Capitulo - 10

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Narra Ignacio Goodman

¡Joder! Esta niña me ha vomitado todo el chaleco. La bajo de mi hombro bruscamente para dejarla en el piso y la tengo que tomar por las caderas, ya que casi se cae de lo borracha que está. Cuando ya tiene equilibrio por sí sola, la suelto para quitarme el puto chaleco vomitado.

— No puede ser — la escucho decir con su voz tan dulce como el azúcar, que me irrita — Por qué señor, por qué — sigue hablando y frunzo el ceño, negando.

Esta niña está loca: no puedo creer que este aquí de niñero, solo porque Mateo no podía venir solo. Me termino de quitar lo que llevo puesto y lo tiro al suelo: no quiero si quiera mirar lo que me costó un puto ojo de la cara.

— Vamos — Le digo fuertemente sin mirarla para que me siguiera

— Si, eres tú — habla de nuevo, afirmando algo para sí misma.

No le presto atención y sigo caminando

— ¡Espera! — Grita

Me detengo y me lleno de toda la paciencia que no tengo. La veo llegar a mi lado, colocándose frente a mí, y me mira fijamente, como buscando algo en mi rostro, lo que me hace apretar la quijada.

— ¡Deja de mirarme! — le digo con voz dura.

Odio que haga eso, me mira como si fuera el gran amor de su vida.

La esquivo volviendo a caminar hacia mi auto, que ahora no sé dónde carajo dejé parqueado. Todo esto es culpa del imbécil de Mateo: tiene un enamoramiento extraño por una chica menor que él. Me llamó solo para que lo acompañara a buscarla, pero me encontré con otra cosa. De recordarlo solo me dan náuseas: al entrar solo vi un grupo de personas rodeando la gran barra y dos chicas bailando sobre ella. A lo lejos no pude distinguir bien, pero al estar cerca pude verla moviéndose cual puta barata. Lo peor de todo es que baila bien. No sé qué me dio más rabia: si verla allí montada o un viejo asqueroso tratando de tocarla. No sé por qué no me contuve y salí corriendo, lanzarle un gran golpe que lo dejó inconsciente y por último sacarla en mi hombro de ese lugar.

— ¡Oye, que esperes! — vuelve a gritar — ¡Se está moviendo el piso y aparte ay un gemelo tuyo!

¿Que? ¿Gemelo? Que mierda acaba de decir, no tengo ningún puto gemelo. Me volteo: voy hacia ella furioso, cargándola como una pareja de recién casados. Me rodea el cuello con sus brazos y siento algo en mi interior que prefiero ignorar. Es solo una estúpida niña.

— Me quedaría así por siempre — dice cuando ya la tengo en brazos, con voz patosa y su aliento a alcohol que llega hasta mi olfato.

Recuesta su cabeza en mi hombro. Su respiración la siento en mi cuello, cosa que hace tensar mis músculos. ¿Quién las habrá dejado entrar? Son solo unas mocosas de dieciséis años, ¿Cómo habrán hecho?

Camino buscando mi auto. Veo cómo me miran las personas y me siento muy incómodo; nunca había estado en esta situación. Su piel quema la mía; no soporto que la gente me toque, y no sé porque carajos hago esto.

Distingo mi carro a lo lejos. Muy pocas veces suelo manejar; para eso tengo chofer. Pero no lo iba a molestar a altas horas de la noche. Al llegar al auto hago maravillas para buscar las llaves. Esta chica es tan pequeña que no pesa nada. La llamo varias veces, y esto es el colmo: la muy tonta se ha dormido. Suspiro y no sé cómo abro el carro, metiéndola dentro de éste en el asiento del copiloto. Cierro la puerta para rodear el auto y meterme en el asiento del conductor. Rebusco en mi pantalón mi celular para llamar a Mateo, que después de cuatro intentos contesta

— Ignacio, tomé un taxi con la rubia y Juliana. Te vi llevarte a mi prima, así que llévala con bien a casa — a lo siguiente me cuelga

Trato de calmarme; tendré que llevar a la mocosa a su casa. Enciendo el auto y el ruido la espanta, por lo que abre los ojos y me mira.

— Me da vueltas todo, creo que voy a vomitar — lloriquea, recostando su cabeza al respaldar de la silla.

— Ni se te ocurra hacerlo aquí dentro del auto — hablo, temiendo a que lo haga, ya que olería muy feo. Arranco y salgo de ahí manejando.

Ella se mueve intranquila, desesperadamente. Quiero reír, pues mañana amanecerá con una gran resaca. Después veo como trata de abrir la ventana de su lado, y luego saca toda su cabeza para vomitar. Qué asco. Escucho a lo lejos el pitido de un camión que viene contravía como loco hacia nosotros, por lo que temo a lo que pueda pasar.

— ¡Mete la cabeza! — le grito a Camila en un tono desesperado, pero no me hace caso.

Estiro mi brazo derecho y trato de cogerla por la cintura para devolverla a su asiento, pero ella se resiste y la escucho vomitar de nuevo

— ¡Métete!

Mi paciencia se acaba y suelto el volante para devolverla a su asiento. La jalo hacia abajo y cae sentada, pero cuando voy a tomar el volante de nuevo, es demasiado tarde. Siento un gran golpe, un estallido y luego todo se vuelve oscuro.


¿Creen que Camila tuvo culpa por su actitud? o ¿fue un momento de distracción de Ignacio? llego el momento de lo mas difícil. 

mil gracias por el apoyo. bendiciones.

Mírame Con AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora