Capitulo - 18

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— Deja de hacer eso — lo escuché decir entre dientes.

— Entonces abre bien la boca — contesté agarrando fuertemente la cuchara.

Él solo me dio una sonrisa sonora, lo odio, se burla de mí.

Desde que lo besé y no me correspondió, ha estado mandándome de aquí para allá... por agua, por jugo, por más agua, por más jugo, por galletas, por más galletas. Y ahora estoy dándole comida como un bebé pequeño; pero lo peor es que rechina sus dientes con la cuchara, pues no abre bien la boca. Y yo la jalo enseguida por lo que el sonido es más fuerte.

— Es molesto — le susurro algo irritada.

— No calentaste la comida — Dice seriamente y me río, pues no lo hice porque me quise vengar — Porque estas tan molesta ¿eh? — pregunta con sorna

Yo le pongo la cuchara de nuevo en la boca con rabia, sin decir absolutamente nada; Ignacio la abre, pero vuelve a hacer lo mismo.

— Eres... — trato de decirle.

— Soy...

Meto de nuevo la cuchara en el arroz, con un poco de carne, y de nuevo la llevo a su boca. Esta vez lo hace normalmente y me alivio. El sonido es fastidioso; veo como mastica, luego le paso el jugo para que lo beba

— Me desagrada la comida sin calentar — se queja

Yo me levanto de la mesa, cogiendo el plato y el vaso, dirigiéndome a la cocina para lavarlos.

No sé porque estoy soportando esto. ¿Es así el amor? ¿Masoquista y mezquino? Un suspiro sale de mí; todo con él es tan difícil. No lo entiendo.

Luego de terminar lo que estoy haciendo, seco mis manos y pienso bien las cosas. No merezco esto.

— Lo mejor será que me vaya — me escucho decir tranquilamente llegando hasta Ignacio.

— No puedes — habla con rostro duro.

— Sí que puedo. Tú no me mandas — le digo fuertemente y me reconozco así: habla mi Camila común, porque la masoquista no es mi yo.

— Haz lo que te dé la gana. Mañana no vengas si no te da la jodida gana, pero hoy no puedes dejarme solo. Juana se fue y mi hermano viene hasta la noche

Me lo pienso y me odio por no tener el valor de irme; tampoco quiero dejarlo solo en las condiciones que se encuentra. Me vuelvo a sentar de mala gana

— Es ya una mujer, deja de decirle hermano — le aconsejo.

— Como le diga no es de tu incumbencia — gruñe molesto — Acércate — me dice.

— Estoy aquí — le contesto de malas. Estoy justo al lado suyo.

— Ven, Camila. Acércate más

Lo miro y esta algo incómodo, con sus labios ligeramente fruncidos.

— No, aquí estoy bien — no me muevo ni un centímetro. Su cercanía me afecta.

— Te besaré — afirma y me sorprendo — Estás molesta por lo de hace un rato. Pega tus labios a los míos, esta vez será diferente

Mi corazón se precipita, pero no quiero pasar por lo de hace un rato. Me dolió, aunque ansío sus besos correspondidos en lo más profundo de mi alma y caigo. Él dijo que las reglas las colocaba él; me vuelve tan débil que me acerco con recelo. Gira su rostro hacia el lado mío y quedamos frente a frente con nuestros labios rozándose. Lo veo tragar saliva y yo me relamo los labios para luego unirlos. Cierro mis ojos y él también; las mariposas revolotean en mi estómago cuando abre la boca, por lo que yo lo sigo. Nuestros labios se complementan a la perfección. Mi lengua roza con la de él y siento probar lo más delicioso. Esto es mejor que la primera vez que unimos nuestros labios. Chupa un poco mi labio inferior y luego incrementa el fuego; lo sé porque experimento palpitaciones en partes que no deben hacerlo.

Mírame Con AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora