torso desnudo.
— ¡Por favor, apágalo de una buena vez! — le ordeno con mal humor. Mi voz sale gruesa y ronca.
En unos segundos siento varios movimientos torpes a mi lado, tanto que una pequeña mano toca mi pene, por lo que mi reacción es quitarla de inmediato.
— Oh Dios mío... lo siento, yo no quise, no quise agarrarte tu pequeño amigo — se disculpa en un tartamudeo apenado, lo que me hace pensar que le ha dicho pequeño cuando mi pene es grande. Justo en el ego.
— Solo apágalo — digo al escuchar sonar de nuevo esa cosa horrible.
— Oh sí, está bien. Déjame buscarlo
Se despega de mí y la siento palpar el colchón, seguro alzando las almohadas
— No sé dónde lo he dejado — habla con voz preocupada
Su olor llega a mi fosas nasales, lo que quiere decir que está muy cerca de mí, percibo que huele a mí, y llego a la conclusión que se ha echado mis cosas
— Disculpa... ¿te podrías levantar para buscarlo debajo de ti?
A mí me parece algo estúpido, pero no digo nada. La cosa loca que tiene por celular vuelve a sonar y ya me estoy irritando con ese puto tono. Como puedo, me levanto y quedo sentado en la cama. Ahora Camila está detrás de mí, rebuscando seguro como loca.
Me negaba a aceptar que me traía loco esta mocosa, que desde hace mucho cuando me la encontré en la calle llamó mi atención enseguida. Me contuve tantas veces en las que Camila se inventaba un accidente nuevo cada vez que me veía.
El día que la choqué con mi convertible, la preocupación llego a mí; pero al ver esa puta mirada tan hermosa hacia mí, esa mirada marrón y tierna que cautiva a cualquiera al instante, todo se paralizó. Mi corazón dio un vuelco, pero hasta entonces todo me pareció mal. En primera, porque es una niña de dieciséis años, una menor de edad; en segunda, porque está enamorada de mí y eso estaba mal. Su mirada me lo confirmó; ese mismo día lo descubrí, tanto que su forma de mirarme me descolocó, que no supe cómo reaccionar y me enojé. Quería que dejara de verme, de tal forma que lo que salió de mi boca fue algo brusco y me arrepentí de haberlo hecho.
Cuando la vi en su casa con aquel pijama de Pucca y con dos colas en su cabello o cuando se desmayó al verme, que por cierto me pareció muy cómico, esa noche la vi tan hermosa que sentí culpa y quise disculparme; pero no pude, pues al día siguiente de haberme quedado en su casa y la vi entrar a la cocina, mi cuerpo se activó. Las ganas de besarla llegaron a mí al instante y ella lo quería también, pero como buen estúpido volví a cagarla, pensando que lo que hacía no estaba bien. No debía besarla; no podía.
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Mírame Con Amor
Teen Fiction"En el corazón no se manda, en su corazón yo no mando y eso duele aún más" Ignacio Goodman es el hombre que trae loca a Camila, lo conoció y una rara obsesión se apodero de ella, dice estar enamorada. Él un hombre, serio, ególatra, intimidante...