Capitulo - 6

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"No, no puedo estar triste, no puedo llorar tampoco. Solo eran ilusiones, solo eso", trato mentalmente de decirme y convencerme a mí misma, pero mi corazón no lo entendía. "Solo es decepción: mi corazón solo se decepcionó. Si, eso era", terminé convenciéndome y tragué saliva. Un nudo se había formado en mi garganta; tenía que contenerme. Tenía que hacerlo: al fin y al cabo, él no era absolutamente nada mío. No debía estar dolida.

Ya no lo veía, quité inmediatamente mis ojos de él. Suspiré calmadamente y tomé de nuevo asiento. No soporté mucho tiempo su mirada oscura, fría, era algo intimidante para mí, me vio de una manera que no supe leer. Pues sus ojos son como esferas sin vida, no veo nada bonito en ellos, es como si estuviera muerto por dentro. Eso me decía mi intuición y le creí, nunca fallaba.

—  Vanessa  — le escuché decir con voz tajante — Espérame en la oficina. Sal de aquí  — terminó diciendo demandante.

A mí me dolió un poco escucharlo decir que la vería apenas él saliera aquí, en su oficina, tal vez a tener más encuentros fogosos. Tragué saliva de nuevo; no me debía afectar. Que corazón tan estúpido el que tengo.

Escuché un grito nasal y fastidioso por parte de la rojiza, que ya me caía mal o peor que Zorriana. No quería volver a verla; no quería ver qué tipo de mujeres le gustaban al hombre que tenía a unos pocos metros de mí, y no niñas de dieciséis como yo.

Al fin escuché la puerta cerrarse y un alivio creció en mi cuerpo, ya que me sentía algo tensa con ella aquí dentro.

—  Chicas  — nos llamó el hombre trans y con tetas que teníamos al frente, por lo que mire hacia donde estaba — Les presento a Ignacio Goodman, mi hermano.

¡¿Hermano?! Oh, santa cachucha: ha dicho hermano. Imaginé de todo menos esto. Mi corazón y mi cerebro brincaron de alegría al ya saber su nombre.

— No le hagan mucho caso, siempre es así de gruñón  — continuó diciendo

No voltee hacia Ignacio en ningún momento, no quería verlo

— ¿Cierto que es una lástima? — preguntó levantándose de su asiento y dirigiéndose hacia él para abrazarlo.

Ahí fue cuando lo ví: se notaba que estaba conteniéndose para no matar a su hermano trans con tetas

—  Sí: es una lástima porque es un guapetón. No por nada es tan mujeriego y además se va a...

—  ¡Mauricio!  — exclamo Ignacio enojado

— ¡Que no me llames de esa forma, soy Charlotte Goodman! — gritó indignada.

Se separó de él y volvió a sentarse frente a nosotras

— Te guste o no, trabajarán aquí y me ayudarán. Además, le estoy haciendo el favor a un viejo amigo mío, que por cierto les ha dado mi nombre antiguo — dijo, ya calmada y sonriente.

Ignacio Goodman, el hombre que me quitaba el sueño y que ahora mismo me había desilusionado sin ni siquiera saberlo él mismo, caminó hacia la salida para irse a pasos firmes y fuertes.

—  Espero y esto no traiga consecuencias — le advirtió a
su hermano trans, y que ahora sé que su nombre de mujer es Charlotte

Por último, escuché como cerró fuertemente la puerta de la oficina hecho furia, dejándonos en un silencio incómodo a las tres. Después de unos minutos, Charlotte nos siguió explicando nuestra función, olvidando que acababa de pasar.

Luego de eso nos entregó las hojas de las encuestas, que eran muchas para mi gusto; la verdad, con todo lo que había pasado no me sentía bien emocionalmente hablando, pero al mal tiempo buena cara.

Empezamos esa mañana por el primer piso de la empresa; solo dábamos las hojas a los trabajadores para que las llenaran, respondiendo cada pregunta que se hacía. Solo eran seis, por lo que no se llevaban mucho tiempo. Había muchos que amablemente nos recibían las hojas de buena gana, como otros que eran mala clase y no querían colaborarnos, diciendo que estaban ocupados. Eso lo entendíamos, pero al menos que lo dijeran de buena forma, pero no; solo optamos por dejarlas hasta que pudieran responderlas y así era que accedían.

La compañera que tenía a mi lado, Oriana, estaba tan irritada que terminó peleando con unas cuatro personas, por lo que tenía que intervenir para que tomaran la hoja de la encuesta. Yo solo me contenía para no llegar a los extremos que ella estaba llegando: pelear con los trabajadores.

Todo fue muy rápido: ya íbamos por el piso seis. A lo último dejamos las hojas y las recogimos después, pues era un gran edificio y veinte pisos, por lo que lo vimos más fácil así. La mañana se pasó volando y mis tripas ya estaban protestando: no había comido absolutamente nada, pues no había desayunado, por lo que ya mi estómago no aguantaba más. Nunca me había castigado tanto sin comer.

Después de haber terminado por hoy, fui con Oriana a la cafetería. Estoy a punto de desmayarme por falta de comida; realmente esto no se lo deseo a nadie, siento que muero. Al entrar, Oriana se enredó con sus tacones. Ella sí había venido formal. Cuando creí que iba a reírme por su gran caída, unas grandes manos detuvieron que se fuera de boca contra el piso. Miré maldiciendo al que había estropeado mi felicidad de por vida, y me encontré con una ancha espalda. Era un hombre de piel negra, realmente muy muy guapo, y aparte con un buen trasero. No me juzguen. Ahora mismo está de espaldas a mí. Oriana se separó lentamente de él con un gran sonrojo en sus mejillas y algo titubeante le dio las gracias, pero éste la ignoró completamente y pasó de largo, dejándola algo perturbada. Negué con mi cabeza, pasé a su lado y la jalé para que entrara a la cafetería y así sentarnos.

—  ¿Lo has visto?  — preguntó

Yo respondí con un asentimiento de cabeza para dejarle claro que sabía a que se refería

— Es hermoso. Parece un Dios griego, es un chocolatito muy, muy caliente

¿Le había dicho chocolatito? Me eche a reír, pero no por eso, sino porque tenía razón: era muy atractivo.

—  Te imaginas, debe tener un gran p...

—  ¡Oriana!  — exclamé escandalizada, interrumpiéndola — Eres una mente sucia

No dijo nada: solo volcó los ojos. No puedo creer que haya estado a punto de decir esa palabra.

 — Te gusta

La escuché decir después de varios minutos. Ya habíamos pedido el almuerzo y nos lo habían traído. No supe de qué hablaba; ella está realmente loca. No puedo creer como la soporte todas estas horas

— Ignacio Goodman  — la miré al escuchar su nombre algo asombrada ¿cómo se dio cuenta? — Vi como lo mirabas y te has alarmado apenas escuchaste su nombre. Es fácil — dijo sonriente — Conquístalo  — terminó diciendo emocionada.

Espera, ¡¿Qué?! ¡¿Conquistarlo?!


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